Igual que sucedió hace una centuria, dos colosos: el compositor Tchaikowski, y el coreógrafo George Balanchine, han sido reunidos por sus predecesores, para ofrecer desde el 15 de enero hasta el 24 de febrero el ciclo “Tchaikowsky Celebration”, incluido en la temporada invernal del New York City Ballet (NYCB).
En aquella lejana época, Tchaikowski se unió al coreógrafo Marius Petipa para crear las que resultaron ser tres obras magistrales e imperecederas: “Cascanueces’’, ‘’La Bella Durmiente´´ y ´’El Lago de los Cisnes’’. La unión actual con el moderno Balanchine ha resultado igualmente portentosa.
En la primera semana de la temporada invernal, aparecieron tres de las mejores obras clásicas de ambos creadores. En una de las funciones de la compañía capitaneada por Peter Martins hubo tres: “Serenade” (1934), “Mozartiana”(1981), y “Tchaikowski Piano Concerto No. 2” (1941-1964). Esta última, no detenida en ninguno de los movimientos que la componen musicalmente, tuvo una magnífica interpretación al piano por parte de Susan Walters
“Serenade” fue el primer trabajo coreográfico que Balanchine ejecutó con bailarines estadounidenses, todos miembros de su recién formada School of American Ballet (Escuela de Ballet Americana). Balanchine había recientemente arribado a este país, por la invitación de su amigo Lincoln Kirstein, e inmediatamente comenzó a trabajar. El resultado no pudo ser más prometedor.
La belleza de “Serenade” no ha podido ser aún sobrepasada, tanto en la coreografía como en la Serenata para Cuerdas que la inspira, música suave y romántica que es como un ensueño encantador.
Esta nueva unión, a través de los años, continuó ofreciendo maravillas en la danza, como esta “Serenade” que abrió la noche. Cuando el telón se descorre, aparece el nutrido coro femenino con un brazo en alto, como si quisiera detener lo que se acerca. Pronto comienzan a ejecutar el primer paso que se enseña en una clase: el sencillo tendú. Si se leen las notas al programa, el lector comprenderá que el coreógrafo incluyó en la obra lo que sucede en una clase, igual que los accidentes que pueden ocurrir en una clase, cuando una bailarina cae al suelo, en este caso, voluntariamente.
La obra fue revisada por Balanchine después de su estreno y según sus propias palabras, “el orden de la partitura de Tchaikowski fue cambiado, finalizada ahora con la triste ´Elegía´, que antecedida por ´Vals´ y ´Baile Ruso´”. Entre los intérpretes solistas, no se puede dejar de notar la presencia de Sara Mearns. ¿Qué la hace diferente a las demás? Que baila con cierto ardor que no aparece en las otras. Mearns, además, posee la magnífica técnica necesaria para lograr correctamente las difíciles coreografías del maestro.
Según la escuela de Balanchine, lo importante es la limpieza en los pasos y la velocidad con que son interpretados. Parece ser mejor dejar los sentimientos en casa, evitando de esa manera que parezcan melodramas.
“Mozartiana”, hecha dos años antes de la muerte del gran coreógrafo, tiene un comienzo casi religioso con “Preghiera” (Plegaria), en la cual, además de la solista, vemos a cuatro bailarinas pequeñas, que se comportan con gran profesionalidad y luego se desdoblan en cuatro bailarinas adultas. Sigue la Giga, interpretada con poca gracia por Anthony Huxley, y continúa con el Tema y Variación, a cargo de la pareja principal, Sterling Hyltin y Chase Finlay. Este joven bailarín está realizando todo lo que se esperaba de él. Su colorido físico recuerda al dorado Apolo de la mitología griega. Tiene, además, buena estatura y sus movimientos poseen gran elegancia. Con el tiempo y muchas actuaciones, llegará a ser una gran figura de la danza.
Para terminar la noche, “Concierto de Piano No. 2 de Tchaikowski” volvió a llenar el escenario de intérpretes de ambos sexos, junto a una pareja de solistas principales, a cargo de Teresa Reichlen y Tyler Angle, otra solista principal, interpretada por Ana Sophia Scheller y varios coriphées adicionales.
Reichlen es la perfecta bailarina al estilo Balanchine: Piernas muy largas y flexibles y total falta de expresión en su cara. El rol de Angle fue poder mover a su compañera con total efectividad; en una palabra, ser solamente “partenaire” o compañero. Balanchine mostró su camino cuando dijo “la danza es mujer”, y todos los roles que consecuentemente creaba, fueron hechos para las bailarinas, sus musas eternas.