Hubo una vez un cuentacuentos llamado 13 Tongues. Vivía en Wanhua, un barrio de Taipei, en Taiwán. El cuentacuentos transitaba las calles contando asombrosas historias, creaba mundos imaginarios y dejaba atónitos a los pasantes con sus múltiples voces que daban vida a una infinidad de personajes. Esta figura legendaria quedó grabada en la memoria del pueblo. Casi siete décadas después, CHENG Tsung-lung, actual director de Cloud Gate Dance Theatre de Taiwán, inspirado en los recuerdos de su madre, creó “13 Tongues”.
Del 20 al 22 de octubre la compañía trajo al Eisenhower Theater del Kennedy Center un homenaje cargado de reflexiones emocionales. En esta obra, los elementos de la tradición, el sonido de esas miles de voces que supo crear 13 Tongues, las canciones de la infancia y los ritos taoístas se funden en una síntesis simbólica que permite una diversidad de interpretaciones. Estrenada en 2016, esta es la primera producción de CHENG Tsung-lung en la compañía.
Cloud Gate Dance Theatre de Taiwán, fundada en 1973 por el coreógrafo LIN Hwai-min como la primera compañía de danza contemporánea en una comunidad de habla china, combina sus raíces en la mitología, el folclore y la estética con una visión moderna y contemporánea.
Cuando hace varios años Cloud Gate Dance Theatre llegó a Estados Unidos con su primera e inolvidable producción, “Songs of the Wanderers”, marcó un antes y un después y quedó registrada en la memoria. Allí, no sólo mostraron bailarines con una técnica y un manejo corporal preciso y elocuente, sino también una estética capaz de trascender la belleza imaginable. El agua, y los elementos de la naturaleza cobraban un peso filosófico que inducía a la “emoción” de las propias emociones.
Esta vez, Cheng trae nuevamente a esos magníficos bailarines, trece, capaces de transitar por interminables equilibrios, movimientos relacionados con el Qi Gong, artes marciales, danza moderna y clásica, y hasta algunos guiños del Contact. Y al mismo tiempo, cantan, hablan, vociferan, gritan, y vuelven al silencio. Por momentos, los cuerpos generan el ritmo y el sonido seco del movimiento puro, subyugante. Proyecciones y música electroacústica generada por LIM Giong, se entrelazan con rituales religiosos del taoísmo, con canciones infantiles, con palabras y frases, que van recreando esos personajes y esas voces que el cuentacuentos 13 Tongues solía convocar en sus historias.
Pero no sólo el sonido y la propuesta multimedia acompañan esta estructura coreográfica grupal. Los solos, y esporádicos dúos cobran protagonismo en medio de ese grupo sincronizado que, sin esfuerzos, se integra y desintegra como la respiración. A su vez, la iluminación de SHEN Po-hung, es un elemento imprescindible de este todo compacto que es “13 Tongues”.
El ambiente es misterioso y oscuro insertado en un escenario ennegrecido se rompe con las proyecciones de colores brillantes que se funden con una coreografía dinámica y sorprendente desde la estructura. Los bailarines se mueven por este paisaje desolado y casi onírico como si estuvieran dentro del agua y nadaran sin resistencia.
Entre luces y sombras, el diseño del vestuario de LIN Bing-hao, gana protagonismo a partir de la mitad de esta obra de una hora y cinco minutos. Poco a poco los bailarines van adquiriendo los colores, muchos de ellos, en espejo con la magnificencia de un enorme pez Koi que se balancea y nada sobre una pantalla hasta meterse en la escena.
En medio de esta subyugante puesta, los bailarines forman un grupo impecablemente preciso y uniforme, y logran una variedad de climas, texturas y ritmos para transmitir una historia que merece ser contada.