¿Por qué el nombre de Fidel Castro y su alma gemela, Alicia Alonso, siempre tienen que aparecer en los titulares de los periódicos, ya sean estos cibernéticos o impresos? Sin duda alguna, estos dos personajes a quienes muchos consideran “indeseables”, ocupan y han ocupado posiciones relevantes en dos campos que difieren bastante, no obstante, su presencia en la historia nunca podrá ser denegada. Pasando a contestar mi pregunta inicial, diré que por la necesidad de aclarar conceptos equivocados, no puedo sustraerme a caer en esa trampa.
“Alicia Alonso bailó para Batista”, artículo del Sr. Jorge Ignacio Pérez, publicado en el portal Diario de Cuba en días pasados, ha merecido mi atención por ciertos datos que necesitan ser aclarados, y estoy dispuesta a acometerlos “con la manga al codo”, según un dicho de José Martí, venerado apóstol de los cubanos.
Por lo que expresa el artículo en cuestión, nadie sabe en fin de cuentas quien es en realidad, Alicia Alonso. Creo que la definitiva aseveración del autor es algo incorrecta. Esta “dama de hierro del Caribe”, como la llama, mostró desde la niñez una voluntad de acero, conocida y sufrida por muchos a través de los años, dispuesta a hacer lo necesario (para ella) por mantener su supremacía en el mundo de la danza, dentro y fuera de Cuba. La llegada de Castro al poder le facilitó dominar la escena danzaría en su país y no es difícil imaginarlo: Castro necesitaba un nombre conocido internacionalmente, para exportar su marxismo-leninismo (léase fidelismo) mientras Alicia, por su parte, durante el tiempo que estuvo casada con Fernando Alonso, compartía la escena con él, pero una vez divorciada, ésta le pertenería totalmente, por lo que entonces dio rienda suelta a su totalitario poder, haciendo más hincapié en cuan fiel era a su comunismo (que prefiero llamar Alicismo).
Respecto al Ballet Nacional de Cuba, que indudablemente ha adquirido buena fama a través del mundo, hay que diferenciar los montajes de las obras presentadas – a los que la crítica universal no siempre trata con benignidad –, de los bailarines que aparecen en el escenario, quienes en su mayoría son admirados por la magnífica formación que obtienen en la llamada “escuela cubana de ballet”. En ello, muy injustamente se ignora la labor ímproba de Fernando, quien fundara la academia anexa al Ballet Alicia Alonso en septiembre de 1950, y ahora la dirección total de la escuela está puesta en manos de Ramona de Sáa, a quien secundan otros profesores que dedican largas horas del día y la noche a la enseñanza y todos permanecen anónimos.
Respecto al entrenamiento y coreografía, que también son acreditados totalmente a la experiencia de Alicia, creo que se ignoran igualmente otros profesores, como Loipa Araújo, igual que sucedió con Josefina Méndez, quien hasta su fallecimiento estuvo siempre junto a Alicia, transmitiendo los mensajes coreográficos que la assoluta no podía comprobar después de realizados si eran los que ella quería, por sus precarias condiciones físicas.
¿Qué puede proveer ya a la danza una persona, por muy diestra que ésta sea, si no puede moverse por sí sola, como tampoco puede ver? Esta pregunta, indudablemente cruel pero muy necesaria, nadie se atreve a hacerla, porque contestarla con honestidad, indudablemente mostraría falta de humanidad y compasión. Pero ¿es justo ignorar a los profesores anónimos que merecen el verdadero reconocimiento?
Respecto al revisionismo que el escritor del artículo en cuestión estima debe hacerse a tan larga y exitosa vida, como ha resultado ser la de la Alonso, espero que cuando se haga, se aclare que hubo una segunda aparición de Alicia ante el presidente Batista, cuando fue invitada especialmente para bailar en el Salón de los Espejos, hecho que sitúo haber sucedido entre los años 1952 (después del 10 de marzo) y 1956 (antes del mes de agosto). Allí, según mis recuerdos, Alicia bailó “La Muerte del Cisne”, acompañada por la orquesta que dirigía Enrique González Mantici. Recuerdo también perfectamente las fotos que aparecieron al día siguiente, en el diario “Información”, y la crónica ofrecida por el periodista José Saínz de la Peña, a cargo de la sección social. El rotativo “El País” también cubrió el acto, publicando un retrato de la assoluta, recostada en un pilar de mármol de la escalera que subía al salón.
Recuerdo también los comentarios de Ernestina del Hoyo, mamá de la bailarina, que se quejaba a voz en cuello ante mí, ese día, de que su hija hubiera aceptado la invitación de “aquel asesino”…. Su antagonismo a Batista provenía de que el padre de Alicia, Antonio Martíez Arredondo, teniente veterinario del ejército del presidente Machado, había pertenecido al grupo de militares refugiados en el Hotel Nacional, por oponerse al tristemente célebre “cuartelazo del 4 de septiembre ”. Éste, por suerte, saldría ileso del bombardeo de que fuera víctima el hotel.
Lamentablemente, dependo de mis recuerdos, porque no he encontrado en ninguna biblioteca neoyorquina, la información que apareció en los diarios cubanos de la época, que me respalde sobre esto. No obstante, lo llevo atesorado en mi memoria, y espero que algún día, alguien pueda encontrarlos para escribir con absoluta certeza sobre ello.
Sobre la subvención de $40.000 de que se beneficiaba la compañía, que comenzaría en la presidencia de Carlos Prío Socarrás, en los años 50, ésta duraría hasta que el Instituto Nacional de Cultura, dirigido entonces por el Dr. Guillermo de Zéndegui, bajo la presidencia de Batista, la suprimiera en agosto de 1956. Tuve la suerte de conversar con el Dr. Zéndegui sobre esto, en Miami, en una entrevista que fue publicada en la extinta revista “Temas”, en abril de 1998, pocos meses antes de su muerte. El ilustre ex-funcionario me aclaró que Alicia y el ballet no habían cumplido con lo estipulado en un principio: Funciones gratis para el pueblo, y por eso había sido eliminada. A esta demanda, me contaba Zéndegui, Alicia le había contestado: “Mire, yo hago más con mis pies que Ud. y todos esos señores con sus títulos”.Aquí huelgan más comentarios.
No creo necesario añadir que la assoluta nunca tuvo a menos bailar si había buena paga. Ese fue el caso de la Cervecería Polar, que patrocinó una función del ballet “Giselle”, que tuvo lugar en el stadium universitario de La Habana, en julio 22 de 1955 (ya la compañía había cambiado su nombre por Ballet de Cuba), respaldada por la FEU, en la cual, en ambos lados del escenario, aparecieron dos enormes botellas de cerveza; igualmente, una cerveza adornaría el programa. No creo Alicia protestara por ese poco elegante anuncio.
La larga biografía de la Alonso va siempre incluida en los programas del Ballet Nacional de Cuba, no así sucede con los otros solistas de la compañía. Sin embargo, el largo y perseguido sueño de la assoluta de obtener el Premio Príncipe de Asturias de España, no ha sido logrado hasta ahora, aunque eso no quiere decir que desista del empeño. ¿Lo logrará? No apuesto por ello. España ahora va en caminos de volver a ser una democracia, y siendo constante plaza para las presentaciones de la compañía, está por ver que nueva vuelta dará la Alonso a sus supuestas ideas radicalmente políticas, para poder seguir siendo persona grata en la madre patria.