El primer espectáculo de la temporada 2015/16 llevó a la Compañía Nacional de Danza (CND), a la localidad vascofrancesa de Biarritz, que, estos días, apura las últimas jornadas de la vigésimo quinta edición del Festival Le Temps d’Aimer la Danse. Habiendo sido su actual director José Carlos Martínez étoile del Ballet de la Ópera de París durante quince años, las estrechas relaciones con todo el mundo de la danza francés son consustanciales, por eso, a nadie extraña que la primera actuación en el extranjero de la etapa de Martínez fuera en Biarritz o que Thierry Malandain, director del Ballet Biarritz y del Festival Le Temps d’Aimer la Danse, invitara a la CND en la edición de las bodas de plata del certamen.
Para esta ocasión, Martínez se decantó por un programa triple de corte contemporáneo, compuesto por piezas del coreógrafo norteamericano William Forsythe y de los creadores israelíes Itzik Galili y Ohad Naharin. Comenzó la velada con la obra “Sub” (2009) de Galili, una especie de enérgico combate masculino que reúne a siete bailarines en escena, ataviados con largas faldas y torsos desnudos. Las piezas del coreógrafo israelí suelen nutrirse de un lenguaje muy físico, casi cercano a una batalla campal o a una lucha de un arte marcial. De extremada exigencia física, requiere intérpretes con buen fondo físico para su correcto desarrollo. Por otra parte, concibe el dibujo escénico del movimiento de forma muy geométrica, tendiendo a las líneas cardinales puras, todo ello muy subrayado por una iluminación de mínimos y certera, que acentúa el dramatismo y derroche energético de los intérpretes.
Considerado uno de los coreógrafos clave del último cuarto del siglo XX, el neoyorquino William Forsythe redefinió y exprimió la técnica clásica con modos muy contemporáneos, durante su etapa al frente del Ballet de Frankfurt (1984-2004). “Herman Schmerman” (1992), creada para el New York City Ballet, es un buen ejemplo de cómo emplear la técnica clásica y que su apariencia diste mucho del almibarado prototipo de tutú y zapatillas de punta. Se trata de una pieza sin argumento, más que la pura diversión de los intérpretes, en palabras del propio Forsythe. Construida en dos escenas, comienza con lo que podría ser el cuerpo de baile y finaliza con un paso a dos.
El espectáculo finalizó con la divertidísima “Minus 16” (1999) de Ohad Naharin, creada para Nederlands Dans Theater II. El israelí es el padre de la técnica gaga, gracias a la que los bailarines ganan autoconciencia de su cuerpo y aprenden a escuchar su propio movimiento, de forma que consiguen mayor fluidez. En el caso de la pieza con la que la CND finalizó su actuación, la nota más característica es su eclecticismo tanto en la calidad y estilo de movimiento como en el collage musical que acompaña a la obra: desde “Stabat mater” de Vivaldi a una versión tecno de “Somewhere over the rainbow”. La obra se compone de varias escenas, alternando fragmentos de mayor seriedad, con otros más desenfadados, en los que incluso los bailarines suben a escena a varios espectadores.
El público biarrota recibió con ganas a la CND, tras la buena imagen dejada en su actuación de 2012. Hace días que las entradas se agotaron y no cabía ni un alma más en la Gare du Midi. Siendo el primer espectáculo de la temporada para el grupo de Martínez, la compañía demostró profesionalidad y oficio en unas obras en las que se destacó su vertiente contemporánea. Muy aplaudidos en cada pieza, el final con la entretenida interacción con los espectadores, provocó muchas situaciones cómicas y consiguió una destacada salva de aplausos, con gran parte del patio de butacas en pie. Para la temporada 2015/16, el gran caballo de batalla de José Carlos Martínez es la puesta en escena de un ballet clásico íntegro, habiendo sido el escogido “Don Quijote”, que subirá a las tablas del Teatro de la Zarzuela, el 16 de diciembre. Visto que en los programas mixtos -de corte más clásico, neoclásico o contemporáneo- la CND se desenvuelve con soltura, queda abordar ese gran clásico que sería deseable que no quedara en una quijotada.