¿Qué nos es común a todos? ¿Qué nos diferencia? De estas y otras preguntas nace “The Common Ground”, última pieza de la coreógrafa y bailarina Poliana Lima. El espectáculo, que se presentó el 17 de marzo en el festival Dansa Metropolitana de Barcelona, en el Teatre Principal de Terrassa, subirá a escena en el Centro de Cultura Contemporánea CondeDuque de Madrid el 21 y 22 de marzo. La obra es la segunda parte del tríptico que se inició con “Oro negro” (Premio Time Out al Mejor Espectáculo 2023) y que culminará con la pieza de gran formato “Carnaval”.
“The Common Ground” trabaja la relación entre lo diverso (diversidad) y lo común (comunidad) con una coreografía que evoca dimensiones fantásticas, monstruosas y míticas. El reparto está compuesto por seis personas, cuatro de ellos migrantes y dos españolas. Cada uno de los integrantes trae una herencia cultural específica y trayectorias artísticas multiculturales. Poseen una vivencia encarnada en sus identidades y en sus cuerpos, a partir del cruce de linajes culturales.
Juntos protagonizan una pieza que explora el concepto de identidad y también de otredad, muchas veces materializada en la idea del “monstruo”, aplicada a todo aquello que excede los límites y desafía la norma. “Me interesa la idea del cuerpo como un contenedor vivo de la herencia cultural -explicó Lima-. Esta herencia marca la manera de bailar, de hablar, de gesticular. También lo que nos parece aceptable, lo que entendemos como culto y popular, como sagrado y profano. Son conceptos que varían de cultura a cultura, de cuerpo a cuerpo. Me interesa ver cómo los conceptos de diferencia y comunidad son dos polos del mismo eje, constituyen ese denominador común, ese suelo común al que alude el título del espectáculo. La diferencia nunca es lo que separa. Lo que separa es el poder que se atribuye a unas culturas sobre otras”.
Uno de los nombres más respetados de la danza contemporánea, Lima explora en casi la totalidad de su trabajo coreográfico el tema de la identidad. En sus piezas se acerca a esta cuestión a través del cuerpo y la memoria. Aborda cuestiones de género como en “Cuerpo-Trapo” o “Las cosas en la distancia”. Incursiona en el tema de la edad y el paso del tiempo en “Aquí, siempre”, o también, en lo que tiene que ver con una estructura que se repite pero que nunca es la misma tal como ocurre en su obra “Las cosas se mueven pero no dicen nada”.
Si en “Oro negro” se sumergía en el linaje de su familia, en “The Common Ground” pone el foco en la otredad, en la percepción monstruosa que a veces se tiene de los otros y en cómo el propio cuerpo está habitado, en cierto modo, por los fantasmas de todo lo que ha precedido.
“La constatación de que mi cuerpo fue formado y educado bajo la influencia de, al menos, dos grandes matrices culturales que tienen cosmovisiones muy diferentes entre sí, la de la diáspora africana y la occidental, es el motor creativo personal para seguir desarrollando el proceso de investigación, que abarca también talleres y procesos de mediación. De esta experiencia concreta nace la pregunta de cómo conviven en los cuerpos estos linajes culturales y qué efectos tienen sobre los sujetos”, afirmó la coreógrafa.
Desde niña siempre quiso dedicarse a la danza, y a los 20 años asumió esta disciplina como una parte esencial de su vida y como herramienta para hablar de la condición humana y lo misterioso de la existencia. Es licenciada en Ciencias Sociales por la Universidad Estadual de Campinas y formada en ballet clásico y danza contemporánea en Sao Paulo.
“Como coreógrafa y directora soy consciente de que mis trabajos parten de mi situación: mujer, 40 años, brasileña, emigrada desde hace 13 años a España, blanca de clase media alta en Brasil. La pregunta de quién soy yo y qué lugar ocupo en el mundo ha estado presente desde muy joven, como una necesidad imperiosa de ordenarlo para poder habitarlo con dignidad”, agregó.