Las temporadas anuales de Fall for Dance (Danza para el Otoño) en el teatro City Center de Nueva York, incluyen espectáculos para todos los gustos. El entusiasta público asistente, que solo ha pagado $10.00 por la entrada, va dispuesto a que todo le guste, y aplaude y vitorea como si estuviera en un stadium.
De la tan anunciada renovación del teatro, el arreglo más sobresaliente y beneficioso es que se han suprimido lunetas en la platea, para dar más espacio entre las filas, y además, éstas son mucho más cómodas que las antiguas. Lo demás: retoques a los adornos del techo, que ahora aparecen brillantemente remozados, y nuevas alfombras.
En Fall for Dance, cada programa se repite dos veces, y reune obras de distintos estilos. En una de las funciones se presentaron obras de cuatro estilos por bailarines de compañías de países diferentes.
La primera obra, titulada”Agwa”, fue realizada por una compañía con un nombre muy largo: CCN De Créteil Et Du Val-De Marne/Compagnie Käfig, radicada en Francia, pero con intérpretes brasileños. La dirección la lleva Mourad Merzouki desde 2009, autor también de la coreografía que apareció en la escena.
El tema de “Agwa”, según explica el programa, trata del necesario líquido como “componente vital de nuestros cuerpos , una preciosa fuente natural que debe ser preservada, además de ser un símbolo de renovación”. Vasos de agua plásticos aparecen en el escenario, engarzados como si fueran minúsculas torres, que luego son desarmadas y se convierten en simples vasos con agua, cuyo líquido es vertido por los bailarines de un vaso a otro, sin mojar el suelo. Lo más espectacular es cómo esos vasos más tarde son amontonados hasta componer lo que parecen tiras, que los bailarines parten en distintos tamaños y comparten, hasta que al fin, los tiran al aire, para que se despeguen y rueden por el escenario separadamente.
Con todo esto sucediendo, los nueve bailarines, con los torsos al aire, y típicos pantalones como son usados ahora por el hombre común (hasta la rodilla), ejecutan bailes en los que domina el “break dancing”, y muchos otros movimientos rítmicos, casi convulsivos, al compás de fascinantes piezas de distintos países, todas en grabaciones electrónicas. En total, un espectáculo muy atractivo, pero más bien digno de un cabaret o un circo.
Tao Dance Theatre
En el siguiente número apareció el grupo Tao Dance Theatre, en un trabajo titulado “Weight x 3”, algo muy interesante, pero al ser situado después de presenciar la vitalidad de los bailarines brasileños, el trabajo de los orientales resulta algo aburrido. La obra comienza con un hombre solitario, que juega repetidamente con una larga vara; luego le sigue una pareja que primero se mueve lentamente , para ir acelerando los movimientos hasta llegar a lo que pudiéramos llamar baile. El trío estuvo compuesto por Duan Ni, Wang Hao y Tao Ye. Casi nos hipnotiza la repetitiva música que los acompañó por los altoparlantes.
Ballet de Flandes
El estilo clásico de la noche fue cubierto por el Ballet de Flandes, en una coreografía de Christian Spuck titulada “The Return of Ulyses” (El Regreso de Ulises), basada en la mitología griega (Penélope espera el regreso de su amado Ulises, asediada por galanes que la pretenden. No obstante, cuando Ulises regresa, Penélope no lo reconoce).
El ballet lleva como acompañamiento música de varios autores, también grabada, entre las que aparecen piezas populares cantadas, en francés e inglés, de los años 1940 y 50. La Penélope en cuestión, Eva Dewaele, muestra una buena técnica, con piernas que parecen elásticas y mejor dramatización. Los hombres, salvo perseguirla, no tienen mucho que hacer, como no sea cambiar de sitio las dos mesas que son la única escenografía presente. Ulises estuvo a cargo de Ernesto Boada, bien parecido bailarín cubano, que desde hace años radica en Belgica, y es primer bailarín de la compañía ( para más señas, es hermano de Joan Boada, figura principal del Ballet de San Francisco).
Lizt Alfonso Dance Cuba
La noche no pudo tener un final más feliz que la presentación del grupo Lizt Alfonso Dance Cuba, dirigido por la propia Alfonso. La pieza que subió a escena llevaba como título “Pa´Cuba me voy”.
El conjunto cuenta con un solo hombre, Vadim Larramendi, y quince atractivas bailarinas, que se mueven con gusto y finura. Los estilos intercalados en las danzas, van desde ballet hasta afro, pasando por tango, flamenco y típicos bailes populares cubanos, todos incluidos en breves secuencias o en pasos intercalados dentro de la coreografía, de la que es autora la directora artística del ensemble.
Otro de los mayores atractivos de la compañía es que traen su propio acompañamiento musical en vivo, compuesto por cinco músicos y un cantante. El inicio de la pieza fue muy prometedor, con nueva danzarinas en escena, vistiendo pantalones negros y camisas transparentes blancas , amarradas en la cintura, con amplias mangas, haciendo rutinas flamencas en el movimiento de los brazos y suaves taconeos, además de incluir perfectos pirouettes.
Uno de los más atractivos fue sin lugar a dudas, el bolero “Bésame mucho”, en la voz de José Onell Carbonell, bailado con gran estilo de baile de salón por la pareja compuesta por Vadim Larramendi y Claudia Valdivia, en la que pudo notarse buenas extensiones y adecuados arabesques, a pesar de no llevar zapatillas de punta, así como el atractivo baile “de las chancletas”, con el conjunto femenino completo en escena.
Esas chancletas trajeron a escena recuerdos de otros tiempos, tiempos de libertad. Por la insistencia de los aplausos del público, el conjunto femenino y la orquesta se vieron obligados a ofrecer un “bis” que resultó ser demasiado corto.
Ver más fotos