El programa de la Society for the Performing Arts patrocinado por el Cullen Theater que tuvo como protagonista a la compañía Jessica Lang Dance dice: “Traer los mejores del mundo a Houston”.
La pregunta que queda colgando en el momento en que baja el telón final es ” ¿lo hicieron? ”
El programa multimedia “todo-Lang” de seis piezas se abre con “Lines Cubed” con música donde predomina el staccato y las estridencias, compuesta por John Metcalfe y Thomas Metcalfe. Los trajes de Lisa Choules tienen toques de negro sólido con las camisas negras transparentes bordeadas de negro. Parecen ser una elección de estilo popular en estos momentos en las obras contemporáneas.
Bajo una luz brillante diseñada por Nicole Pearce, los bailarines saltan en el lugar en un rectángulo que enmarca la escena. El conjunto complementa el marco con un rectángulo blanco a la derecha y un panel horizontal más pequeño por debajo de ella. Los saltos acompañan los “techno beats” son percusivos y van decayendo. Las levantadas, también se producen en una sucesión de niveles.
Una mujer en rojo entra de perfil, avanzando con pasos discretos hacia el proscenio y en una curva lateral. Las líneas se configuran en ángulos. Los hombres de rojo llevan a la mujer de rojo cargada con los brazos extendidos. Es una especie de captura de la visión doble. Ella escala del suelo mientras los hombres ruedan en su dirección.
En suma, parece más matemática que ballet, y las matemáticas no ofrecen mucho más que una fórmula de conducir el movimiento medido. Los bailarines caen en espirales. Los movimientos “Yellow ” y “Blue” siguen al “Red”. “Yellow” abre con giros bailado por tres mujeres en amarillo. Dan poco “brisés”, seguido por pas de chats. Es juguetón con vueltas de cañón. El tempo es preciso. Nadie usa mucho la espalda mucho, y da la impresión de que el espectador está frente a un grupo de flash dance organizada por Ikea.
En “Blue” hay una cierta toma de forma interesante. Los bailarines se elevan como diversas especies de aves. Las fronteras se mueven, redefiniendo el espacio. Entran en tríos acompañado por cello, a través de permutaciones con código de color. El baile es mejor aquí, pero parece que es sólo para servir a los efectos del vestuario y el color, en lugar de ser a la inversa.
Mendelsohn y los modernos
“Mendelsohn/Incomplete” nos trae un sexteto que comienza a la derecha del escenario con los bailarines vestidos con añil y violeta. Cinco bailarines se van, y las bailarinas restantes hacen el movimiento lento y exaltado. Dos bailarines vuelven y hay interpolaciones con la mujer que se mueve desde el suelo al pie, para que puedan cruzar el escenario. Hay otro enredo más lento de tríos con alas que se mueven en un pas de deux. Es casi de danza moderna. Hay más definición, con el uso de cuadros, y sin embargo, el trabajo sostiene un “rondeur” atractivo. La música es tonal, y se puede decir que los pasos siguen en una manera demasiado suave, al punto que la resistencia se pierde y la música sale más rica que los pasos.
En “Among the Stars” la iluminación parece estática y no hay decoros. Se abre a una introducción de piano (música de Ryuichi Sakamoto ). Un bailarín, caminando, arrastra un tren de la tela de seda. Un bailarín en gris sube y da vuelta. El tren de seda divide a los dos bailarines en la diagonal. La bailarina está en puntas. Manipulan el tren para que divida su espacio. Hacen manos de espejo y un pas de deux. La interpretación en puntas es un adagio mediocre acompañado en piano, y la coreografía no sobrescribe el tedio de los arpegios.
El mejor momento es cuando los bailarines dejan de lado la tela que distrae, y bailan sin hacer referencia a ella. La obra está gestada para un estudio de cámara, y el Cullen, el más pequeño de los dos escenarios en el Centro Teatral Wortham, es demasiado grande para esta pieza.
En “The Calling” una bailarina increíblemente alineada, con un vestido largo, blanco, cuya falda cae en un círculo que la circunda. Los elementos de diseño fueron apoyados por la danza. Cada tendón parece estar escuchando. Se trata de un estudio continuo, y el trabajo más llamativo de la noche, elegante en su simplicidad, grandiosamente concebido, pero sin afectación.
La última pieza es una obra multimedia con cine y danza llamado “Ink”. Bailarines con trajes blancos con iluminación blanca, cabezas y pies que adquieren una cualidad bidimensional, en parte debido a que es cine y en parte por una sola cámara que se centra en ellos.
Una entrada en cámara lenta es acompañada por el silencio, que es eficaz desde un aspecto teatral, pero no en lo referido a la danza. A continuación, el aspecto fílmico se acelera como si se tratara de cine mudo.
Hay buenas formas durante un interludio. El baile del sueño confiere ligereza. A continuación, una bailarina en el escenario refleja una bailarina en la pantalla que parece haber levantado vuelo. En cada secuencia, los conceptos de diseño superan a la danza que queda relegada a la condición de hijastra, y en comparación con los efectos especiales, carente de intensidad.
Un fuerte pas de deux de la mujer que bailaba con el vestido blanco soluciona esta ausencia. Termina con la misma explosión que se inició el programa, repetición de símbolos y música.