El BAFONA, una compañía que realiza un promedio de 120 funciones y cuatro giras regionales al año.

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Sergio Ortiz, director general del Ballet Folklórico Nacional de Chile (BAFONA), transita por su último año con la compañía después de unos intensos y productivos 38 años en los que sin saber muy bien cómo, se mantuvo primero como director técnico y luego como director. Muchos dirán que estuvo en el momento oportuno y en el lugar indicado.

El original Ballet Folklórico Nacional Aucamán nacido en 1965, se formó bajo la dirección del profesor Claudio Lobos. En 1969 pasó a depender del Ministerio de Educación y se convirtió en el Ballet Folklórico Nacional de Chile. Ambos grupos siguieron distintos caminos, uno como Aucamán y el otro como BAFONA.

Soto Ortiz, mientras era estudiante de diseño teatral, acompañó a un compañero de la universidad a una entrevista de trabajo para el puesto de técnico en el ballet. A este compañero, la danza y la música folklórica no le interesaban. Pero él quedó fascinado.

Al director de la compañía, Rodolfo Reyes Cortés (mexicano, radicado entonces en Santiago) no le costó nada convencerlo para que los acompañara a una gira.

Era el año 1970 y allí comenzó su periplo con la compañía y conoció a Gioconda Martínez, entonces bailarina y luego su esposa. Rápidamente se hizo cargo de los montajes técnicos de iluminación, vestuario e utilería. A la par continuaba con sus estudios en la Escuela de Teatro de la Universidad de Chile. En el momento del pronunciamiento militar, Reyes se fue del país, y muchos de los integrantes deben abandonar la compañía.

En esos momentos, el BAFONA pasaba por épocas sombrías. Su pasado con integrantes de la izquierda militante lo tenía en la mira de las autoridades militares. En 1974 nombraron directora general a la profesora Sylvia Ruz y el bailarín y etnocoreógrafo Hiranio Chávez asumió la dirección artística. Luego en julio de 1976 fue designada directora la académica y folklorista Raquel Barros, hasta que llegó María Teresa Parraguez en 1977, que obtuvo el cargo de coordinadora general. En ese mismo año, el bailarín y coreógrafo Carlos Reyes asumió como director artístico.

En 1976, Soto Ortiz se ausentó por un tiempo del BAFONA para realizar su práctica profesional como diseñador teatral, en el Teatro Nacional Chileno, y por circunstancias inesperadas, la maestra Irma Valencia, encargada técnica de la Unidad de Diseño de la Facultad de Arte de la Universidad de Chile, tuvo una licencia forzosa que la alejó por seis meses de su cargo. Soto Ortiz pudo suplirla como profesional en el puesto. Su práctica se convirtió rápidamente en destreza profesional, y la llegada de una compañía de danza americana al teatro lo puso en contacto con una tecnología que nunca había visto mas que en los libros. Y con este trabajo salió airoso y reconocido.

Durante el período de Carlos Reyes, el BAFONA se replanteó como compañía artística. Dado que el nivel de recursos era muy básico, se veía deslucido, no tenían vestuarios, zapatos, escenografías.

En 1976 convocaron a un concurso para hacer el diseño de vestuario, iluminación y escenografía para tres obras del BAFONA y lo ganó Soto Ortiz. Luego, se presentó con gran éxito en el Teatro Municipal de Santiago. A principios de 1977, el jefe del Departamento de Extensión Cultural del Ministerio de Educación (Mineduc), Germán Domínguez, lo designó director técnico.

En el año 1978, asumió la dirección general del BAFONA, el profesor y bailarín Pedro Gajardo. Entre 1987 y 1988 ejerció como director el bailarín y coreógrafo Ernesto Concha, quien le dio al ballet un singular estilo coreográfico. En 1989, se organizó una gira a Sudáfrica, Japón y Estados Unidos, y como no había director general, antes de salir Soto Ortiz asumió como director “no nombrado” porque se necesitaba que alguien ocupara ese cargo. En ese momento no se podía nombrar a nadie ya que estaba por cambiar el gobierno.

Pero en 1990 ya finalizado el gobierno militar, la escritora Ágata Giglio, jefa del Departamento de Extensión Cultural del Mineduc, nombró a Soto Ortiz director general del BAFONA. Un diseñador teatral, que en esos años profesionalizó la compañía, le imprimió una estética particular, formó un equipo técnico con recursos para presentar el repertorio de la compañía con el mismo nivel de prestancia en el pueblo más alejado como en los teatros más sofisticados. Formó un equipo administrativo eficiente, responsable de la utilización de los recursos que, desde su creación, el Consejo Nacional de la Cultura y la Artes destina para su funcionamiento.

Una compañía formada por 62 personas, entre bailarines, músicos, técnicos, maestros y administrativos. Todos con contrato de trabajo, con previsión social y vacaciones pagas. Con un promedio de 120 funciones y cuatro giras regionales al año y una academia de danza y música en la que se preparaba a los futuros integrantes que renovarían el ballet.

El BAFONA, elenco estable del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes, celebra a su director general y queda con la tierra fértil para acoger a nuevos creadores.

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