Viene de El poder y la ambición.
Wirth parece desear que se establezca una comparación entre los deseos del monarca, con los de Fidel Castro. Cuando el guerrillero le preguntó a Fernando Alonso, en 1959, en su calidad de director artístico de la compañía, qué cantidad de dinero necesitaba para poner en marcha al Ballet de Cuba, Fernando citó una cifra elevada que Castro aceptó. Ahora era solo cuestión de preparar programas y rehabilitar sus filas (la Academia de Ballet, fundada por él – No por Alicia, cumpliría con ello). Exportar su “fidelismo” entre bastidores, no parecía ser dádiva demasiado costosa.
¿Sería acaso la creación de los “comités de seguridad” (Comités de barrio, mayo 6 de 1960, en el estudio de danza de la compañía, en el barrio de El Vedado), el pago del agradecido maestro a la revolución? Todo cabe en lo posible. En el acta levantada ese día, aparece el nombre de Fernando como encargado de las finanzas, y el de Alicia encabeza la lista de vocales.
Entre los relevantes sucesos que vinieron después (y para ellos me remito a la historia y a mis recuerdos), hay que mencionar el divorcio de Fernando y Alicia, en 1964, y el “exilio” de Fernando en Camagüey, donde por muchos años dirigiría el conjunto local. En la actualidad, con 98 años, mantiene un humilde perfil en las actividades de danza de la capital habanera. Sin embargo, su presencia es requerida a menudo fuera de Cuba. Su prestigio como maitre, es reconocido y apreciado mundialmente.
El coreógrafo Alberto Alonso, terminó sus años como maestro, en el Santa Fé Community College de Gainesville, U.S.A. Allí falleció el último día del año 2007. Su legado, no obstante, se reduce a “Carmen”. Las otras obras clásicas que hizo, creadas mayormente para la Escuela de Baile de Pro-Arte Musical o para el BNC, han sido archivadas y no han vuelto a ser presentadas en ningún escenario de Cuba. Resulta una verdadera pena que su magnífico “Concerto” de Bach (Escuela de Baile de Pro-Arte, 1943), creado para su primera esposa, la canadiense Patricia Denise, que entonces ostentaba el nombre de Alexandra Denisova, como miembro del Original Ballet Russe de De Basil, se haya perdido.
La escuela nacional, que continúa produciendo magníficos bailarines, la dirige desde hace varios años, Ramona de Sáa, a quien pocos fuera de Cuba conocen. No obstante, el producto más determinante de la excelencia de De Sáa como maestra, es el bailarín Carlos Acosta, quien ha reconocido públicamente la importancia que su profesora ha tenido en sus éxitos profesionales.
“Un tragique empire” (Un imperio trágico”, que pone fin a la interesante lectura, no necesita traducción. Su título lo dice todo. Solo pido al lector que repase lo leído y saque sus propias conclusiones. “La ballerine & El Comandante” ofrece una magnífica lectura, especialmente para los que saben poco del desarrollo de ese arte en la perla de las Antillas. Un trabajo de investigación digno de felicitaciones para la autora, Isis Wirth.