Maximiliano Guerra y los integrantes del Ballet MERCOSUR llevan a escena el espectáculo “Secuencias”.
Foto gentileza Furgang Comunicaciones.
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Finalmente, parecería que uno de los más destacados bailarines argentinos, Maximiliano Guerra, ha elegido sendero apropiado para continuar su carrera. El nuevo panorama de trabajo se ensancha con numerosas posibilidades que deberán ser explotadas y cultivadas con dedicación propia de un grande. Así, el deseo de coreografiar tanto sea para su propia presentación escénica como para los integrantes del Ballet del Mercosur que lo siguen fieles.

Incipientes creaciones aún, pero que muestran rastros de un cercano pasado brillante junto a la danza clásica y neoclásica. Todo eso es parte del actual espectáculo de Guerra, “Secuencias”, estrenado en la sala de El Nacional.

Allí se inició la función con “2 X Danza”, coreografía de Romina Guerra (hermana del bailarín, ex integrante del Ballet Rey de Viana) dedicada al tango. No es obra profunda sino simplemente de introducción al espectáculo, y con el aditamento de un tipo de música folklórica. Distintos aspectos del tango malevo son encarados con gran despliegue de pasos de base clásica, y excesivo trabajo de puntas en las bailarinas que revelan muy buen trabajo técnico pero se alejan de la esencia tanguera.

“Réquiem Urbano” es obra de Guerra, quien danza con Magali Baratini. Y el final corresponde a “Cuando bailamos” nuevo trabajo del bailarín sobre música de Emerson Lake y Palmer con mayor acercamiento al neoclásico, y donde lucen habilidades técnicas del elenco femenino, sobre todo en Patricia Baca Urquiza quien baila con el autor, luego de la imponente entrada de Guerra al escenario con virtuosos jetés.

La mejor mejor obra presentada fue “CONSECUENCIAS, del mito” (así escrito) cuyo autor es Walter Cammertoni, coreógrafo cordobés de danza contemporánea, de quien ya se conocen varias de sus muy interesantes creaciones. La obra introduce a Guerra en un mundo casi onírico, con impresionante y sugestiva música proveniente de ritmos africanos –donde predomina la percusión– y fragmentos de Johann Sebastián Bach. El lenguaje contemporáneo que utiliza se enriquece con gestualidad, y las ocurrentes inserciones clásicas del coreógrafo quien hace recrear a Guerra la “attitude” de la famosa estatua del dios Mercurio de Giovanni da Bologna, en la que el cuerpo se sostiene con una pierna, mientras la otra se levanta hacia atrás esbozando el arabesque, y la rodilla se curva levemente hacia fuera. Cammertoni crea también atmósferas de gran efecto como la del final que sugiere quizá el diluvio... A Guerra se lo vio muy teatral, y consustanciado con el coreógrafo tanto él como el elenco del Mercosur.

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