El Ballet de Leipzig rompió con lo clásico al presentar “Suite, suite, suite”, de Marco Goecke, interpretada por Itziar Mendizábal bailarina principal de la agrupación alemana.

El Ballet de Leipzig presentó con éxito el programa “Bach tanzt!” en un atestado Teatro Principal de Victoria. La formación alemana, dirigida por Paul Chalmer, ofreció una interesante velada, compuesta por cuatro piezas, principalmente neoclásicas, cuyo nexo en común fueron las composiciones musicales de Johann Sebastian Bach (1685-1750), quien vivió sus últimos años en la ciudad de Leipzig (1723-1750). Cuatro coreógrafos de diferente factura fueron los responsables de ambas piezas que ofrecieron muestras de la genialidad de George Balanchine (1904-1983), el impactante modernismo de Marco Goecke (1972), el suave lirismo con toque de jazz de Jerome Robbins (1918-1998) y la quintaesencia del ballet sinfónico de Uwe Scholz (1958-2004).

“Concerto Barocco” (1941) abrió la velada. Esta obra fue creada por Balanchine dentro de sus composiciones sin argumento, y su inspiración proviene de la música de Bach. Tal y como él mismo describió, en el primer movimiento, dos bailarinas simbolizan los violines, arropadas por un pequeño cuerpo de ocho bailarinas. En el segundo movimiento, un hombre se une a una fémina para hacer un pas de deux finalmente, en el allegro, todo el elenco expresa la síncopa y rítmica vitalidad de la música de Bach. Sin duda, el elemento que rompe con esa atmósfera clasicista vino de la mano de “Suite, suite, suite”, pieza creada por Marco Goecke para la intérprete guipuzcoana Itziar Mendizábal –bailarina principal–, quien disfrutó en su actuación y obtuvo los primeros bravos de la noche. No deja indiferente esta obra que posee reminiscencias de otros lenguajes contemporáneos, y en la que la bailarina vasca destacó por su papel de hilo conductor.

Jerome Robbins firmaba el solo “A suite of dances” en el que Giovanni di Palma –bailarín principal– se lució, acompañado por Verónica Wilhelm en el violonchelo. El intérprete napolitano estuvo majestuoso en cada uno de los movimientos de la partitura de Bach, y cosechó unos apasionados bravos del respetable. Para finalizar la actuación, el Ballet de Leipzig ofreció una muestra de los llamados ballets sinfónicos de Uwe Scholz, coreógrafo que marcó una huella indeleble en el devenir de la compañía germana, que dirigió desde 1991 hasta su pronto fallecimiento. Bella pieza de buena factura, en la que cada nota es traducida en la escritura coreográfica, hasta hallar el clímax final. Nuevo éxito del Ballet de Leipzig en su enésima gira española, con un programa mixto cuya esencia es el espíritu de Bach y cuya traducción en danza hablaría el neoclásico con algún acento contemporáneo.

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