DICIEMBRE DE 2008 | EDICIÓN Nº81
critica
Ballet de la Ópera de París
La historia contada en blanco y negro
El estreno de “Les Enfants du Paradis”, coreografiado por José Martínez, recupera el ballet narrativo. La obra maestra del cine creada por Marcel Carné y Jacques Prévert ahora tiene su versión en el ballet.
Isis Wirth | Alemania
Fotos: Sébastien Mathé. Gentileza BOP.
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“Les Enfants du Paradis” es considerado un filme mítico del cine francés. Dirigido por Marcel Carné, y con el guión y los diálogos de Jacques Prévert, se rodó entre 1943 y 1944 en la Francia ocupada por los alemanes, aunque se estrenó en marzo de 1945, después de la Liberación. La mención de las fechas de su rodaje no es gratuita: ¿cuál era la “libertad artística” que entonces poseían los franceses? De ahí acaso su “realismo romántico” o “poético-realista”, como suele definirse el estilo Carné-Prévert, o sea, ese “punto” de evasión. La elección de una era pasada, el París de los bulevares y sus teatros de antes de la Revolución de 1848, también lo confirmaría. Mas ello no le quitaría mérito a filme tan seductor, especialmente amado por los diálogos de Prévert, que “hélas” faltarían en el ballet…
Brigitte Lefèvre, directora de la danza en la Ópera, encargó el ballet al danseur étoile José Martínez y su música a Marc-Olivier Dupin. La nieta de Prévert, Eugénie Bachelot-Prévert, dio su acuerdo para esta adaptación al ballet, mientras que había rechazado anteriormente los derechos a varias comedias musicales. Madame Bachelot-Prévert exigió el atenerse al guión de su abuelo, lo cual impidió determinadas libertades que hubiesen resultado provechosas, habida cuenta, desde luego, de la diferencia de géneros entre el cine y el ballet.
Martínez había ya firmado dos coreografías para la Ópera, y una para la Escuela, recibidas con fruición. Esta es la primera vez que crea para la compañía un “grand ballet” en dos actos, para 65 bailarines.
La obra de Carné y de Prévert ha sido muy fielmente trasladada, con la excepción de que el personaje de Frédérick Lemaître no es un actor como en el filme sino un “bailarín virtuoso”, interpretado de una manera tan brillante por el premier danseur Alessio Carbone que casi opaca a los dos en verdad principales roles, Garance (la bella Isabelle Ciaravola) y Baptiste (en la película, a cargo de Jean-Louis Barrault), por el danseur étoile Mathieu Ganio.
Las tres horas del filme (adaptado a la escena por el cineasta François Rousillon y el propio Martínez) fueron reducidas a dos horas y quince minutos. Esa fidelidad absoluta al libro cinematográfico se advierte sobre todo en el primer acto: casi plano por plano, escena por escena respecto del original. Incluso, algunas partes de pantomina ya presentes en la película se retomaron en el ballet, lo que es, o sea, “ballet”, por derecho propio, pese a un “perfume” de cine mudo…
Aquí llega el momento de la definición de este nuevo título –exitoso– del Ballet de la Ópera de París. Una transposición bastante exacta de un lenguaje (aun si particular, ya eminentemente teatral y “poético”, lo cual tiende a relacionarlo con la danza, como es el caso de la obra de Carné-Prévert), el del cine, al del ballet: ¿de qué se trata?
Por instantes, todo parece hundirse en el túnel del tiempo, a los ballets del siglo XIX. Pero si este formidable ballet narrativo –y con “teatro dentro del teatro” – de José Martínez puede provocar posibles especulaciones estéticas respecto de la pertinencia o no de realizar versiones tan fidedignas de un género a otro, lo que si está fuera de duda es su capacidad para aguijonear la emoción y hacer que la historia atrape, sin discusión. “Voilà”, viva la narración en danza.
Cierto que el delineado tajante de los personajes en el filme, entre casi “buenos” y casi “malos”, y debido al índice en rojo del “amour fou” que lo habita, se prestaba como un guante al ballet.
Martínez había mostrado ya sus credenciales como coreógrafo. En este “tour de force” se revela dúctil y sabio. No se aparta de lo “clásico”, varias influencias lo recorren aquí: Cranko, Kylian, algún Roland Petit.
Pero lo mejor es justo el ballet (para cuerpo de baile y dos solistas) “a la Balanchine” que Martínez sitúa al inicio del segundo acto, ya que en él baila –¡y cómo! – Lemaître-Carbone. Combinaciones complejas de pasos en las diagonales, un manejo impecable del espacio. Martínez acusa un pensamiento coreográfico innato.
La música heteróclita de Marc-Olivier Dupin es a su vez la transposición de los requerimientos de la dramaturgia y de “ambiente” del ballet. Un buen ejemplo de subordinación: ¿por qué no? Si bien predomina lo tonal, hay, entre tanto “collage”, algo atonal. Las citas –que no dejan de ser necesarias– son frecuentes: Prokofiev, Ravel, entre otros; sin contar los aires de tango, de jazz…
El diseño de escenografía de Ezio Toffolutti evoca un “plató” de cine –pues la narración se guía por medio de los recuerdos de Jean-Louis Barrault, también asumido por Ganio– y los entretelones del teatro. Su preponderancia del blanco y negro –alusión al filme– contrasta con el colorido vestuario creado por la danseuse étoile Agnès Letestu, otra “fiel”, pues más bien reproduce, aunque bellamente, los trajes de la década de los cuarenta del siglo XIX.
Mathieu Ganio, admirado por su prestancia clásica, aquí conmovió como mimo, dotado de una sensibilidad idónea para el Baptiste. Ciaravola, resplandenciente, seduce pero no es una “femme fatale”, sino fina y sincera aun si volátil como mujer, lo que debe ser Garance.
“Les Enfants du Paradis” debe continuar su camino de conquista por un buen momento aún en el Ballet de la Ópera de París.
2 comentarios a este artículo
2 | diana karina tanori lopez | 20/01/2009
me parese muy interesante que publique este tipo de cosas en paginas de internet para que las personas se interesen por este tipo de danzas a mi la danza que mas me gusta es la danza moderna.
y espero que este tipo de archivos ayuden a hacer mis tareas,,!
graciass,
les agradesco por leer mi comentario gracias
atentamente:
DIANA KARINA TANORI LOPEZ
1 | Liliana Couto | 04/01/2009
Bs.As., 4 de enero de 2009-
Leí el comentario y no me extraña que Martínez como otros integrantes de la Opéra sean buenos coreógrafos. Su Escuela es impecable, la formación de primera ya que lograron recuperar un lugar de privilegio trabajando más allá de los cambios de funcionarios. Pasaron varios Presidentes pero la Directora de la Escuela era la misma. Este hecho culminó con la recuperación de la Opéra. Es una pena que no podamos ver en DVD o video esta obra. En Argentina llega tan poco! Gracias por la Revista. Atentamente, Liliana Couto.
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