Las hojas, en su mayoría, aún se conservan verdes en la ciudad que algunos llaman “la capital del mundo de la danza”. No obstante, ya el estío ha vuelto a remover la cartelera con la diversidad que caracteriza a la Gran Manzana: danza moderna, contemporánea, ballet clásico o neo-clásico.
Las puertas del teatro Koch del Lincoln Center, están abiertas de par en par desde el 17 de septiembre porque acogen en “su casa” al residente de ellas: el New York City Ballet (NYCB), que la ocupa varias veces al año. La actual temporada termina el 13 de octubre, para dar entrada al San Francisco Ballet (SFB), que actuará allí desde el 16 al 27 de octubre.
La función del NYCB el 29 de septiembre no pudo ser más encantadora y hechizante. Tres coreógrafos diferentes, Christopher Wheeldon, Peter Martins y Jerome Robbins, midieron sus talentos en obras que pueden ser descritas con un solo adjetivo: magníficas.
“El Carnaval de los Animales”, sobre la conocida partitura del mismo nombre de Camille Saint-Saëns, tuvo una narración original de John Lithgow, fue interpretada por Jack Noseworthy, artista invitado. Y por el graciosísimo niño aprendiz Maxiliam Brooklyn Landegger, como Oliver, quien se condujo como todo un profesional, presente en el escenario durante toda la trama.
Mencionar a todos los intérpretes, que son muchos, haría este escrito demasiado largo. No obstante, la interpretación de Sara Mearns, con semblanzas al Canguro, al igual que Amar Ramasar, con gestos de mono y brazos largos que tocaban el suelo, hicieron las delicias de los muchos niños que ocupaban asientos en la enorme sala del teatro.
Por supuesto que todos esperaban la aparición del Cisne eterno que inmortalizara Anna Pavlova, vistiendo bello tutú de plumas con unas cuantas como adorno de la cabeza, en sus últimos momentos de vida. Pero no, este cisne que bailaba a los compases de las bellas melodías, era totalmente moderno, con bello vestido de espalda descubierta y saya larga, calzando zapatos de pequeños tacones. Al final, al fondo del escenario, apareció el tradicional cisne en un rápido pas de bourée, que cruzó de un lado a otro del escenario como una ráfaga.
Para finalizar, todo el elenco en escena, logró un bello “tableau” que el público premió con fuertes aplausos, aplicados también como premio a la coreografía de Wheeldon.
“Jeu de Cartes” de Peter Martins, que siguió el programa, recuerda, en las filas del Corps de Ballet mixto que irrumpió en el escenario, a los estilos usados por Balanchine en algunas de sus obras, especialmente la que como ésta, llevaba música de Stravinsky. Con vestuario basado en las barajas, original de Ian Falconer, los cuatro solistas principales, Sterling Hyltin, acompañada por Robert Fairchild, Taylor Stanley, y el atractivo Andrew Veyette, rindieron magníficos trabajos. El numeroso coro también mereció los buenos aplausos que le fueron tributados.
Para terminar el programa, subió a escena “Las Cuatro Estaciones”, del famoso Jerry Robbins, que data de 1979, y está inspirada en distintas y bellas partituras de Verdi, que lleva vestuario y escenografía de Santo Loquasto, conocido diseñador que ha ganado muchos premios por sus magníficos trabajos.
Volvió a destacarse en ella la gran Sara Mearns, acompañada de Jared Angle, en el espacio dedicado a la primavera. Tanto en el baile de pareja, como en los solos, Mearns mostró por qué es favorita de muchos críticos, que le dedican sus mejores y bien ganados elogios. Sus maravillosas y bien torneadas piernas, se estiran hasta casi tocar lo más alto del telón. Por otra parte, sus posiciones y resoluciones de pasos son correctísimas, y hay algo en ella, en sus hombros y cuello, que indica cierta emoción, sin llegar a melodramas. Mearns es, sin duda alguna, una bailarina muy especial, destinada a éxitos aún mayores.
La estampa final, dedicada al otoño, se la llevaron en el bolsillo el trío de solistas que aparecieron en la escena: Tiler Peck, límpida y veloz, que lograba vueltas como si fuera un trompo, y las detenía en correcta precisión, a la que seguía Daniel Ulricht, para quien los saltos y los “pirouettes” son temas fáciles. Completó el trío el madrileño Joaquín de Luz, otro bailarín meteórico y magnífico en los repetidos “doublé assemblés en l´air”, que logró sin titubeos de ninguna clase.
Bajo las expertas batutas de Daniel Capps y Clotilde Otranto, la orquesta sonó arrobadora y muy musical.
Después de esta temporada, el NYCB reaparecerá en una gala que dará paso al eterno “Cascanueces” de Balanchine, habitual en la época navideña, cuyas presentaciones durarán hasta los primeros días de enero de 2014. Después se iniciará la temporada invernal que continuará por dos meses más.