Preservar y difundir el patrimonio histórico de la danza española en todo el mundo y la promoción de la Comunidad de Madrid como destino turístico y cultural fueron dos de los objetivos que arguyó Isabel Díaz-Ayuso, presidenta de la región, cuando anunció la creación del Ballet Español de la Comunidad de Madrid hace poco más de un año. Días después se comunicó que la dirección de la nueva compañía recaía en el bailaor y coreógrafo Jesús Carmona (Barcelona, 1985). Avalado por numerosos galardones entre los que destacan el Premio Nacional de Danza 2020 y el Premio Benois de la Danse 2021, el artista catalán asumía el reto de crear una compañía de danza española, es decir, un conjunto que bailara con solvencia los cuatro pilares de la danza española: Escuela Bolera, danza estilizada, folclore y flamenco.
El 12 de octubre, día de la Fiesta Nacional de España, y con la asistencia de la propia presidenta, echó a andar el Ballet Español de la Comunidad de Madrid, compuesto por 20 bailarines y tres músicos. Con ocasión de su debut, la compañía presentó un doble programa compuesto por las obras “Suite española” y “Epifanía de lo flamenco”, del que ofreció un total de doce funciones que finalizaron el 27 de octubre.
Basándose en la partitura de Isaac Albéniz “Suite española. Op. 47” (1882-1889), Eduardo Martínez, primer bailarín del Ballet Nacional de España, Arantxa Carmona, directora del Real Conservatorio Profesional de Danza ‘Mariemma’ y experta en folclore, y el propio Jesús Carmona, firman las ocho coreografías de la obra: “Granada”, “Cataluña”, “Sevilla”, “Cádiz”, “Asturias”, “Aragón”, “Castilla” y “Cuba”. Con la Joven Orquesta de la Comunidad de Madrid bajo la batuta de Manuel Covés en el foso, “Suite española” ensambla los diferentes cuadros escénicos con una suerte de coreografías que mezclan la danza estilizada con danzas folclóricas, como la sardana catalana o la jota aragonesa. Sobre un linóleo rojo y un ciclorama en el mismo tono, el joven elenco, ataviado de blanco, en una buscada analogía con los colores de la bandera de la Comunidad de Madrid, mostró una ejecución desigual en la obra y claro está, el abismo es enorme cuando Jesús Carmona se sube al escenario para interpretar su versión de “Asturias”, considerada una de las coreografías emblemáticas de Antonio Ruiz Soler y cuyo original fue estrenado en los Jardines del Generalife por Antonio y su Ballet Español en el marco del V Festival Internacional de Música y Danza de Granada, el 30 de junio de 1956.
Si la primera parte quiso agradar a través del acercamiento a la danza española con una visión estilizada y con un acento folclórico, el segundo acto estuvo protagonizado por el flamenco, disciplina que en la oferta escénica ha engullido al resto de pilares de la tradicional compartimentación que realizara Mariemma. “Epifanía de lo flamenco” es una antología de palos flamencos, fraguados entre España y América, en lo que se denominan los cantes de ida y vuelta. Diez cuadros escénicos conformaron esta obra, que arrancó con una “Milonga” y finalizó con unos “Caracoles”, ya que, según señala el programa de mano, se trata del palo flamenco más representativo de Madrid. Al igual que hiciera en la primera parte, Carmona se reservó un solo, “Romance”, para demostrar por qué está considerado uno de los bailaores más destacados de la actualidad. La música en directo vino de la mano de Juan Requena en la guitarra y Kiki Morente en el cante. Queriendo ofrecer un buen surtido de palos flamencos en el debut del Ballet Español de la Comunidad de Madrid, Carmona no midió la duración de la obra, ya que la pieza hubiera estado mejor encuadrada si hubiera prescindido de parte de su metraje.
Siempre es una buena noticia la creación de una nueva compañía y máxime si ésta cuenta con el patrocinio de una institución pública. A excepción del Ballet Nacional de España -también compañía pública- y de algún que otro admirable ejemplo, paradójicamente España tiene un déficit de compañías que defiendan con solvencia la danza española en sus cuatro vertientes, siendo el flamenco el hermano mayor que ha fagocitado al resto de estilos. Por eso es loable el propósito de querer preservar el patrimonio dancístico común, más allá del cálculo político que pueda haber detrás de la decisión. En su deseo de contentar tanto a la institución que lo amadrina como al público de la capital, Jesús Carmona quiso abarcar en exceso en un programa muy ambicioso, perdiendo en parte su genuina esencia. Respecto al elenco, la juventud y bisoñez del cuerpo de baile marcó su interpretación, que aún necesita de la experiencia que dan las tablas para pulir asincronías, entre otros pequeños deslices. El tiempo da y quita razones, y será el tiempo el que dictará sentencia sobre la permanencia del Ballet Español de la Comunidad de Madrid. De momento, el público congregado en la función del 17 de octubre lo tuvo claro y premió la apuesta con una entregada ovación.
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