En un comienzo fue una instalación visual. Duraba apenas tres minutos. Pero a partir de ella, y gracias a obtener el apoyo para creación y producción del Fondart 2008, Pablo Tapia se sumergió en la investigación y la reflexión de “cómo habitar día a día el mismo espacio”.
En la escena vemos un cuarto. La cuarta pared es la invisible para que el espectador espíe lo que allí sucede.
Como una maqueta hecha en perspectiva. Las distancias se distorsionan igual que las medidas. Puerta y ventana. Piso en cuadrícula que aumenta la perspectiva.
El único personaje va apareciendo de a poco. Mano, brazo, cabeza, cuerpo. Aparecen en distintos lugares, cambian de lugar, arriba, abajo, un lado, otro lado. Viste en cuadrícula con capucha hasta que se despoja de esa capa y queda en interiores blancos.
Durante todo el desarrollo de la puesta, vemos que él es más grande de lo que puede alojar el espacio, el techo lo agobia, las paredes lo alcanzan, las ventanas lo encierran y la puerta solo lo deja entrar. Los muebles están suspendidos en el techo convertido en suelo.
Su tamaño se modifica al acercarse o al alejarse, de forma contradictoria es más grande cuando está lejos y más pequeño cuando se acerca.
La luz se modifica y nos señala el paso del tiempo. Mañana, tarde y noche. El movimiento constante del personaje nos señala como el encierro lo lleva buscar lo desconocido dentro de lo conocido. Toca los bordes, los ángulos, camina por las paredes, espera una anónima llamada, mira por la ventana, se asoma, se adormece, se despierta, cambia de ánimo. Sus pasos lo acompañan y lo persiguen.
Pablo Tapia Leyton es el director-intérprete de la obra. La excelente escenografía de Gonzalo Mella y la iluminación de Felipe Conejeros. El vestuario de Daniel Bagnara y la música de Andrés Abarzua. La autoría de la obra es de Pablo Tapia Leyton y Yasmín Lepe
Se presentó en el Festival Santiago a Mil en el Teatro Lastarria 90, y en el Centro Cultural de España el jueves 24 de marzo.