Natalia Lazebnikova y Jan Vana, del Ballet de la Ópera de Kiev cubrieron los papeles protagónicos en “El Lago de los cisnes” en la versión de Mario Galizzi.
FOTOS: © Genitti / Teatro Argentino
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El Argentino de la Plata abrió su temporada empleando numerosos recursos, evidentemente para captar también público no residente en la ciudad.

Invitó para los protagónicos a dos bailarines del Ballet de la Ópera de Kiev (Ucrania), quienes se integraron bien a la versión de Mario Galizzi de “El Lago de los Cisnes”, obra que repuso con cuidado especial Sabrina Streiff en el Teatro Argentino de La Plata.

Y la compañía, con el nuevo director Rodolfo Lastra, se aprestó a colaborar aportando a sus primeras figuras, Víctor Filimonov, entre otros, quien asumió el coprotagónico del extraño Von Rothbart.

Galizzi estrenó esta versión del clásico de Marius Petipa en 2002. Evidentemente, el coreógrafo se ha apoyado en la primera concepción de 1895 de los grandes Marius Petipa y Lev Ivánov, así como se ha inspirado en ciertas partes notables de la versión de Jack Carter que se repuso casi cuarenta años en el Teatro Colón.

De allí, la fuerza poética que ha impregnado a la danza imágenes de los cisnes junto al lago, y su triste recogimiento ante el fatal sortilegio impuesto por von Rothbart a la princesa cisne.

Los mayores cortes a la extensión de los precedentes los hizo Galizzi a la partitura de Tchaicovsky en los momentos coreográficos de la fiesta en palacio, y los efectuó con su consabido conocimiento, produciendo un “legato” musical sin atacar el oído del público.

De aquel marco principesco en el que Sigfrido debía elegir novia, y salvando lo elemental, pasó a reafirmar el engaño a que es sometido el joven noble, bailándose con gran destaque el pas de deux del Cisne Negro.

Mucho se ha cuidado, a los efectos escénicos, las poses del mago en la roca, la frustración del baile mientras Odile remeda a la protagonista Odette, y los escarceos entre Sigfrido y von Rothbart deseoso de que la joven, presa de sus poderes taumatúrgicos, quede en el escondido lago. Colabora la extraordinaria escenografía de González Ara, emparentada a la típica del romanticismo y “El Lago...” tiene mucho de romántico.

Con ese marco lució más Natalia Lazebnikova, bien proporcionada, desenvuelta en sus encuentros con Sigfrido aunque no llegue a ser actriz, máscara interesante, brazos que saben de estéticos movimientos y correcta técnica de danza. Su compañero Jan Vana, de alta estatura (debe estar por 1,90 m) carece de expresividad encerrándose en actitud de impavidez aunque noble. En los momentos de quietud se mantuvo parado en quinta cerrada, lo que reforzaba su principesca presencia. Cumplió como partenaire y en su danza solista sin mostrar virtuosismo alguno.

Los diferentes papeles los cubrió el elenco local con Filimonov en relevante von Rothbart, extraño y todopoderoso señor del lago, uno de sus mejores desempeños artísticos. Logrado bufón de Martín Quintana, y vivaz y brioso el pas-de-trois de Paula Elizondo, Stefanía Vallone y Esteban Schenone. Sobresalen también Larisa Hominal, Elizabeth Antúnez, Lisandro Casco, Aldana Percivatti, entre otros. El vestuario –diseñado por Daniel Caldirola– es acorde con el noble ámbito que frecuenta el elenco. La Orquesta Estable no tuvo un desempeño parejo, pese a los observables esfuerzos de maestro Logioia Orbe.

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