A un día de la noche de brujas, Suzanne Farrell Ballet abrió su temporada en el Ópera House del Kennedy Center de Washington DC. El programa estuvo integrado por tres obras de George Balanchine, “Walpurgisnacht Ballet”, “A Midsummer Night’s Dream” y “Esmeraldas”, y la escena de amor de “Romeo y Julieta”, de Maurice Béjart. Las cuatro, fundidas en “Balanchine, Béjart, and the Bard”, llevaron a escena piezas históricas de la danza del siglo XX.
Farrell ha logrado llevar adelante, con esfuerzo, un proyecto que ya lleva 15 años. Rescatar las obras maestras del repertorio de Balanchine, y reponer algunas de las piezas de Jerome Robbins y de Maurice Béjart no es tarea fácil. Especialmente cuando no existe un presupuesto que permita mantener a una compañía trabajando a tiempo completo, puliendo detalles de estilo, y forjando una conciencia grupal compacta. Y esa carencia se advierte en la escena.
“Walpurgisnacht Ballet”, obra para 25 bailarines, fue originalmente creada para la ópera “Fausto”, de Goethe, con música de Charles Gounod. Su estreno mundial fue en 1980 en una función para la School of American Ballet. La troupe liderada actualmente por Farrell mostró cierta inmadurez y poca sutileza para abordar esta obra, aunque siempre es absolutamente valorable el esfuerzo que significa montar una coreografía grupal con bailarines que no trabajan juntos durante el año.
El pas de deux de “A Midsummer Night’s Dream”, que desde 2010 forma parte del repertorio de la compañía liderada por Farrell, encontró en sus intérpretes Heather Ogden y Kirk Henning, un prolijo recorrido por las sinuosidades de esta coreografía que data de 1962. Inspirada en la obra homónima de Shakespeare, ambos bailarines lograron momentos interesantes con un buen trabajo de Hennings como partenaire. La sublime partitura de Mendelssohn (Sinfonía No. 9) hizo el resto.
Bella e intensa fue la escena del balcón de “Romeo y Julieta” de Maurice Bejart dibujada con sutiliza por Natalia Magnicaballi y Michael Cook. Una pareja en la que la comunicación entre ambos bailarines adquiere profundidad, dramatismo y pasión. Las extensiones de Magnicaballi, sus delicados brazos y su fuerza dramática se ensamblan con Cook de una manera especial. Y la propuesta de Bejárt requiere de bailarines-actores que encuentren en la danza la poesía. Algo que Cook y Magnicaballi delinearon con profundidad en esta maravillosa pieza.
“Esmeraldas”, una de esas obras maestras de Balanchine que integran la trilogía de “Jewels” (Joyas) se convirtió en una interesante propuesta para el final. Farrell tejió con refinamiento de estilo tanto al cuerpo de baile como a los solistas. Si bien aún quedan ciertas sutilezas por pulir, especialmente en los brazos de las bailarinas del cuerpo de baile. En la noche del estreno Ogden y Henning, y Magnicaballi y Cook cubrieron los roles solistas con un alto nivel de danza y crearon esa mágica atmósfera de “Esmeraldas”.
La excelente interpretación de la Opera House orchestra bajo la batuta de Scott Speck aportó un punto importante a “Balanchine, Béjart, and the Bard”.