Para terminar su habitual temporada en el Met del Lincoln Center de Nueva York, el American Ballet Theater (ABT), dedicó la última semana a “El Corsario”, una historia que podemos llamar truculenta por los múltiples enredos que Lord Byron, sobre cuyo libreto está basado el argumento, imaginó para ella. El ballet, originalmente coreografiado por Joseph Mazilier y estrenado por el Ballet de la Ópera de París en 1856, fue rehecho por Mariua Petipa en 1898 para el Ballet Mariinsky de San Petersburgo, y estrenado en el teatro del mismo nombre. Esta versión es la que ha llegado a nuestros días, con coreografía adicional de Konstantin Serveyev.
El montaje para el ABT se debe a Anne Marie Holmes, quien también ha elaborado sobre el libreto original de Mazilier y Jules-Henri de Saint Georges. El bello vestuario e interesante escenografía llevan la firma de Irina Tibilova.
La obra, que consta de un prólogo, tres actos, custro escenas y un epílogo, lleva de acompañamiento las composiciones de cinco de los músicos más famosos de la era en que fue estrenado: Adolphe Adam, Cesare Pugni, Leo Delibes, Riccardo Drigo y Príncipe Oldenbourg. Las piezas más reconocibles son las usadas en el famoso Pas de Deux (originalmente Pas de Trois) del segundo acto, que ejecutan la captiva Medora, y Ali, esclavo de Conrad, el corsario del título, que se atribuye a Drigo, mientras las atractivas melodías de Delibes, le dan vida al Jardin Animée, encantadora escena del tercer acto.
El Pas de Deux, no fue conocido como tal hasta 1965, cuando Rudolf Nureyev, ya en el exilio, apareció con Margot Fonteyn, su famosa pareja, en una cinta fílmica titulada “An Evening with the Royal Ballet”, donde se acreditaba la coreografía con un lacónico “sobre Petipa”. La obra completa, sin embargo, no fue vista en este hemisferio hasta 1989, cuando la entonces llamada compañía Leningrad-Kirov Ballet la presentó en el Met de Nueva York, usando el Pas de Trois original.
Aparte de la agradable música y los numerosos bailes entregados a los personajes del reparto, este ballet, sin ser plato favorito de muchos puristas de la danza clásica, llenó al Met durante toda la semana que la obra estuvo en cartelera, a pesar de haber abandonado las filas de la compañía algunos de los bailarines favoritos. El año pasado se retiró José M. Carreño, y este año, alegando las mismas razones, se marcharon Ángel Corella, Ethan Stiefel y Gennadi Saveliev. Sin embargo, aquí amerita destacar que si bien antes el ABT “hablaba en español” (frase que haría famosa el desaparecido crítico de danza Clive Barnes), ahora parece que el idioma reinante es el original de los países eslavos.
Los personajes principales de “Corsario” la noche en cuestión, llevaban a Xiomara Reyes como Medora. La cubanita, como es llamada cariñosamente entre sus admiradores, ha acumulado un buen contingente de ellos durante sus once años con la compañía. Le seguía Herman Cornejo como Conrado, el corsario del título, quien este año ha sido mencionado repetidamente por los críticos más exigentes de esta ciudad, que no dejan de maravillarse por el depurado clasicismo del bailarín argentino. Ivan Vasiliev, como Alí, el esclavo (que aparece en el elenco como invitado), es poseedor de una técnica tan atrevida y espectacular, que podría decirse que es casi diabólica. Un apreciado amigo ha mencionado que “la amplitud del escenario del Met no es suficiente para sus enormes y prolongados saltos”, por lo que a veces parece que va a terminar en el foso de la orquesta. Más que virtuosismo, lo que Vasiliev enseña en su baile, pudiera ser catalogado como un atletismo propio para la arena del circo.
Entre los otros roles principales estaba la dulce Sarah Lane como Gulnare, deslumbrante por sus suaves y amplios movimientos; Mikhail Ilyin fue el traicionero Birbanto, amigo de Conrado, que al final recibe el castigo que merece a manos de éste, y por último Daniil Simkin, quien logró una magnífica caracterización como Lamkeden, mercader de esclavos, tanto como actor que como magnífico bailarín demi-charactére. Entre las Odaliscas del primer acto, Melanie Hamrick, Kristi Boone y Christinne Shevchenko, hay que destacar a esta última por lograr perfectos dobles y triples pirouettes, en su variación en diagonal. Julio Bragado-Young, como el cómico pashá Seyd, tuvo una buena caracterización del barrigudo personaje.
Todas las variaciones –y hubo una buena dosis de ellas–, fueron aprovechadas por el público para testimoniar las preferencias de la noche, que dividían a los asistentes en grupos diferentes: Los que iban a aplaudir (aunque fuera a destiempo) a su bailarín favorito, por razones de etnia, no podían permitir que su paisano/a tuviera menos aplausos que el otro/a principal), o los que favorecen el virtuosismo exagerado, aunque éste degenere en vulgaridad. Esa noche los chillidos ponían en evidencia la enorme multitud de juventud que ocupaba los pisos altos del teatro. A veces parecía una competencia de baile en donde se aplaude a rabiar a los medallistas. En fin de cuentas, ¡que vivan los aplausos!
Realmente maravilloso este grupo que bailo corsario muy bueno, como siempre mis felicitaciones van para Herman Cornejo quien ejecuta siempre todos los roles con un virtuosismo sin igual dandoles a cada papel su correcta interpretación sin caer en lo exagerado , lo vulgar ,el circo .
maravilloso el trabajo de este joven creo que es la unica estrella real que le queda al ABT