De regreso de la exitosa primera gira por Suramérica, donde bailaron un variado repertorio en ciudades de Chile, y luego de asumir, en las gélidas islas británicas, la dirección del Birmingham Royal Ballet, Acosta Danza, la compañía fundada y dirigida por Carlos Acosta, sube al escenario de la Sala García Lorca del Gran Teatro de la Habana Alicia Alonso su décimo cuarta temporada y la primera de 2020.
Esta serie que se presentó el 31 de enero, y el 1 y 2 de febrero, está caracterizada por el trabajo que realizan los bailarines con sus cuerpos, “la herramienta fundamental del que baila”, como ha expresado el propio Acosta: “para ellos es su pincel, su guitarra, su cincel y su piedra”. De acuerdo con los títulos elegidos para esta ocasión, tanto las reposiciones como el estreno mundial, son consecuentes con los objetivos del director artístico.
Las coreografías sucesivas de este cartel exhiben todo el atletismo conseguido por su cotidiana dedicación -en los salones de clases- al desarrollo de la técnica, así como al lirismo y expresividad corporal que brota “de la mente creadora”, como hábil respuesta de máxima capacidad. Son obras muy exigentes del virtuosismo, en las destrezas logradas por el músculo, trabajado éste con toda la prospectiva definida ante el desafío que exige cada una.
La vocación declarada por Carlos Acosta, desde el primer instante de la creación de esta agrupación, está claramente manifestada en esta temporada como “un acto da fe”: poseer un cuerpo de baile dúctil, integral, que pueda ejecutar e interpretar un amplio diapasón de formas y estilos: lo académico y lo contemporáneo en función de la comunicación interactiva de sendos lenguajes corporales.
Todo ello se hizo evidente en “Mundo Interpretado”, estreno mundial del joven coreógrafo brasileño Juliano Nunes (1990) -producción realizada gracias a la ayuda desinteresada de la mecenas estadounidense Madeleine Plonsker, como “un regalo a la danza cubana” (en palabras de Acosta)-, que reconoció desde su primera visita la fortaleza física de los danzantes de este conjunto, capaz de crear “la imagen de un mundo irreverente”. Sumado a ello, la contribución artístico-conceptual de la reconocida artista visual Glenda León y el talento del joven compositor e instrumentista Pepe Gavilondo, valores fundamentales para conseguir “un universo donde lo onírico y lo real son la misma cosa”.
El lenguaje coreográfico de Nunes -como se manifestó aquí- se vio beneficiado por la empatía desarrollada entre las idiosincrasias latinas del brasileño y las caribeñas, desde el inicio del montaje de su pieza. Todo fue estructurado y ensayado en corto tiempo -el coreógrafo tuvo que cumplir otros compromisos artísticos en el exterior- y gracias a contar con la pericia de la maitre asistente Clotilde Peón se logró estrenar como estaba previsto.
A su retorno, pocas semanas antes de la fecha fijada para estrenar “echó pie en tierra” para revisar y pulir los complicados y fluidos entrelazados movimientos corporales, por las exigentes coordinaciones entre la cabeza y el cuerpo. Allí aparecen las referencias debidas a su formación europea, particularmente su cercanía a maestros tales como Williams Forsythe, Hans van Manen o Jirí Kylian, entre otros. Su obra fluye por la diversidad del diseño escénico: los formatos se suceden a partir de un “opening” con una música de ceremonial de alguna etnia foránea, como preludio; primero las tres parejas juntas se entrelazan, después vemos bailar espléndidos solos, un apasionado trio y, finalmente, un brillante dúo. Es de destacar el solo bailado por Raúl Reinoso, con un seductor soporte musical de flauta sinfónica traversa, y el mencionado dúo final, esta vez bailado intensamente por Gabriela Lugo (exquisita y segura sobre puntas), junto al versátil y atlético Alejandro Silva. Ellos desaparecen lentamente en el ciclorama negro, acto seguido el telón de boca se cierra. El público quedó sin aliento unos segundos, antes de romper en pie con nutridos aplausos.
Es una obra abstracta, cargada de ideas a partir de su concepto de la vida presente de los cubanos y, como si “a través de las dificultades, se encuentran con la felicidad. “Pensé en esa energía que tiene el cubano de encontrar caminos para vivir o sobrevivir”, apuntó Nunes en el programa de mano.
El éxito de “Mundo Interpretado” se consigue -en un elevado porcentaje- por la creación visual minimalista de Glenda León: nenúfares iluminados colgantes que ascienden y descienden conforme a los propósitos fijados por Nunes (previamente quedó impresionado por un cuadro floral de León), además el inteligente y logrado soporte musical aportado por Gavilondo (por momentos, con sonoridades referenciales, o guiños, al minimalismo de un Philip Glass o Arvo Part), del que transpiraba una originalidad, debida a su formación con eminentes maestros cubanos, para recrear la atmósfera onírica deseada por el coreógrafo.
También reposiciones
Algunas de las reposiciones fueron muy bien recibidas, otra no tanto. Entre las primeras, fue un goce superior la pieza en un acto de la coreógrafa cubana Marianela Boán (siempre residente en República Dominicana) “El Cruce sobre el Niágara”, un icono de la danza moderna cubana creada en 1987 e inspirada en la obra teatral homónima del dramaturgo peruano Alonso Alegría. Y que tiene como soporte musical una hermosa creación del francés Olivier Messiaen. Esta vez fue entregada de manera impecable e intensa por dos soberbios bailarines, Raúl Reinoso y Mario Sergio Elías, enaltecidos por el diseño de luces del laureado Carlos Repilado (fallecido recientemente).
De la misma creadora, Boán, su pieza “Cor” (sugiere sus derivaciones semánticas: coro, corazón, coraje, correo, coral), que incluye la definitiva participación de los intérpretes de manera interactiva en el material coreográfico y en la música en vivo ejecutada por su compositor y tecladista Gavilondo (la maestra coral Alina Orraca se empeñó en el trabajo vocal con los danzantes), así como la colaboración del eminente percusionista Lino Pedroso. El trabajo de luces de Bonnie Beecher ha beneficiado en gran medida esta producción de Acosta Danza. No obstante, el resultado final no llegó a buen puerto, a pesar de las intervenciones inclusivas de las congas; los boleros archiconocidos o las rumbas: los bailarines “cantaron a coro” el popular tema de Gonzalo Asencio “Consuélate como yo”, mientras se cambiaban de vestuario a la vista del auditorio, muy identificado con la música y la letra.
Le antecedió el solo femenino “Impronta”, realizado por otra mujer experimentada en este quehacer, la ibérica María Rovira, para una excepcional bailarina de la compañía, Zeleidy Crespo, una deslumbrante mulata cual una venus africana de garbo y estatura inhabituales salida de las cálidas aguas del mar Caribe, dotada de excepcional carisma y habilidades técnicas. El imprescindible compositor Pepe Gavilondo aseguró el éxito con el aporte de las sonoridades requeridas por Rovira para los siete minutos de este impresionante unipersonal.
Para el cierre de la primera parte, Acosta eligió el dúo “Soledad”, creado por el catalán, Rafael Bonachela, e interpretado por una pareja de fuste y dramáticamente vibrante, quienes desde la primera escena de las cuatro que lo integran lograron cautivar al auditorio, que contaron con variado soporte musical: entre las piezas, una de Astor Piazzolla interpretada por el afamado violinista Gidon Kremer, así como un popular tema de Agustín Lara cantado de manera sensacional por Chavela Vargas. El diseño de luces fue un protagonista más, debido al cubano Pedro Benítez sobre el original de Lee Curran. El poco feliz vestuario y escenografía estaban firmados por el propio Bonachela.
Luego de esta temporada en Cuba, la Acosta Danza, compañía se presenta con “Acosta Danza Up Close” desde el jueves 13 hasta el 24 de febrero en el Teatro Linbury, escenario perteneciente a la Royal Opera House de Londres, en el Reino Unido. El espectáculo, está compuesto por las obras “El cruce sobre el Niágara”, de la cubana Marianela Boán; ”Impronta”, de María Rovira; el dueto “Soledad”, de Rafael Bonachela; “Mundo Interpretado”, de Juliano Nunes y el solo “Two”, de Russell Maliphant, obra que bailará Carlos Acosta.