Salzburgo, Austria, 1938. Europa comenzaba a dar las primeras señales devastadoras del nazismo. María, una novicia de espíritu libre, que desentona con la conducta del resto de las monjas y las novicias de la Abadía de Nonnberg llega como institutriz a la casa de los von Trapp, a cuidar a siete niños de un capitán de la marina retirado. Una casa en la que no subsistía ninguna institutriz. El capitán, Georg von Trapp, viudo desde hacía algunos años, educaba a sus hijos como en un cuartel militar. La historia lleva nombre propio: “The Sound of Music”.
Desde el 13 de junio al 16 de julio el Opera House del Kennedy Center de Washington DC, trae este clásico de todos los tiempos en una producción de 2015, creada exclusivamente para gira, dirigida por Jack O’Brien. Protagonizada por Charlotte Maltby en el rol de María; por Nicholas Rodriguez como el capitán von Trapp, y Melody Betts en la interpretación de la superiora de la abadía, la obra, como siempre, llega a lo más profundo del corazón.
“The Sound of Music”, conocida en el medio hispano como “Sonrisas y lágrimas” o “La novicia rebelde”, originalmente fue un musical creado en 1959, y luego fue una de las películas musicales de mayor éxito de la historia, producida en 1965, con dirección de Robert Wise y protagonizada por Julie Andrews y Christopher Plummer. Basada en el musical de Broadway del mismo nombre, con canciones escritas por Richard Rodgers y Oscar Hammerstein II, sobre un guión de Ernest Lehman. Tanto el film como el musical son una adaptación de la novela “La historia de los cantantes de la familia Trapp”, escrita en 1949 por María von Trapp.
Estrenada en Broadway por Mary Martin y Theodore Bikel, en 1960, al año de su estreno, ganó cinco premios Tony, incluido el de Mejor Musical, y la producción se representó durante 1.443 funciones.
Con esa sucesión incomparable de canciones que resuenan en los oídos por siempre, “The Sound of Music”, permite rememorar temas como “My Favorite Things”, “Do-Re-Mi”, “Climb Every Mountain”, “Edelweiss” y la bella canción que da título a este musical. Con letras memorables, y una música pegadiza, el musical sigue siendo uno de los mejores de la historia. Y a su vez, es un testimonio de los acontecimientos que comenzaron a cambiar el mundo a partir de 1938: la aparición del nazismo, las persecuciones, la muerte.
Maltby, como María, una cantante de magnífica voz, ductilidad física y encanto, logra atrapar y conmover con su personaje. Nicholas Rodriguez, en el papel del capitán Georg von Trapp, compone una estampa interesante que evoluciona a través del relato. Y Melody Betts, con una voz incomparable, hace un despliegue de técnica, ternura y picardía absolutamente deslumbrante.
Los niños de la familia von Trapp, estupendos. Con una naturalidad poco frecuente, se roban la obra con sus personajes cálidos, simpáticos, chistosos. Paige Silvester (Liesl). Elliot Weaver (Friedrich), Stephanie Di Fiore (Louisa), James Bernard (Kurt), Dakota Riley Quackenbush (Brigitta), Taylor Coleman (Marta) y Anika Lore Hatch (Gretl) componen un grupo compacto, con una interesante soltura corporal para abordar coreografías dinámicas y de precisión creadas por Danny Mefford con ajustado criterio y acertada dinámica.
Impactante el final donde se despliegan las banderas nazis cuando la familia von Trapp canta su última canción antes de abandonar Austria huyendo por las montañas hacia Suiza. Forzado por las nuevas autoridades invasoras von Trapp se niega a acatar las órdenes que llegan de Berlín, y la familia, integrada también por María que acaba de casarse con el capitán, opta por el exilio incierto.