Desde la entrada al espacio se va definiendo la atmósfera. Se pasa al lado del muro en donde están escritos de los nombres de las víctimas desaparecidas. La obra, “Shock: Anatomía del Abandono” se adueña del lugar. Una voz en off va recitando esos nombres, como una letanía que acompaña la entrada del público que, dirigido, se lo lleva al pie de La Torre donde da comienzo este “shock” que se presentó en Villa Grimaldi, en el Museo de la Memoria y los Derechos Humanos, el 13 y el 14 de abril y continúa como itinerante hasta julio, con funciones gratuitas en La Pintana, Los Vilos y Valparaíso, Chile.
La Torre -lugar de tortura durante la dictadura de Augusto Pinochet-, marca el inicio. Una puerta abierta desde donde se atisban seres andrajosos, empolvados, que se mueven lentamente, como si apenas despertaran del horror, como fantasmas pasmados de estar allí. Son diez: Marjorie Ávalos, Natalia Cuéllar, Raimundo Estay, Romina Paz Rojas, Carlos Cortes, Pelusa Trincado, Francisca de Petris, Juan Pablo Iriarte, Kevin Magne y Javier Muñoz. Llenan el espacio. Con sus emociones, con sus gestos, con sus desventuras.
Son las víctimas del abandono. Con su salida, el público retrocede hasta la platea del teatro que está a continuación. Un amplio escenario bajo una gran estructura abierta.Las escenas se van desenvolviendo muy bien definidas, bien distribuidas en el espacio. Con sus ritmos diferentes y a la vez, dándole unidad a la obra. La búsqueda frenética del otro, el desconcierto al encontrarse con algo, o con alguien que puede ser o no ser ese ser tan añorado. Ese tocar el cuerpo que se atraviesa, tratar de reconocerlo, de sentir si late, si vive, si es.
Vicky Larraín, directora de esta pieza, aparece. Su fuerza interpretativa conmueve. Es la madre desolada cargando un hijo quizás muerto, desaparecido o abandonado. Una carga preciosa que destroza. Natalia Cuéllar muestra su control del tiempo. Ese saber estar inmóvil moviéndose lo imprescindible. Javier Muñoz vive cada gesto, cada movimiento,y no deja que los espectadores lo abandonen. Francisca de Petris acongoja con sus gritos desgarradores. Todos son un conjunto amalgamado, afiatado, entregado de lleno a las manos de la creadora, que los llevan por el camino elegido con destreza y seguridad.
Larraín tomó como referencias para desarrollar la obra distintos sucesos que han puesto en shock al mundo. Por su brutalidad, por su inhumanidad. La bestialidad de la bomba en Hiroshima, las torres Gemelas en Nueva York, los 43 estudiantes mexicanos asesinados en 2014, los detenidos desaparecidos en Chile y América Latina. Todos eventos, durante los cuales fue imposible protegerse, resguardarse. Donde lo peor del ser humano produjo el shock del alcance de lo inimaginable en la cotidianidad.
Un lugar con historia
Villa Grimaldi fue el recinto secreto de detención y tortura más importante de la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA) la policía secreta del régimen militar de Augusto Pinochet en Chile entre 1973 y 1977. El local, conocido por los agentes de la DINA como Cuartel Terranova.
Los primeros detenidos llegaron ya a mediados de 1974. Hacia el verano de 1975, Villa Grimaldi pasó a convertirse en el centro de operaciones de la BIM, que ejercía la función de represión interna en Santiago.
En la actualidad se conoce como Parque por la Paz Villa Grimaldi, fue recuperado y convertido en sitio de memoria y espacio de promoción de los Derechos Humanos, gracias al trabajo de sobrevivientes, organizaciones de Derechos Humanos y la comunidad.
La Torre: en su interior se construyeron celdas de setenta por setenta cm. de largo y dos metros de alto, con una puerta pequeña que obligaba a entrar gateando. La torre disponía de una sala de torturas. A muchos de quienes permanecieron en La torre no se les volvió a ver.