La temporada 2013/2014 del Royal Ballet de Londres se inauguró por todo lo alto con una nueva producción de “Don Quijote”, cuyo máximo responsable fue Carlos Acosta. Ante la coreografía original de Marius Petipa sobre la partitura de Ludwig Minkus (1869), dos eran las posibles perspectivas que podía adoptar el artista cubano: la ruptura sin ambages de todos los cánones preestablecidos o una sencilla actualización de la obra decimonónica a los tiempos actuales.
Pues bien, parece que la opción por la que se ha decantado es la segunda. Conceptualmente, Acosta ha respetado el planteamiento general, a excepción de la condensación de la obra en tres actos, en lugar de los cuatro originales. En el terreno de la coreografía, aquellos fragmentos de “Don Quijote” bien asentados en la memoria de cualquier balletómano permanecen inalterados, a saber, solos, pas de deux y, especialmente, el gran pas de deux de las bodas de Kitri y Basilio. Todos ellos trufados con las grandes y coloristas escenas corales en el pueblo y en la taberna.
La protagonista femenina fue Roberta Márquez, quien, dada su ascendencia brasileña, supo cómo añadir el ingrediente de la seducción a su papel. La bailarina construyó un personaje lleno de pasión, gracia y encanto, cualidades todas ellas suficientemente determinantes para enloquecer a Basilio, protagonizado por Alexander Campbell.
Más que por sus habilidades como partenaire, el bailarín australiano se lució en sus variaciones en solitario, gracias a su buena técnica y a su capacidad de salto. Márquez brilló tanto en los solos de “Don Quijote” con un buen manejo de los equilibrios, como en los pasos a dos con dificultosos portés.
La unión de ambos protagonistas –Márquez y Campbell– buscó el equilibrio, aunque con un cierto predominio de la brasileña. Verdaderamente arrebatadora fue la interpretación de Ryoichi Hirano en el rol de Espada. Quien sí supo cómo darle ese punto de gracejo necesario a su papel fue la madrileña Laura Morera en la piel de Mercedes. Sin duda, Hirano-Morera personificaron las figuras más explosivas y efervescentes de la obra.
En la actualidad, sólo las grandes casas del ballet y los principales teatros del mundo pueden acoger una producción de la envergadura y calidad de “Don Quijote”: concurrido elenco de bailarines en escena, orquesta en directo, suntuoso vestuario, decorado de grandes dimensiones, etcétera. Pero incluso los más mejores pueden tener un mal día.
Un fallo técnico en el segundo acto obligó a interrumpir durante unos minutos la representación. Anécdota aparte, la suma de todos los elementos es majestuosa. Sin grandes novedades que chirríen sobre el original, con una actualización de vestuario y escenografía, y una simplificación de la densa mímica decimonónica como características a resaltar, Carlos Acosta se ha enfrentado a sus molinos de viento al crear su primera gran producción para la compañía dirigida por Kevin O’Hare.
La matinée en la londinense Royal Opera House, muy concurrida y agradablemente ocupada por padres con sus pequeños retoños, concluyó con una importante salva de aplausos.