Con música de Sergei Prokofiev y con la sutil y minuciosa coreografía de Frederick Ashton, basada en el cuento tradicional de Charles Perrault, “La Cenicienta”, cerró la temporada primavera-verano del American Ballet Theatre (ABT) en el Metropolitan Opera House. La compañía dirigida por Kevin McKenzie presentó la obra desde el 29 de junio al 4 de julio con distintos repartos.
Tres principales del ABT, Hee Seo, Gilliam Murphy y Stella Abrera (recién ascendida) compartieron protagónicos con la bailarina invitada del Royal Ballet of London, la argentina Marianela Núñez, cuya trayectoria es más conocida en Europa y Sudamérica que en los Estados Unidos. Como pez en el agua, Núñez retomó una obra que forma parte del repertorio de la compañía a la que pertenece y en el que ha incursionado en varias temporadas en el Coven Garden de Londres.
En esta versión tan especial Frederic Ashton, visionario en su época, utilizó un elemento simbólico importante: hombres interpretando el rol de las hermanas de Cenicienta. Esta puesta realizada en 1948, y estrenada por el Sadler’s Wells Ballet en el Coven Garden, tuvo como protagonistas a Moira Shearer y a Michael Sornes, y el mismo Ashton, junto con Robert Helpman, cubrió el papel de las hermanastras.
Para el ABT, Mikhail Baryshnikov montó su coreografía en 1983, y le siguieron otras dos producciones, la de Ben Stevenson (1996) y la de James Kudelka (2006). Esta puesta de Ashton comenzó a integrar el repertorio de la compañía en junio de 2014.
La presentación de Marianela Núñez en el rol de Cenicienta creó cierta expectativa, ya que fue la primera presentación con la compañía estadounidense. Junto a ella, James Whiteside, que fue quien estrenó esta versión para el ABT en 2014.
Núñez, dueña de una gran plasticidad y musicalidad, brilló en el segundo acto, en la escena del palacio, con sus magníficos giros, sus pirouettes y sus sólidas puntas. Pero a la impecable y sutil técnica se suma una encantadora personalidad que se ajusta al rol y la convierte en un personaje real. Su delicado trabajo actoral permite descubrir cada uno de sus estados de ánimo, especialmente en las escenas en las que debe defenderse de sus brutales hermanastras, o en las que se aferra a la protección de un padre debilitado y sometido a sus hijas adoptivas.
Ashton, con sus delicadas coreografías y ambientaciones, tiene una paleta mágica para pintar personajes y delinear situaciones. La armonía de los pasos que ha creado, son dibujados por Núñez y Whiteside con perfección y fortaleza.
El resto del reparto contó con Veronika Part como el hada madrina, prolija y discreta. Sarah Lane, cubrió el rol del hada de primavera; Stephanie Williams, el hada de verano; Luciana Paris, fue el hada de otoño, y el hada de invierno, April Giangeruso, miembro del cuerpo de baile. Las cuatro hadas, entre ellas Paris, recién ascendida a solista, después de un desempeño más que meritorio durante largas temporadas, hicieron un estupendo y delicado trabajo en cada una de las variaciones.
El Bufón que animó la fiesta del palacio, interpretado por Craig Salstein, hizo un excelente desempeño. Brillante en sus “split-jetés” y en su graciosa gestualidad.
Y un capítulo especial merecen Kenneth Easter y Thomas Forster que tejieron maravillas en la composición de las hermanastras. Ambos dejaron fluir sus cualidades de clowns y construyeron dos personajes magníficos, divertidos y atractivos. Imperdibles.
Ormsby Wilkins, al frente de la orquesta, logró hacer maravillas con la intrincada partitura de Prokofiev. Con maestría, hizo sonar la orquesta con brillantez y precisión.
El alto nivel de danza de la última noche de la temporada y el magnífico vestuario de David Walker, se amalgamaron con una bella escenografía, creada por Brad Fields, en la que cada escena adquiere personalidad propia.
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