Eso sucede cada año en el teatro City Center de Nueva York, cuando es ocupado durante el mes de diciembre completo por el Alvin Ailey American Dance Theatre.
Uno de los programas fue cubierto por cuatro piezas de dos coreógrafos: Alvin Ailey, fundador y director de la compañía hasta su muerte, y Ulyses Dove, que goza de gran prestigio en la actualidad. Del primero subió a la escena “Streams” que data de 1970, y terminó con el imponderable y eterno “Revelations”, compuesto diez años antes. De Dove son “Urban Folk Dance”, de 1990 y “Episodes”, de 1987.
Entre ellos, es innegable que la joya de la noche fue “Revelations” –nada nuevo en esto–, y mereció que su “Rocka by Soul” fuera repetido, ya que el público, negado a marcharse del teatro, lo exigía con sus aplausos. Aquí es necesario señalar que el público que asiste año tras año a las presentaciones del AAADT, va dispuesto no solo a aplaudir, sino a gritar o mostrar su aprobación en medio de una interpretación, merezca ésta hacerlo o no, si es del gusto de los asistentes.
La compañía posee un magnífico y bien entrenado elenco: Las bailarinas son muy estilizadas y es notable destacar sus magníficas extensiones y agilidad para saltar sobre el compañero límpidamente, lo que sucede repetidas veces. Los hombres son fuertes, y pueden girar con gran exactitud y perfección.
No obstante, tres de los trabajos son iguales en su mensaje: la discordancia entre las parejas, que es fácil notar en las divergencias entre hombre y mujer. Los trabajos de Dove –“Urban Folk Dance”, con música de Michael Torke, y “Episodes”, de Robert Ruggiero–, se asemejan en el uso de los brazos a “Streams”, obra de Ailey que lleva música de Miloslav Kubelác. El luminotécnico de la primera pieza, Chenault Spence, merece una mención por su buen trabajo en el cambio de las luces, mayormente usando una luz horizontal al centro de la escena, que marcaba el lugar a ocupar por los intérpretes en “Stream”.
Después de tantos sonidos diferentes para acompañar los bailes (en grabaciones eléctricas), llegar a la primera escena de “Revelations” fue como arribar a un momento de oración y respeto, que muy posiblemente elevaría el espíritu. Pasando entre las diez estampas que componen la obra, “Take me to the water” es llamativa e igualmente agradable, terminando con la preferida del público ya mencionada anteriormente, que obtuvo un bis por la insistencia de las ovaciones que recibió.
Y qué decir de los intérpretes. Habría que mencionar a unos cuantos, pero entre estos merece especial mención Alicia Graf Mack, principalmente en el Recitativo de la primera obra. Sus piernas alargadas y bellas, igual que sus pies que parecen calzar zapatillas de punta por su rápido “pas de bourrée”, muestran una perfección de ballet clásico digna de los mayores elogios.
Una agradable noche que se repetirá hasta el 30 de diciembre, cuando la compañía termine su temporada anual en la capital del mundo de la danza. Bravo por ellos, extensivo a su flamante nuevo director, Robert Battle y a su director artístico asociado Masazumi Chaya.