El 2 de mayo, en Munich, Alemania, falló su corazón y o hubo ninguna alternativa para salvarla. Maya Plisétskaya, una de las más grandes bailarinas del siglo XX, marcó su adiós a los 89 años.
Maya Plisétskaya empezó a bailar a los 3 años en la Escuela de Danza de Moscú. Su padre, Mijaíl Plisetski, judío, fue ejecutado por orden de Stalin en 1938, y su madre, la actriz Rachel Messerer, también judía, fue deportada junto con su hermano al gulag. Plisétskaya logró destacarse en la escuela del Teatro Bolshói, bajo la influencia de sus tíos Asaf y Sulamith Messerer, por entonces bailarines de esa compañía controlada por el régimen soviético.
En 1943 la bailarina pasó a integrar las filas del Bolshoi y a los 18 años se convirtió en primera bailarina. Su carrera profesional empezó cuando bailó por primera vez “La muerte del cisne”, obra con la que se despidió de los escenarios cuando ya tenía cerca de 70 años.
Después de un largo período en el que no pudo salir del país por restricciones políticas, comenzó a hacer giras internacionales durante las que visitó países como Estados Unidos, Francia, Reino Unido, Italia (donde fue directora del Ballet de la Ópera de Roma), Argentina, y en España, donde dirigió la Compañía Nacional de Danza.
Nacida el 20 de noviembre de 1925 en Moscú, Plisetskaya desafió el tiempo y las costumbres de la época, escandalizó al régimen soviético con interpretaciones osadas y se apasionó con coreografías modernas como “Carmen Suite”, que Alberto Alonso hizo para ella. Incorporó obras de Maurice Béjart y de Roland Petit.
Entre los roles más reconocidos figuran el de Odette y Odile en “El lago de los cisnes”, que interpretó más de 800 veces; Kitri en “Don Quijote”, Carmen en “Carmen Suite” de Alonso, Anna Karénina, en la obra del mismo nombre en la cual fue intérprete, directora escénica y coreógrafa, y otras que se acumulan en una larga lista de memorables interpretaciones que han dejado huella en la historia del ballet.
La artista dirigió, entre 1987 y 1990, el Ballet del Teatro Lírico Nacional de España, tenía la medalla de oro de Bellas Artes y en 1993 obtuvo la nacionalidad española. Venerada y aclamada por el público y los bailarines de todo el mundo, recibió el Premio Príncipe de Asturias de las Artes en 2005, que se otorga a las personalidades más destacadas de la cultura y el arte.
Junto a su marido de toda la vida, el compositor Rodión Shchedrín, crearon un archivo documental sobre su trayectoria, un museo sobre la danza clásica y la composición musical; organizaron concursos de danza clásica, cursos, charlas y conferencias relacionadas con el ballet clásico y la composición.
Inolvidable por su intensidad como intérprete, con Plisétskaya se va una parte importante de la historia de la danza, y una cultura ética de esta profesión que ha perdido su razón de ser con el exitismo, la falta de trabajo y las acrobacias primando sobre la calidad.