La editorial francesa François Bourin publicará próximamente, en su colección Les Moutons Noirs, “La ballerine & El Comandante. L’ Histoire secrète du Ballet de Cuba”, de Isis Wirth.
Es la primera biografía de Alicia Alonso en francés, en la que se destaca la relación de una de las figuras fundadoras del Ballet Nacional de Cuba con el régimen de Fidel Castro.
“Este libro es la historia de un pacto fáustico entre una artista y un dictador”, dice la editorial en su presentación del libro en internet.
Alicia Alonso, una de las estrellas más grandes del ballet del siglo XX, ha trabajado con los más importantes coreógrafos, al tiempo que ha realizado versiones de algunos de los más famosos títulos del repertorio clásico. Es la “madre” de la “escuela cubana” de ballet, de donde han salido bailarines fantásticos. “Pero este éxito es inseparable del régimen totalitario instalado por Fidel Castro”, señala.
Castro vio en el ballet un gran instrumento de propaganda nacional e internacional. El régimen cubano ofreció a Alicia Alonso, que ya había comenzado una deslumbrante carrera en los Estados Unidos, los medios necesarios para alcanzar su sueño. A cambio, la “Cobra Negra” se comprometió en proporcionar, “tanto en sus momentos más abyectos como en la actualidad, un inquebrantable apoyo al régimen”, añade.
“La bailarina & El Comandante”, destaca esta “complicidad trágica”, indica la editorial. “Unidos por la misma pasión por el poder, bailarina y comandante han escrito una historia que termina de manera patética en marasmo, gerontocracia y, para el ballet, la fuga de bailarines”, considera.
La historia comienza en los inicios de la enseñanza del ballet en Cuba, en la academia de la Sociedad Pro-Arte Musical en La Habana, en 1931, en la que empezaron a formarse Alicia, Fernando y Alberto Alonso. Este último fue el primero en partir de la isla, al unirse al (entonces) Ballet Russes de Montecarlo, del coronel de Basil. Fernando y Alicia partieron más tarde rumbo a Estados Unidos, integrando Fernando el Mordkin Ballet, y luego junto a Alicia el American Ballet Caravan, para pasar a formar parte del recién fundado Ballet Theatre (hoy American Ballet Theatre) en 1940.
Pese a sus problemas de visión, Alicia alcanzó rápidamente el estrellato en los rangos de Ballet Theatre. Junto a su marido Fernando y a su cuñado Alberto, en 1948 fundaron en Cuba el Ballet Alicia Alonso, que en 1955, bajo el gobierno de Fulgencio Batista, fue re-bautizado Ballet de Cuba.
Batista había derrocado, por medio de un golpe de estado, al presidente Carlos Prío Socarrás, en 1952. Este último ya le había otorgado al Ballet una subvención, la cual mantuvo Batista. Se la retiró, sin embargo, en 1956. El Ballet fue disuelto, Alicia continuó su carrera en el extranjero, y ocasionalmente pudo hacer que se presentaran en los Estados Unidos las bailarinas más prometedoras de la Academia de Ballet Alicia Alonso (que nunca dejó de funcionar), creada por Fernando en 1950.
“Y en eso llegó Fidel”, en enero de 1959. En febrero de ese año, los artistas del ballet ofrecieron una función en honor del “ejército rebelde y el gobierno revolucionario”, a la que asistió El Comandante y su hermano Raúl, jefe del ejército, el mismo día en que Fidel fue nombrado oficialmente primer ministro. Alicia partió de vuelta a los Estados Unidos, donde aun se encontraba cuando un tiempo más tarde, Fidel Castro se presentó en el apartamento de la pareja en La Habana para preguntarle a Fernando cuánto le hacía falta para re-organizar el Ballet. Le ofreció cinco veces más de lo que Batista había negado.
Luego, y siempre con el sostén del nuevo poder, se creó la escuela nacional de ballet, de la que salieron los “bailarines nuevos”, limpios de las “plagas del pasado”, esto es, la homosexualidad.
En la primera presentación realizada por el Ballet Nacional de Cuba en un país occidental y no “hermano” ( como eran llamados la antigua URSS y las “democracias populares” de Europa del este, así como China y Corea del norte), diez de esos bailarines todavía no “formados por la revolución” decidieron jugarse el todo por el todo, con tal de no regresar a Cuba, atemorizados por los campos de “re-educación por medio del trabajo” (la versión tropical del Gulag soviético), denominados Unidades de Ayuda Militar a la Producción, donde confinaban, entre otras “lacras”, a los homosexuales.
Ocurrió en París, en 1966. Los diez bailarines, todos homosexuales, ni siquiera pudieron esperar a la segunda función (sin importar que asistiera a ésta el primer ministro, Georges Pompidou, y Pierre Mesmer, su ministro de defensa), para pedir asilo político. Fue el “escándalo” más sonado en el mundo del ballet comunista después de la huida de Rudolf Nureyev, sucedida justo en París cinco años antes.
Casualmente, Nureyev había visto de incógnito a los bailarines cubanos, en un previo ensayo en los Campos Elíseos. Pero no podía imaginarse que una historia similar a la suya estaba a punto de tener lugar. Pese a la fuga de los bailarines, Alicia obtuvo el Grand Prix de la Ville de París.
Durante los años posteriores, el prestigio del ballet cubano continuó afirmándose, en Cuba, en los “países hermanos”, en Occidente y en los propios Estados Unidos. Una cierta decadencia comenzó a despuntar, no obstante, en la primera mitad de la década de los ochenta del pasado siglo. Se produjo un atasco generacional. Por una parte, la prima ballerina assoluta continuaba bailando, como las que le seguían según “orden de llegada”. A éstas se les agregaban otras dos bailarinas estrellas, pertenecientes a una generación intermedia. El problema era con las más jóvenes, todas talentosas, que no obtenían roles principales ni tampoco eran ascendidas a la categoría que merecían, aunque el público habanero las aclamaba.
La renuncia en 1986 de Jorge Esquivel, el partenaire de Alicia Alonso, al Ballet Nacional, inspiró a esas bailarinas cuyas carreras estaban bloqueadas a dirigirle una carta al Comité Central del Partido Comunista de Cuba, es decir, al propio Fidel Castro.
Pero el obstáculo más grande que se interpuso en el camino de Alicia Alonso, fue Carlos Aldana, ideólogo del Partido Comunista de Cuba, y entonces número tres del régimen, tras Fidel y Raúl Castro. En 1992, Aldana se propuso despojar a Alicia de su poder. Casi lo logra. Pero advino un golpe de suerte para ella: Aldana fue defenestrado, debido probablemente a veleidades con la perestroika de Gorbachov.
Alicia Alonso no sólo pudo sobrevivir a Carlos Aldana, sino de cierta manera al propio Fidel Castro, quien se vio obligado en 2006 a cederle el poder provisionalmente a su hermano Raúl. Éste fue confirmado oficialmente en 2008. Fidel Castro fue confinado a escribir unas obtusas “reflexiones”, las que sin embargo han dejado de aparecer en los medios del gobierno. Alicia, en cambio, próxima a cumplir 93 años, conserva todo su poder al frente del Ballet Nacional de Cuba.