Situada al norte de Suecia y con apenas 75.000 habitantes, la pequeña localidad de Luleå acogió la vigésimo primera representación de “Fordlandia”, obra con la que se estrenaron en las labores de producción Lucía Lacarra y Matthew Golding y cuya première fue en Dortmund precisamente dos años antes. Si utópica era Fordlandia, la ciudad que imaginó Henry Ford (1863-1947) en medio del Amazonas, no menos utópico (e inesperado) era imaginar que, por los azares del destino, terminaría yo asistiendo a la actuación en la Kulturens Hus de Luleå.
Tres vuelos y doce horas para recorrer los 3.600 kilómetros de distancia entre la capital guipuzcoana y la capital de Norrbotten, me convirtieron en testigo privilegiada de la primera actuación de Lucía Lacarra en suelo sueco y sobre todo, de cómo entendía el público de una pequeña población del país nórdico la utopía imaginada por la bailarina vasca y Matthew Golding.
Habría que retrotraerse hasta marzo de 2020 cuando la situación real del confinamiento, debido a la pandemia, les regaló a ambos un precioso tiempo para idear un espectáculo onírico, con la intención de plasmar ese distanciamiento que ellos estaban viviendo como pareja artística y en la vida real: ella pasó ese encierro vital en su localidad natal, Zumaia, y él en Ámsterdam. Así surgió “Fordlandia”, un espectáculo multidisciplinar que aúna danza, música y arte visual.
Huyendo de una narrativa lineal, la obra aborda el tema de las diferentes maneras de separación forzosa en una relación, aun así con amor. “Fordlandia” se compone de seis piezas de danza de corte neoclásico, cuyas transiciones se realizan mediante diversos cortos cinematográficos rodados por el artista visual Altin Kaftira en impresionantes escenarios naturales como el flysch de Zumaia –donde se rodaron escenas de “Juego de tronos”- o un bosque cercano a la localidad holandesa de Bergen Aan Zee, además del sobrecogedor inicio en un teatro vacío en Dortmund.
En el plano coreográfico, cinco de las seis piezas danzadas en escena se crearon para la ocasión. Para ello, Lacarra y Golding invitaron a los coreógrafos Anna Hop, Yuri Possokhov y Juanjo Arqués. Sobre música de su compatriota Chopin, la polaca Anna Hop ideó las dos piezas iniciales “Stillness” y “Close”, que ahondan en el vacío y la distancia. Quien fuera su compañero y partenaire en su etapa en el San Francisco Ballet, el ucraniano Yuri Possokhov, creó para la vasca y su pareja un conmovedor paso a dos sobre la triste historia de amor entre un soldado y una joven a quienes una tormenta de nieve les impide cumplir con su objetivo de desposarse. Basado en un cuento de Alexander Pushkin, “Snow Storm”, sobre la música de Georgy Sviridov, entremezcla proyecciones y danza en escena.
El coreógrafo español Juanjo Arqués es el responsable de la pieza de la cual toma nombre el espectáculo: “Fordlandia”. Como se ha mencionado anteriormente, el título hace referencia a la ciudad fundada en Brasil por el empresario Henry Ford en los años 30 del pasado siglo, con la intención de producir suficiente caucho para la Ford y evitar los monopolios imperantes. A duras penas pervivió una década esta utopía que chocó contra un hongo que arruinó la planificación de Ford y, en la actualidad, Fordlandia es una ciudad fantasma abandonada en medio del Amazonas. La segunda pieza de Arqués es “Pile of Dust” y al igual que en la anterior, el coreógrafo contó con música de Jóhann Jóhannsson.
El broche de oro de “Fordlandia” viene de la mano del paso a dos de “After The Rain” (2005), creación del coreógrafo inglés Christopher Wheeldon para el New York City Ballet, sobre la música de Arvo Pärt. Aunque la obra se compone de dos partes, es habitual que el paso a dos se realice de manera independiente y en su día, fue creado para los bailarines principales del NYCB Wendy Whelan y Jack Soto, como «una carta de amor, un poema para ambos artistas», según confesión de Wheeldon.
Conociendo la reacción del público vasco ante el espectáculo, me intrigaba saber cómo reaccionarían los espectadores congregados en la Kulturens Hus de Luleå. Viendo el entorno natural donde se sitúa la ciudad sueca, se intuía que podrían quedar cautivados por las proyecciones ambientadas en privilegiados espacios naturales. Atento desde el inicio de la función, el público ni pestañeó y guardó un silencio sepulcral durante los setenta minutos de duración de “Fordlandia”. A la hora de los aplausos, se entregaron en una cálida ovación de tres minutos, que prosiguió con numerosas felicitaciones de espectadores que se acercaron a la mesa donde cenamos con Lucía Lacarra, Matthew Golding y su equipo, convidados por los responsables de la Kulturens Hus de Luleå, que se encuentra inmersa en la celebración de su decimoquinto aniversario.