Un escenario vacío con escaleras de flores que llegan hasta un cielo nocturno. Un vestido blanco suspendido en el aire. Como si ella estuviera allí. Como si desde su inmortalidad todavía controlara los sentimientos y el destino de sus “descamisados”. Y la música, conmovedora y electrizante del gran maestro del musical: Andrew Lloyd Webber.
Todo confluye para que esta pieza, convertida en clásico, vuelva a sacudir al público. Escrita por Tim Rice, cada texto es una joya que sintetiza momentos y situaciones de una historia contada infinidad de veces desde distintas perspectivas y posiciones políticas. Las canciones de Rice reviven sentimientos, impresiones y curiosidades acerca de una mujer que tuvo en sus manos el destino de una nación. Para su concepción, Rice se inspiró en el libro “Evita: The Woman With the Whip” de Mary Main, basado en la vida y muerte de Eva Perón (1919-1952) y su influencia en la historia de Argentina.
“Evita”, el musical, subió al escenario del Harman Hall de Washington DC, y permanecerá hasta el 15 de octubre. Esta nueva producción del American Repertory Theater de Cambridge (Massachusetts), llegó a la ciudad para instalarse en el espacio teatral de la Shakespeare Theatre Company con una visión estética y conceptual diferente a la original de los años ’80.
La dirección de Sammi Cannold hace que los actores caminen por tres carriles diferentes de actuación: la ópera, el teatro y el musical. Y lo logra con acierto. Bajo su batuta, el musical se convierte en propuesta moderna, escalofriante por momentos y, sin duda, conmovedora.
Eva Perón ya no es ni santa ni demonio, es una mujer que sobrevivió a sus propias circunstancias y a su ambición. Esta Eva deja entrever cierta vulnerabilidad, hace frente a la crueldad de una sociedad que castiga inexorablemente y recurre a la astucia y a su fuerza interior para sobrevivir.
Para lograr este impacto sobre el personaje y su historia, Cannold optó por una actriz-cantante intensa como Shereen Pimentel. La potencia arrolladora de su voz y su actuación recrean una nueva Eva Perón. Su mirada es aguda, tan aguda que se percibe desde la platea. Pimentel transmite emociones diversas no solo con su vos. Su gestualidad corporal va mostrando un personaje absolutamente creíble que desde su interior saca a la luz sentimientos y sensaciones. Su voz de soprano suena con intensidad y, a su vez, describe ese personaje con delicadeza y cuidado.
Este musical adquiere un perfil más simbólico que político. Su trama se ocupa de desdibujar la imagen del Che Guevara para convertirlo en “Che”, a secas, narrador/observador ajeno al estereotipo. En este caso, Cannold opta por una versión más despojada del revolucionario, y lo convierte en testigo presencial del fenómeno peronista, de los entretelones del poder político y del drama de la temprana muerte de Eva, a los 33 años, a causa de un cáncer.
Cannold, supo elegir con acierto el elenco, pero también a los diseñadores. Cada uno de ellos ha realizado un magnífico trabajo para que este musical se vea compacto y sin fisuras. Jason Sherwood (escenografía), Bradley King (luces), Alejo Vietti (vestuario) y Connor Wang (sonido) componen escenas que van marcando climas y situaciones a la perfección.
La escenografía de Sherwood propone una perspectiva diferente. Casi como la antítesis de la primera versión figurativa de Lloyd Weber-Rice, aquí, en pleno siglo XXI, esos escenarios adquieren un carácter más abstracto para describir los espacios de la década del 40 y el 50 en la que transcurre la historia.
La trama del musical pone en el camino dos personajes que en la realidad jugaron roles importantes en la vida de Eva Perón, Agustín Magaldi (Gabriel Burrafato) y Juan Perón (César Samayoa), a quienes se acopla la figura, en este caso, desdibujada del “Che” (Omar López-Cepero). Cada uno en su rol realiza un trabajo acertado y se acoplan a la protagonista con sobrada fluidez.
La coreografía de Emily Maltby y Valeria Solomonoff, se aparta de los estereotipos utilizados por los musicales tradicionales y busca un lenguaje que describe desde lo corporal aquella capital cosmopolita que fue Argentina. Una fusión de contemporáneo, jazz, tango y danza-teatro van delineando la trama de este musical que describe a una de las mujeres más emblemáticas de la historia.
Y ese vestido blanco suspendido en el aire se queda pegado en los ojos del espectador como si ella estuviera allí. Como si nunca hubiera muerto. Como si volviera.