Casi a punto de volver a Washington para presentarse el 20 de enero en el Terrace Theatre del Kennedy Center de Washington DC, María Juncal, bailaora de rancia estirpe en el flamenco, hizo su paso por el archipiélago cubano durante la edición 26 del Festival Internacional de Ballet de La Habana. Allí subió a escena con dos únicas funciones de su “Suite Flamenca”. En Washington, compartirá escena con la Pan American Symphony Orchestra dirigida por el argentino Sergio Buslje y la cantante portorriqueña Anamer Castrello en el espectáculo “Passion and Fire: The music from Spain”.
Como bailarina errante Juncal desembarcó en la capital cubana después de consumar exitosamente una extensa gira, iniciada en septiembre, la cual conectaba Israel con Inglaterra; retomaba el océano hasta Brasil, Uruguay y Argentina, para ulteriormente saltar a Portugal, y finalizar en Estados Unidos y Cuba.
Sin duda, el destino lo lleva en la sangre. Nació en Las Palmas de Gran Canaria, donde el desarrollo del flamenco fue tardío; no había entonces tradición, “para dedicarme a lo que yo quería tuve que irme de las islas, aunque ahora existen algunas escuelas”, observó la bailaora.
Está convencida de que el estilo en el arte es inherente a la persona y no al lugar de donde se nace, no obstante, reconoce las huellas de su herencia. “En mi familia materna, los Borrull, en especial la estupenda bailarina y maestra Trini, han sido todos artistas y figuran en los libros de flamenco”.
Después de sus primeras clases cuando apenas tenía 6 años, una tía abuela pronunció con mucha autoridad su diagnóstico: “la niña tiene lo de la familia. Hay que mandarla fuera de aquí”. Algo viene en consecuencia: “hay que bailar y hay que viajar. Creo que la parte nómade la heredé completa. Apenas estoy cerrando un telón y ya estoy pensando en el siguiente”, apuntó.
En el festival habanero de noviembre, mostró en “Suite Flamenca” que la improvisación adquiere gran protagonismo en la entrega artística de la dupla formada por Juncal y el notable bailaor Alfonso Losa, con el acompañamiento de punta conseguido por dos cantaores: Juan Triviño y José Díaz (Cachito) y la deslumbrante guitarra de Carrizo (Gerardo Amezquita).
Se trata de un espectáculo integral, que no abandona la tradición del cante, el toque y el baile, con la inherente complejidad rítmica de los palos seleccionados: seguirilla, taranta, alegrías, los zapateados en la farruca o los movimientos de brazos en la soleá, o la música de los fandangos. Las audiencias que desbordaron el aforo del primoroso teatro Martí los ovacionaron.
Danzahoy: ¿Cuál es tu postura con respecto a lo que ahora llaman “flamenco estilizado”, o el nuevo flamenco? Por ejemplo, las innovaciones de intérpretes tan mediáticos como Cortés, Canales o Galbán, por mencionar algunos. ¿Acaso vas por la ortodoxia del género?
María Juncal:Pues francamente te diré no soy taxativa, en absoluto; ni creo poseer la verdad absoluta para responder esto. En cambio si creo que el flamenco es uno. No existe una diversidad de flamencos, con las etiquetas que les colocan los medios o la publicidad. Yo prefiero atenerme a lo que estoy interpretando. Por ejemplo, si salgo al escenario a bailar por soleá, o una alegría, no tengo la inquietud artística de innovar por innovar. En el flamenco, lo que estos palos expresan es inmenso per se, y ambos son dos mundos. Es a eso que me refiero. Me parece que la innovación debe estar bien justificada y, por ende, el flamenco nunca envejecerá”. (Recomiendo ver el documental titulado ´Flamenco de raíz” que realizó en 2011, y fue nominado para premio en festivales de cine ibéricos).
María Juncal inició su trayectoria en la adolescencia, estudiando ballet y danza clásica española en Santa Cruz de Tenerife, donde fue alumna de Miguel Navarro, Rosalina Ripoll y su tía abuela Trini Borrull (en clásico español). Posteriormente, se traslada a Madrid con sus padres para continuar con sus estudios en el Centro de Arte Flamenco y Danza Española Amor de Dios (nombre de la calle madrileña donde está la escuela que llaman “catedral del flamenco”). Allí recibe una sólida educación con importantes profesores, algunos fueron piezas clave en su formación como Cristóbal Reyes, La Tati, El Guito, Manolete, Ciro y Merche Esmeralda en la parte de flamenco; a Nadine Boisaubert y la cubana radicada en España Dagmara Brown en ballet.
Hace un trato con su madre antes de debutar como bailarina semi-profesional. “Debía terminar primero mis estudios en la segunda enseñanza (bachillerato), y lo logré como buena estudiante que era. Entonces pude debutar en el salón de un hotel elegante que se llamaba Princesa Daci”.
D: ¿Hubo alguna anécdota de aquella ocasión?
MJ: Pues sí. Aquel día me caí. El piso era de losa pulida. Bailaba una parte donde debía realizar un fouetté y la pierna de base resbaló, perdiendo el equilibrio, y caí flagrantemente. Pensaron que no me repondría de aquella situación tan embarazosa. Esperé que sonara la música y me “enganché” en el compás…y seguí el baile como si nada. Yo estaba ya bien segura que lo mio era bailar flamenco, no obstante seguí estudiando y practicando el ´clásico´ en los salones. Hasta que un afortunado día, por azar de la vida, me encontré con Joaquín Cortés…
Del ballet al flamenco
Con 17 años cumplidos, ya en Madrid, las cosas se fueron sucediendo de una manera maravillosa. Contó sin tapujos las diversas aventuras que tuvo, como la imborrable que aconteció durante una clase de ballet, cuando le anunciaron que el maestro Guito la buscaba para darle una plaza en su conjunto, con motivo de una gira nacional por varias provincias de la península. “Entrarías ahora como cuerpo de baile, le dijo, hay momentos para una solista, pero no los harás todavía”. “A ante esto me quedé muda, aunque luego le respondí emocionada que aceptaba con felicidad. De allí salí a gritos de euforia para darle la noticia a mi madre”.
Entonces todos creían que ella era María Borrull, según salía en cartel. De hecho, el primer premio de danza que ganó fue con el nombre de María Borrull. En el Gran Teatro de Córdoba fue donde le entregaron el lauro, y en su lobby cuelga un magnífico cuadro con la imagen de Julia Borrull bailando “La gitana blanca”. En los inicios de su carrera “todo ha sido muy mágico”.
D: ¿Cómo y cuándo te convertiste en María Juncal?
MJ: Fue El Guito quien me dio el nombre artístico de Juncal, porque todo el mundo del gremio me llamaba “la canaria” y él, cuando fue a dar los nombres de los miembros de su elenco para el cartel publicitario no sabía mi apellido y me “re-bautizó” como Juncal, un vocablo “caló” que es muy bonito. Tanto con el Juncal como con Borrull me ha ido muy bien en mi vida.
D: Después de descubrir el flamenco cuando llegaste a la Academia de la calle Amor de Dios, ¿qué vino después?
MJ: Terminada la gira, decidí independizarme y seguir mis propios caminos, siempre con mis maestros. En esta nueva ruta alcancé el Premio Antonio Gades, que tuvo mucha repercusión en los medios de comunicación.
D: ¿Consideras el 2006 como el año del despegue de tu carrera como bailaora de flamenco?
MJ: Ciertamente, porque recibí varios reconocimientos importantes en solo un año: entre ellos el Nacional de Danza y el de Coreografía, con un fragmento de “El encierro de Anna Frank”, que después desarrollé como un ballet para toda una noche. En esta pieza utilizo recursos que no son ortodoxamente flamencos. La música original es de Basilio García, quien aceptó mi pedido de incluir sonidos callejeros del ambiente callejero. Algunas mentes obtusas lo interpretaron como una defensa de la causa israelita; no entendieron que estoy del lado de las víctimas vengan de donde sea: ellas portan banderas blancas.
D: De alguna manera la danza también implica un compromiso…
MJ: No me interesa hablar o hacer política; bailo, soy artista, estoy fuera de todo partido o ideología determinada. Soy una bailarina del siglo XXI, con una técnica que no se bailaba en tiempos de Trini Borrull, empero no tengo miedo de utilizar ornamentos que algunos califiquen de anticuados, si el personaje lo requiere.
En la Habana
D: ¿Cómo fueron tus primeras presentaciones habaneras, y sus posteriores resonancias? MJ: Vine a estas benditas tierras caribeñas por primera vez en 2005, fuera de los festivales internacionales de ballet, cuando el bailarín y coreógrafo Eduardo Veitía, director del Ballet Español de Cuba me invitó a bailar su versión de “Carmen”, de Merimée. Recuerdo que lo ensayé solamente dos o tres días, y lo interpreté una sola noche en el escenario de la Sala García Lorca del Gran Teatro de La Habana (no se llamaba todavía Alicia Alonso). Retorno a Cuba en 2006, cuando Alonso me invita a su Festival de Ballet, para presentarme en la Gala de Clausura, y posteriormente cuando me conceden la distinción de Honor por el mejor espectáculo del año. En mi país tuvo una gran resonancia; estaba trabajando en mi estudio en España, cuando me llaman por teléfono para darme la noticia: no lo podía creer. Lo recuerdo como una de las cosas más preciosas que he recibido en mi carrera.D: ¿Cómo es tu colaboración con los grupos juveniles que dirige la maestra Karelia Cadavid, en cuanto a la enseñanza de la danza y su desarrollo ulterior en Cuba? MJ: Sin duda me sorprendió el esfuerzo titánico que realiza Karelia con su escuela local en La Habana. Fui a una clase y me le acerqué: ¿es acaso usted la que sostiene este proyecto aquí? Fue así que admiré por primera vez lo que logra con las niñas matriculadas. |
D: ¿Y luego…?
MJ: Volví a su estudio en el barrio de Centro Habana, y las chicas me estaban esperando para mostrarme cuatro o cinco bailes. No podía dar crédito a lo que estaba viendo. Entonces no estaba consciente del suceso; de los esfuerzos que deben desplegar para lograr aquello. Comprendí cómo debía colaborar para que estas chicas tuvieran lo necesario: faldas, zapatos, castañuelas, peinetas. Desde ese momento quedé comprometida para siempre con este proyecto. Vengo a La Habana y les imparto clases, de manera puntual porque cuando no estoy, las más adelantadas me remplazan para ocuparse de los cursos de niveles inferiores.D: Y a vos te enriquece como ser humano…MJ: Me siento privilegiada de estar en sus vidas, más allá del estudio. De alguna manera yo devuelvo a la vida -de alguna manera- cosas del corazón. Me entrego aún a la danza. Aunque también la vida me ha recompensado mucho, porque me ha regalado esta carrera, con públicos a teatro lleno que me aplauden en pie, y me digo, sin falsa modestia: “Dios mío, quien me lo iba a decir”. D: ¿Y cómo siguió la colaboración? MJ: Quise hacer algo más para ellos, y lancé los talleres “Flamenco por la vida” -antes del de Karelia-, abiertos a todos, pero no los seducía: casi nadie venía. Entonces decidí, con ayuda de Alfonso Losa, crear el Encuentro intercontinental de flamenco en La Habana, del que ya concluyó su segunda edición en ciudades de América Latina. |