El virtuoso bailarín clásico decidió, a principios de 2012, afrontar el reto de interpretar el personaje de Don José de la archiconocida “Carmen” del francés Prospero Merimée, según la versión “en flamenco” del caribeño Eduardo Veitía, con el que mantiene vínculos de amistad desde sus tiempos de condiscípulos en la Escuela Nacional de Ballet. Su entusiasmo emergió tras ver un DVD de la obra, y aceptó prepararse para bailarlo como regalo en sus bodas de plata profesionales.
Teniendo en cuenta el tiempo pasado desde su creación, esta producción adolece de una endeble dramaturgia y su coreografía necesita ser “revisada’’.
Indiscutiblemente, hubo motivaciones artísticas más fuertes que las personales. Carreño confiesa que, sin esas motivaciones nada puede hacerse o lograrse, “siempre he querido experimentar lo nuevo”, comentó, y “ahora que no pertenezco al American Ballet Theater, estoy probando nuevas líneas de trabajo”. Se anuncian también para mayo, las dos funciones que hará en el NYCity Center, donde estrenará un solo con elementos del flamenco, creado para él por Igal Perry, directora de Peridance Contemporary Dance Company.
Por supuesto que esta transición genérica requería de una más laboriosa preparación técnica y corporal, al asumir algo tan opuesto al “academicismo clásico”. Es decir “lo español, o el flamenco”, donde todo es en el piso, calzado con botas para el taconeo y zapateados. Es cierto que trabajó muy duro durante varias semanas precedentes, antes de llegar a La Habana y luego aquí, las intensas jornadas de ensayos con la afortunada ayuda del bailaor visitante, Francis Núñez, conjuntamente con el cuerpo de baile y solistas del BEC.
Para Carreño, la aspiración máxima era que el público cubano lo aceptara “como un bailarín flamenco”. Esto, infelizmente no ocurrió. El efecto de la decepción fue mayoritario entre los asistentes a las dos únicas funciones, a teatro lleno ambas, pero las ovaciones al final no se hicieron esperar, aunque mitigadas por su brevedad.
Admirable su plante escénico natural, enfatizado por su uniforme militar (aunque con la desventaja de una incómoda chaqueta mal ajustada a su talla), añadida su carismática presencia nata, así como impecables ejecuciones de múltiples pirouettes, con espectaculares cargadas en los dúos, pero las seguidillas y las bulerías no consiguieron la misma fortuna, a pesar del apoyo de sus colegas en la escena.
Él estuvo siempre consciente de la gran responsabilidad que representaba la confrontación con una audiencia que lo adora como el gran bailarín clásico cubano de la escena mundial, al mostrarse en algo muy diferente.
Entre sus próximos proyectos, además de las mencionadas dos actuaciones este mes en el City Center, está la dirección artística de los Cursos de Verano en la localidad floridana de Sarasota, donde contará con dos profesores cubanos como invitados: Loipa Araújo y Eduardo Veitía. Y sin duda, para noviembre, retornar a La Habana para bailar en el Festival Internacional de Ballet que dirige Doña Alicia Alonso cada dos años.