Dúos, solos y trabajos grupales subieron a la escena del teatro Joyce bajo la tutela del coreógrafo Benjamín Millepied.
Foto gentileza de DC.

Benjamín Millepied ha seguido el curso natural de un bailarín destacado: triunfos personales como una de las figuras principales del elenco del New York City Ballet, unidos a las inquietudes propias de la profesión, que lo han inspirado a transitar por otras sendas. En su caso particular es la coreografía, y en ese mundo difícil y demandante haría su debut en 2001. Hoy, distintas compañías del mundo dan fe de su labor, manteniendo en sus repertorios infinidad de piezas del joven coreógrafo.

Con trece bailarines en el grupo que llama Danses Concertantes, doce de los cuales (Gemma Bond, Isabella Boylston, Nicole Graniero, Sarah Lane, Maria Riccetto, Melissa Thomas, Thomas Forster, Alexandre Hammondi, Blaine Hoven, Luis Ribagorda, Eric Tamm y Cory Stearns) pertenecen al American Ballet Theatre, y una solitaria (Céline Cassone), que proviene de compañías europeas, Millepied ha concertado una nueva temporada en el teatro Joyce de Manhattan. El programa incluyó dos trabajos con música de piano en vivo. El primero titulado ”28 Variaciones sobre un tema de Paganini” de Brahms, llevó a la magnífica Natasha Paremski como piano solista, mientras el segundo, el estreno mundial de “Without”, sobre estudios, preludios y nocturnos de Chopin, tendría al pianista Pedja Muzijevic como acompañante magistral.

La primera obra es un clásico trabajo de velocidad y pasos clásicos, que no lleva libreto alguno ni otro motivo que no sea simplemente danzar por el simple gusto de hacerlo. Solo la pareja formada por el magistral Cory Stearns, e Isabella Bolyston, revelan algún sentimiento entre ellos, al tocarse las manos en un fugaz momento romántico. Las bailarinas van ataviadas en hermosos trajes de saya larga y amplia, en tela satinada de colores pastel, emparejadas con otros tantos bailarines vistiendo mallas hasta la rodilla, chaquetillas y chalecos, que realizan la difícil coreografía con precisión a la par que suavidad. Hay pasos a dos y variaciones realizadas en conjunto, al igual que solos que dan a cada bailarín o bailarina la oportunidad de mostrar sus talentos individuales. Una verdadera joya, donde Blaine Hoven –preciso y encantador–, junto a la ligera y hechizante Sara Lane –que siempre parece estar rodeada de luz, amén de su hechizo muy especial–, también lograron rutilantes interpretaciones.

“Without”, el estreno de la corta temporada, según su nombre indica (Sin, en español), tiene una trama fácil de discernir: la pérdida de un ser querido. La ambientación es sombría, y la escasa escenografía –un amplio ciclorama con varias aperturas, por donde entran y salen los diez intérpretes–, aumenta la melancolía. Boylston y Stearns, de pareja nuevamente (esta vez las mujeres van con vestidos sueltos hasta la rodilla, y los hombres llevan ligeras camisas, del color del vestido de la compañera, sobre pantalones negros), en unos bailes en los que Millepied indica la soledad que una separación trae consigo. No obstante, la coreografía se vuelve algo tediosa por la repetición de los mismos “lifts” una y otra vez...

Maria Riccetto, con ropa gris, es quien hace más visible la soledad reinante al perder a su compañero, Alexandre Hammondi, cuando éste desaparece de la escena. El grupo se arremolina en derredor de Riccetto, lenta y tristemente, como ofreciéndole protección y consuelo, aunque el coreógrafo utiliza los estudios para inyectar algunos rayoa de luz entre tanta desolación. La inigualable belleza de la conocida música de Chopin, consuma el éxito total al caer el telón.

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