Para dar fin a su corta temporada, Ballet Bolshoi trajo a la escena del teatro David. H. Koch, del Lincoln Center, el inmenso ballet “Espartaco”, basado, con algunas libertades, en la novela del mismo título que lleva la firma de Raffaello Giovagnoli, a la que fue añadido un libreto de Nikolai Volkov.
La triunfante obra (de tres horas de danza constante y estruendoso acompañamiento musical), “Espartaco” fue estrenado por la compañía rusa en 1968, con coreografía y libreto de Yuri Grigorovich, sobre la partitura musical de Aram Khachaturian. Si bien otros coreógrafos se vieron tentados a crear pasos sobre la misma música, los aplausos obtenidos por la versión de Grigorovich, la mantienen en el repertorio como uno de sus platos favoritos.
El reparto de ese día llevaba a cuatro luminarias como personajes principales: Mijail Lobukhin como Espartaco, líder de los gladiadores, y como su amada Frigia, Anna Likulina. Craso, jefe del ejército romano estuvo a cargo de Alexander Volchkov, y la intrigante y ambiciosa cortesana Aegina, fue la sublime Svetlana Zakharova.
No hay duda que la obra es (dicho en términos que quizás algunos lectores consideren exagerados) “apabullante”. No solo por el tamaño del cuerpo de baile masculino, sino también por la música tan estridente, especialmente el constante uso de tambores. Después de ver casi tres horas de danzas consecutivas y percusión extremadamente ruidosa, el público se volcó en aplaudir o dar gritos de aprobación a cualquiera de los pasos que llamaran la atención.
La única música sutil y romántica de la obra, fue usada por el coreógrafo para el Pas de Deux de Espartaco y Frigia, en el segundo acto. Una pieza bellísima, que deja deseos de más.
La extraordinaria Zakharova arrebató al público desde que hizo su entrada en escena. No son solamente sus largas piernas, que pueden tocar el cielo con las puntas de las zapatillas, las que sorprenden. También son fáciles de descubrir en ella otras muchas cualidades. Sin embargo, la gran Zakharova parece ajena a expresiones dramáticas muy necesarias en argumentos emotivos como lleva esta obra. Algo más de sentimiento, sin caer en melodrama, sería muy apreciado en ella para completar su rango de primerísima figura.
Lobukhin nunca deja nada más que desear en sus interpretaciones, que son perfectas y del agrado del público. Volchkov, por su parte, es de magnífica estatura, sumamente atractivo y soberbio bailarín. Nikulina, casi siempre en brazos de Lobukhin, completa este cuarteto de principales muy difícil de igualar.
El enorme cuerpo de baile masculino, que dominó la inmensa escena del Koch cada vez que apareció en ella, es prueba de la magnífica calidad de la técnica que poseen los bailarines del Bolshoi, ya sean coro, solistas o bailarines principales. No obstante, si la interpretación del elenco es insuperable, a la coreografía de Grigorovich, que a ratos se vuelve demasiado repetitiva, le vendría muy bien un recorte. Los espectaculares “tableaus” con que terminan los actos, proveen un novedoso final a la acción escénica, que no obstante, alivian el tedio que produce algunos momentos de lo compuesto por Grigorovich.
EL teatro Koch cierra sus puertas hasta septiembre, cuando volverá a funcionar con la temporada habitual del New York City Ballet. Se espera, además, el debut del Mikhailovsky Ballet, que trae “La llama de París”, y de artistas principales como Natalia Osipova e Ivan Vasiliev- ¡Bienvenidos!
Fascinating read, this may prove useful!
La magnifica descripcion del ballet ESPARTACO reitera mi propia opinion de que un extraordinario despliegue de tecnica y fuerza …no debe llegar a cansar al publico por su
demasiada larga coreografia !!!