La triste noticia de la muerte de Tamara Grigorieva (1918-2010), quien fuera primera figura de los Ballets Russes en las décadas de los años 30 y 40, ha entristecido al mundo de la danza y también, a quienes tuvieron la oportunidad de verla bailar en esa inolvidable era.
Grigorieva, quien actuó en La Habana en más de una ocasión, era una bella mujer, a quien muy acertadamente ahora se la señala como “una de las más fieles representantes de la gran tradición rusa”. Esos adjetivos podían adjudicárselos también a otros miembros de los Ballets Russes, en cualquiera de sus versiones (Ballets Russes de Montecdarlo, o De Basil Original Ballet Russe).
El primer viaje de los Ballets Russes de Montecarlo a la isla de Cuba, fue en 1936, cuando la Sociedad Pro-Arte Musical de La Habana contrató al conjunto para presentarlo a sus asociados en el Teatro Auditorium de la capital cubana.
Cinco años más tarde, la compañía llegó nuevamente a la isla caribeña, esta vez bajo la égida del empresario Sol Hurok, y la Sociedad Musical Daniel, de México, bajo el nombre de Original Ballet Russe de De Basil. En esa oportunidad, la compañía confrontó enormes problemas laborales, y como resultado, pasó cuatro largos meses en Cuba. De tal catástrofe económica nunca se recuperó, y finalmente dejó de funcionar en 1952. En la segunda aparición del conjunto en Cuba, Grigorieva cubrió importantes roles. Ella fue la sensual Zobeida, del ballet “Scheherazade”, que Michel Fokine había compuesto sobre la hechizante partitura musical de Rimsky-Korsakoff.
Grigorieva, natural de Petrogrado (la actual San Petersburgo) quien había cambiado su apellido Sidorenko por el de Grigorieva, al contraer matrimonio con Vova Grigorieff, secretario general de los Ballets Russes por muchos años –hijo a su vez del afamado Regisseur, Sergei Grigorieff–, era una bailarina que con su natural hermosura y elegante clasicismo, dominaba totalmente la escena una vez que aparecía en ella.
En su entrenamiento inicial habían intervenido George Balanchine, y Olga Preobrajenska. Su debut profesional tuvo lugar en Les Ballets 1933, conjunto fundado por el propio Balanchine, que sería de corta duración. Grigorieva, luego, ingresó en los Ballets Russes, en sus diferentes encarnaciones, manteniéndose con el grupo de De Basil hasta 1944, cuando definitivamente abandonó la compañía rusa, y marchó a vivir y trabajar en Sudamérica.
Poco se supo de su carrera en Norteamérica, desde que fijó su residencia en la capital argentina, Buenos Aires, e incomprensiblemente, su muerte no ha sido reportada por ningún diario estadounidense.
Ahora, según el aviso de la Asociación de Arte y Cultura de la capital argentina, Grigorieva murió el 19 de junio, en Buenos Aires, donde ejerció como maestra de baile, coreógrafa y directora de ballet del Teatro Colón –junto a Mario Galizzi en distintas ocasiones–, y cosechó sus éxitos como directora del ballet del SODRE, en Uruguay.
Descanse en paz la gentil bailarina. Su nombre pareció perderse en la distancia por mucho tiempo, no obstante, aún es recordada y admirada por quienes tuvieron la suerte de aplaudirla cuando estaba en plenitud de sus facultades como bailarina.
Tuve el honor de tenerla como Maestra de Danza de Carácter y Repertorio en el Instituto Superior de Arte del Teatro Colón y luego, estar bajo sus ordenes como Directora del Ballet. Una memoria prodigiosa para las reposiciones. Tanto ella, como todos mis Maestros están en mi corazón.