Hay una razón para ver “A Streetcar Named Desire” (Un tranvía llamado deseo) del Scottish Ballet, la interpretación luminosa de Eva Mutso como la más famosa fallida debutante sureña de la literatura estadounidense, Blanche DuBois.
La coreógrafa Annabelle López Ochoa ha capturado toda la formación represiva de Blanche y su caída en la decepción hasta llegar a la desesperación y la locura. Para sus escasos solos en escena, López Ochoa ha creado un retrato distintivo en movimientos peculiares que capturan todo el carácter con su gloria pasada, sus esperanzas falladas y su descenso a la locura con agudeza y una evidente simpatía. Mutso usa toda la gama de sus grandes habilidades técnicas en su interpretación del potencial poético de una Blanche sin las palabras, del autor Tennessee Williams.
Por desgracia, la poesía de William desaparece del resto de la producción, que está atrapado en un intento equivocado de crear un ballet de larga duración, recreado en una manera dolorosamente literal. El pastiche distintamente desagradable de la partitura de Peter Salem en torno al cual se desarrolló la obra tampoco sirve a la producción.
Los solos, dúos y tríos bailados que forman el núcleo de la obra son generalmente exitosos, pero las escenas con grupos más grandes que tratan de crear el ambiente de un determinado tiempo y lugar, son mucho menos exitosas. El axioma bien considerado de George Balanchine que no hay suegras en el ballet, habría sido bien aplicado aquí. Al menos la mitad del ballet, sobre todo el segmento del baile swing, que surge como un homenaje tibio a las obras de Jerome Robbins y Paul Taylor, parecía como relleno vacío en aras de lograr una función de dos horas de duración.
En lugar de evocar la tristeza teñida de sepia que quedó tras el suicidio del marido de Blanche en sus recuerdos íntimos, como se hace en la obra teatral, la producción del Scottish Ballet periódicamente resucita su cuerpo ensangrentado, como una especie moderna del fantasma de Banquo, durante los momentos de crisis que ella sufre.
La nota más discordante de la noche llegó con el único uso de las palabras de Williams por Erik Cavallari, en el papel de Stanley, el violento cuñado de Blanche. Su famoso grito demandando el regreso de su esposa Stella, Sophie Martin, al lecho conyugal exige un actor de la talla de Marlon Brando – cuya actuación cinemática del papel está claramente referenciada en la coreografía de López Ochoa.
Mientras que muchos bailarines se mueven con la intensidad requerida, no se vio ningún bailarín que también pueda actuar con la misma fuerza. La violación bailada de Stanley a Blanche al final del ballet era completamente brutal, y diestramente evitó la trampa de caer en la depravación que se documenta.
Confesaré una preferencia por la perfección alcanzada mediante la eliminación de todo lo que es innecesario a la realización visual de una idea artística. Limitado a las escenas metafóricas bailadas por Blanche cuando ella esta atraída por la luz de pasión como una polilla a una llama, parece que hay una obra verdaderamente trascendente enterada en esta obra de teatro que obviamente complació la gran mayoría de su público.
Cuando Mitch, el pretendiente de Blanche, bailado por Lewis Landini, arranca la luz hacia el rostro de Blanche para obligarla a reconocer su pasado como prostituta, se logra una violencia psicológica tan devastadora como la violación física hecha por Stanley.
El ballet de cuentos parece tener una especie de renacimiento en el siglo XXI, aunque parece que muchas de las lecciones aprendidas durante el apogeo de la forma en el siglo XIX sobre la necesidad de tramas simplificadas, se necesita, en muchos casos, volverse a aprender.
El elaborado desfile de Mardi Gras hacia la locura y el extraño campo humano de flores para los muertos al final de la obra eran poco más que distracciones irritantes en este Tranvía. La Blanche de Mutso, bailando en medio de las luces de una casona en ruinas, es el corazón poderosamente palpitante de la obra. Esto fue todo lo que se necesitaba para lograr la poesía de la idea original de Williams.