Sin dudas es en los salones de Danza Contemporánea de Cuba (DCC) donde se ha producido de manera sostenida y con sólidos resultados una evolución en la danza cubana desde 1959. Por ello y por tratarse esta de la Compañía más emblemática del país, Claudia Hilda Rodríguez Pozo y yo, Laura Domingo Agüero, la seleccionamos como eje de la siguiente reflexión a dos voces.
En los últimos veinticinco años la expresividad técnica y artística que caracteriza a DCC comenzó a enriquecerse gracias al intercambio con creadores y tendencias foráneas, en especial, europeas, lo cual tuvo un gran impacto en los bailarines, el público y la escena nacional. A partir de entonces, el repertorio de la Compañía alcanzó una variedad inédita que le permitió posicionarse como embajadora de la vanguardia interna y externa.
Hoy en día, entre los atributos de los integrantes de DCC sobresalen la musicalidad, la sensualidad y, sobre todo, la potencia de los colectivos que desatan una fuerza centrípeta, un magnetismo distante de la plasticidad ondeante y un poco ascética presente en bailarines de danza contemporánea en el orbe. Es algo que se gesta durante el período de formación, o sea, en la escuela cubana de danza, una mezcla de la técnica Graham y el folclor procedente de las culturas africanas que se asentaron en la Isla como resultado de la esclavitud colonial.
Durante más de seis años los alumnos reciben una exigente instrucción en estas dos materias, no así en ballet, lo que produce en algunos de ellos cierta desatención a la flexibilidad y expresividad de los extremos del cuerpo como los brazos y los pies, carencia que suelen suplir en su etapa profesional al enfrentarse a obras neoclásicas como “Compás” y “Folía”, de Jan Linkens, o “Demo-n/Crazy”, de Rafael Bonachela, (aunque desde hace cierto tiempo la Compañía no las remonta).
Así se ha gestado una forma de bailar entre los miembros de DCC devenida sello de cubanía. (LDA)
Punto de partida
Al asumir mi cuerpo como territorio debo hacer zoom en DCC, compañía que contribuyó y contribuye a la construcción de mi identidad corporal como mujer, artista y bailarina contemporánea cubana.
Desde el proceso de selección de los bailarines el director, Miguel Iglesias, se centra en algo más que la técnica: individualidades contrastantes, personalidades imponentes, así como en el cuerpo sensual y bien definido en las mujeres y el sentido de masculinidad y la elegancia en los hombres.
Además de lo anterior, un candidato a integrar las filas de DCC debe poseer una especial relación mirada-presencia-fiscalidad, una curiosidad insaciable y la capacidad de trabajar hasta el agotamiento.
Iglesias cree con vehemencia en “la danza contaminada”, concepto de Marianela Boán según el cual, disímiles signos y estilos convergen expandiéndose y contrayéndose a través del movimiento, el gesto y la imagen. Iglesias siempre reafirma su interés en desarrollar intérpretes con piel “camaleónica” y para lograrlo entiende que hay que desplegar no solo un pensamiento contemporáneo sino un entrenamiento específico. Por esta razón DCC abraza en su quehacer diario y en su repertorio la contracción-release grahamiana; lo afrocubano nacional; el sentido rítmico y la cadencia de los bailes populares; elementos teatrales de Pina, Brecht, Stanivlaski; sutiles vestigios de la danza posmoderna americana; técnicas de contact improvisation y flowing low, danza conceptual, estilos neoclásicos, entre otros… (CHRP)
Continúa: Parte II y Parte III
Sobre las autoras
Laura Domingo Agüero. Coreógrafa, escritora y realizadora audiovisual. Egresada de la Escuela Nacional de Ballet y del Instituto Superior de Arte de La Habana. Coreógrafa residente de Danza Contemporánea de Cuba, ha colaborado además con el Ballet Nacional de Cuba y con compañías de danza, ballet y teatro en Colombia, Nicaragua, México e Italia. Autora de los títulos, De invocaciones y otros límites (Colección Sur Editores de Poesía, Cuba, 2014, Proyecto Literal, México, 2014, y Editorial Guantanamera, España, 2017), País sobre las aguas (Ediciones Sed de Belleza, Cuba, 2019) y La distancia (Ediciones Áncoras, Cuba, 2020). Ha escrito artículos sobre danza y ballet para revistas y medios de prensa nacionales y extranjeros.
Claudia Hilda Rodríguez Pozo. Egresada del Instituto Superior de Arte de La Habana con premio de investigación en 2018. Primera bailarina de la Compañía Nacional Danza Contemporánea de Cuba (DCC). Ha trabajado con coreógrafos nacionales e internacionales actuando en los teatros principales de Europa y América. Durante más de dos años ha desarrollado proyectos artísticos interdisciplinarios de los cuales, 3WM recibió un Premio de Coreografía de la FAC (Fabrica de Arte Cubano) en 2019 y “Quarks” fue premiado por la Embajada de Noruega en Cuba en 2020. Actualmente se encuentra cursando una Maestría en el Conservatorio de Danza y Música Trinity Laban de Londres y está vinculada a la compañía de danza Transitions Dance Company (TDC). Además, es receptora de la Beca Chevening 2020-2021 otorgada por la Embajada Británica en La Habana.