Once años han transcurrido desde la última ocasión en la que el Gran Teatro del Liceo de Barcelona acogió el icónico ballet de “El lago de los cisnes”. Aquella vez el clásico de Petipa-Ivanov fue representado por el San Francisco Ballet y protagonizado por sus estrellas de aquel entonces: Lucía Lacarra y Cyril Pierre -actualmente ambos forman parte del Ballet de la Ópera de Munich-.
Precisamente otra figura bien conocida por el público norteamericano, Ángel Corella (American Ballet Theatre), recaló con su compañía en el coliseo catalán para encarnar la inmortal obra.
Sin embargo, las circunstancias concomitantes a la actuación del grupo de Corella levantaron una gran polvareda en la profesión local. Tras la ruptura del convenio entre el Corella Ballet y la comunidad autónoma de Castilla-León, la formación volvía a sus orígenes al anunciar el traslado a la ciudad condal, mientras Ángel Corella rebautizaba el grupo como Barcelona Ballet. Con la crisis acechando a las arcas públicas y una difícil situación económica del propio Liceo, su reubicación en la capital catalana ha levantado suspicacias en los profesionales del sector, temerosos de posibles convenios con las instituciones locales.
Obviando la controversia, el Corella Ballet ofreció cinco representaciones de “El lago de los cisnes”, magistralmente secundado por la orquesta del Liceo, dirigida por la sabia batuta de Alexei Baklan, quien se entregó con absoluta pasión. Sin embargo, en el terreno de la danza la irregularidad fue la nota dominante. La verdadera solidez de un proyecto se constata en la fortaleza de un cuerpo de baile riguroso. Son los cimientos de una compañía. Las estrellas van y vienen, pero el cuerpo de baile conforma la identidad de una formación. Tras las fantásticas expectativas generadas por el Corella Ballet-Castilla y León en su debut en el Teatro Real de Madrid (2008) con la versión de Natalia Makarova de “La Bayadera” a la vista del cuidado “reino de las sombras”, parecía justo soñar con el mismo o superior nivel, especialmente, en los actos blancos (2º y 4º) de “El lago de los cisnes”. Lamentablemente, la bandada de 24 cisnes no ofreció una danza homogénea, achacable a la disparidad de un grupo formado por un abanico de solistas, bailarinas de cuerpo de baile y estudiantes de diversas escuelas.
A sus 36 años, Ángel Corella sabe cómo sacar el mejor partido a sus cualidades sobre un escenario. Giros y saltos son la seña de identidad del intérprete madrileño, junto a una energía explosiva. A eso hay que sumarle una capacidad envidiable para vencer a la cuarta pared y conectar con los espectadores. Para Sarah Lane, doble de la oscarizada actriz Natalie Portman en el filme “Cisne Negro”, la première supuso su debut en el rol dual de Odette/Odile. Solista del ABT, Lane da buena cuenta de las características y estilo de la escuela americana, quizás un tanto acelerada en la ejecución en las partes líricas en comparación con otros estilos europeos. Las cualidades de Lane le convirtieron en una eficaz Odile y en una Odette ávida de lirismo.
Lleno total en las cinco funciones en el Liceo y un público entregado –seis minutos de aplausos así lo certificaron- son los avales con los que cuenta Ángel Corella para insuflarse ánimo en el día a día. Ciertamente, el gran reto actual consiste en mantener en pie a la compañía que se enfrenta a un futuro complicado, teniendo en cuenta los recortes presupuestarios en toda España. Así las cosas, el artista madrileño va tener que desplegar todos sus encantos para seducir a patronos y sponsors, convencer a las instituciones públicas y no enemistarse con la profesión en Cataluña. Más difícil aún que alzarse con un Premio Emmy, hazaña cosechada por Corella por la grabación televisiva de “El lago de los cisnes” (2005), emitida por la PBS, y coprotagonizada por Gillian Murphy. De momento, el intérprete madrileño acaba de anunciar la apertura de una escuela de danza clásica en la localidad catalana de Figueres (Girona) para septiembre de 2014.