Un revolucionario. Indiscutible. Un hombre que trascendió los límites. Todos. Un visionario que fue más allá del siglo por venir. Sin dudas, Merce Cunningham dejó un legado irrepetible en la danza moderna. Los imitadores jamás lograron descifrar esa especie de “Élam vital” que caracterizó a todas sus obras; esa fuerza inmanente, esa sutileza oculta, esa mágica armonía. Abstracción cuyo duende se transfigura. Aún hoy pasados ya más de 60 años, su mirada sigue siendo hacia el futuro.
El miércoles 2 el Kennedy Center comenzó un ciclo en el que hubo charlas, películas e instalaciones interactivas sobre Merce Cunningham, que duró hasta el 5 de octubre con el fin de conmemorar y revalorizar a este pionero del cambio. El jueves 3, la Compagnie Center National de Danse Contemporaine (CNDC)-Angers, Francia, presentó dos obras, “Beach Birds” (1991) y “BIPED” (1999). Este programa, es parte de las celebraciones de “Merce Cunningham at 100″ que se realizan en los Estados Unidos, Europa, América latina y Canadá con motivo de los 100 años del nacimiento del coreógrafo, luego de su muerte en 2009.
Las dos piezas, cuidadosamente reconstruidas por Robert Swinston, director de CNDC, quien integró la Merce Cunningham Dance Company, trajeron a escena memorias, empatías y vibraciones que parecían perdidas a través del tiempo. Volver a respirar a Cunningham es casi un privilegio en medio de un mundo en el que la creación ha perdido su rumbo.
Como el mismo nombre lo sugiere, estos “pájaros de playa” de “Beach Birds”, aparecen en escena como instalados en la arena esperando el amanecer. A contraluz, inmóviles, como esculturas. Poco a poco las luces van mostrando sus contornos y sutilmente comienzan a moverse. Cada uno de estos pájaros emite su propio sonido corporal, sus propias frases. Todos de blanco, con una franja negra en el pecho y en los brazos. Quizás, gaviotas. Quizás, especies desconocidas… Delicadamente se mueven, se balancean, se mantienen en largos y sostenidos equilibrios. Impecables, los bailarines fueron configurando este andamiaje de aves que se desplazan de modo celular con una asombrosa sincronización.
Esta pieza, creada en colaboración con el músico John Cage, es una de las tantas que compuso esta dupla que formó parte de un movimiento integral en el que pintores, escultores, músicos, dramaturgos, intentaban encontrar una forma de expresión diferente a partir del arte abstracto, sin que ello implicara ausencia de emoción o de dramatización. Su danza adquirió un lenguaje propio, se liberó de la anécdota, del argumento, de la psicología, para convertir al bailarín en el centro de sí mismo y en un todo integrado y sincronizado.
“Beach Birds” es una obra de extraordinaria belleza que hace mover pequeños resquicios del alma, a medida que los bailarines se desplazan, se entrelazan, se desconectan, o se quedan estáticos. Y la música de Cage, abre otras puertas y otras dimensiones paralelas.
Con sus trajes brillantes, iridiscentes, los bailarines aparecen y desaparecen nuevamente en el escenario para dar lugar a “BIPED”. Sobre una partitura de Gavin Bryars, el célebre compositor de música experimental que colaboró con Cunningham durante varios años, y con el mismísimo Bryars como contrabajista interpretando su música desde el foso, la pieza fue cobrando entidad propia con una magia absolutamente envolvente.
Detrás de un telón transparente, los bailarines se mueven en una dinámica particular que se ensambla con proyecciones de imágenes animadas que, por momentos, sincronizan los movimientos. Esas imágenes, creadas a través de un software que solía usar Cunningham para crear sus coreografías, se amalgaman y forman parte de la coreografía, de la música y, también, de sí mismas. Esas proyecciones poseen sus propios tiempos y se debaten con las líneas verticales y horizontales que se van desplazando y proyectando, para crear un espacio escénico particular.
Volver a revivir esas imágenes, esos sonidos, esas emociones que solo Merce Cunningham fue capaz de lograr, es quizás, volver a recuperar la esencia de una época de fervor creativo, desafiante, audaz, que dio paso a otro mundo y a otro concepto en torno de la danza.