El corsario Conrad, su esclavo Alíy su amigoBirbantonaufragan en su barco pirata que se dirige rumbo a Turquía. Al llegar a tierra firme, se dirigen hacia al gran mercado donde se reúnen compradores, comerciantes, y también traficantes de bellas esclavas. Conrad descubre a Medora, una joven griega vendida al Pachá junto con su amiga Gulnara, y ambos se enamoran. El pirata logra robar a la esclava y se la lleva a su guarida. A partir de allí, comienza una historia de heroísmo, amor apasionado, violencia y traiciones, que convierten a esta trama en una historia de aventuras.
Del 9 al 14 de abril el Mariinsky Ballet llevó al Kennedy Center de Washington DC, su versión de 1987 de “El Corsario”, un clásico indiscutible, basado en el poema romántico de Lord Byronpublicado en 1814 sobre el amor de un pirata por una esclava, que se estrenó por primera vez en Londres en 1837, con coreografía de François Albert y música de Nicholas Bochsa. Luego tuvo su primera aparición en París en 1856, en versión de Joseph Mazilier,con música de Adolphe Adam, y llegó a Rusia de la mano de Jules Perrot yMarius Petipaen 1863. Sin embargo, una nueva coreografía se instaló en el Mariinsky Ballet en 1899 con música de Riccardo Drigo y coreografía, también de Petipa.
El director artístico del Mariinsky, Valery Sergiev, optó por mostrar en la noche de apertura, a una solista que se está posicionando con una de las grandes promesas de la compañía, Maria Khoreva. Y para la segunda noche, el protagónico estuvo a cargo de la primera bailarina Ekaterina Kondaurova, como Medora, y la segunda solista May Nagahisa, en el rol de Gulnara. Kondaurova, una bailarina de técnica impecable, plantada en su eje, y con un delicado y al mismo tiempo, definido port de bras, encarnó a una Medora impecable, si bien estuvieron ausentes las sutilezas, la seducción, el encanto y la pasión.
Andrei Yermakov, como Conrad, mostró un personaje brillante, potente en sus giros, exuberante en sus saltos, preciso y ajustado, con una interesante musicalidad y un fraseo sutil. Philip Stepin cubrió el papel del esclavo Alí con gran destreza técnica. Por momentos, Stepin deslizó cierta gestualidad y desplazamientos que traían a la memoria la deslumbrante versión de Alí que hace más de 20 años supo interpretar el inolvidable Faruk Ruzimatov. Nagahisa, como Gulnara, mostró una deliciosa musicalidad y refinamiento en sus brazos, aunque no se advirtió un gran compromiso actoral.
La puesta, cargada de oropeles y brillos, tiene hallazgos atractivos, aunque no deja de ser un cuento de piratas. En tanto, el cuerpo de baile logra ensamblar con corrección las danzas de carácter con variaciones clásicas donde se lucen, especialmente las bailarinas.
El brasileño Victor Caixeta, solista de la compañía, cubrió el rol del mercader de esclavas. Un bailarín que promete, con buenos saltos, musicalidad y porte, si bien tuvo ciertas imprecisiones en los cierres. El grupo de tres odaliscas, Nadezhda Gonchar, Yana Selina y Valeria Martynyuk, hizo un trabajo ajustado en las variaciones del primer acto.
Bellas imágenes, romanticismo y colorido en la escena del jardín animado, una de las más reconocidas y famosas de esta obra, que subyuga y deslumbra tanto desde lo coreográfico como desde lo estético, donde Medora se incorpora al grupo, en uno de los pasajes más logrados de esta puesta. Y como es de esperar, un final feliz: Medora escapa en un espectacular barco pirata con Conrad, Alí y Gulnara, y ambas esclavas quedan libres.