Intensos negros nubarrones no apocaron las voluntades de los organizadores, ni siquiera intensificaron la incertidumbre general de una “quasi” imposible celebración o aplazamiento de la edición 28 del Festival Internacional de Ballet de La Habana Alicia Alonso, como estaba previsto para el 28 de octubre, (coincidente perpetuo con la fecha de fundación del BNC en 1948), que duraría hasta el 10 de noviembre.
Sin embargo, la tenacidad contribuyó a vigorizar los empeños de los ejecutantes de este ambicioso, diverso, inclusivo e inmersivo programa de eventos, que utilizó tres salas teatrales y otras instalaciones de la capital del país, en horarios dobles algunos días. Tampoco opacó la realización de eventos colaterales: conferencias, exposiciones o presentaciones de libros.
Observemos, sin entrar en detalles, las incidencias naturales como antesala al evento anual cultural: dos huracanes azotaron, en breves intervalos, los extremos de la mayor de las Antillas. Primero las provincias orientales y luego las provincias del extremo occidental. El país se recuperaba apenas de las afectaciones sufridas por un fallo crítico en el Sistema Electroenergético Nacional, que dejó a casi toda la isla en un “black out” general durante varios días. Mas la resiliencia acometida por las máximas autoridades, junto con la pasión por la danza demostrada por sus hacedores y los fieles balletómanos superaron los avatares climatológicos. Por tanto, el Festival llegó a buen puerto, con inusitada brillantez y a teatro lleno en la mayoría de las funciones ofrecidas.
Veamos, con ayuda de los datos aportados por la Oficina del Historiador del BNC y el Servicio de prensa, cómo se comportó esta edición en curso. La variada oferta coreográfica incluyó 76 títulos de la mayor diversidad estilística. Entre ellos seis estrenos absolutos y 34 estrenos en Cuba, creados por 61 coreutas provenientes de 15 países. Se ofreció un total de 20 funciones: en el Teatro Nacional de Cuba, nueve en la Sala Avellaneda con capacidad para no menos de tres mil espectadores; cinco en la sala menor Covarrubias con aforo de 800 localidades y en decimonónico coliseo Martí seis, con butacas para poco menos del millar.
Esta vez las compañías visitantes fueron dos latinoamericanas: la Anajun Veatem ensamble de danzas judías mexicanas y el Incolballet de Colombia.
Además, disfrutamos las entregas destacadas de 35 estrellas solistas de prestigiosas compañías -dos vibrantes “Muerte del cisne”, de Fokine; dos duetos de “Espartaco”; varias versiones del conocido pas de deux, adagio del Segundo acto de “Lago de los cisnes”, de “Paquita”, de “Don Quijote”; de ballets de Balanchine; de Grigorovich, entre otros-, aplaudimos tres rusas y tres de Alemania; así como representantes de primer rango de Les Grands Ballets Canadiens; de Francia el Ballet de Bordeaux y la Compañía Angeljn Preljocaj; de Venzuela del Ballet del Teatro Teresa Carreño y el mexicano Ballet de Monterrey; el Joven Ballet de Puerto Rico; también del Birmingham Royal Ballet o del Queensland Ballet de Australia, entre otras.
Por supuesto, se incluyó la participación de los principales grupos cubanos invitados por el BNC como anfitrión: Danza Contemporánea de Cuba, el Ballet de Camaguey, el Conjunto Folklórico Nacional, el Ballet de Laura Alonso, Acosta Danza, Lizt Alfonso Dance Cuba, Ortolado, Malpaso y Micompañía.
La música, en esta ocasión, alcanzó niveles notorios con las ejecuciones de los instrumentistas en escena como soporte medular, con partituras de grandes exigencias técnicas.
Como ejemplos destacados mencionaría el pianismo de excelencia por los maestros Marcos Madrigal y Aldo López Gavilán, el talento evidente de la joven Daniela Rivero y las magistrales interpretaciones de la flautista Niuka González Núñez junto a la bailarina Kaenia Ovsyanick. Y sería imperdonable no destacar las participaciones de Nicolay Schugaev tanto con su vibrante ejecución del cello como en su desempeño en el foso como director de la Orquesta Sinfónica del Gran Teatro Alicia Alonso para acompañar las cinco representaciones por el BNC de su conocida versión Alonso de “Lago de los cisnes”, con una responsabilidad agravada por las alternancias de elencos en cada función. Bravo, Maestro.
Además, considero mención aparte, el mérito de Norge Cedeño al elegir la música del joven Pepe Gavilondo para su “Ritual Garden”. Como dato curioso señalaría el hecho de invitar al venezolano Daniel Gil, otro joven ascendente en la dirección orquestal, para acometer por primera vez la tímbrica partitura de Rodión Schedrin, según Bizet, para la reposición del ya icónico ballet “Carmen” de Alberto Alonso, interpretado en la gala de clausura por Viengsay Valdés y el invitado brasileño Marcelo Gomes en los roles protagonistas junto a solistas y cuerpo de baile del BNC.
Momentos trascendentes
Con el riesgo de pasar por alto algunas presencias de altos quilates creativos, estéticos y con entregas de notable virtuosismo técnico, tanto en lo académico como en lo contemporáneo, señalaré lo de mayor impacto, a mi sano juicio. Es necesario considerar los desniveles en la maduración de sus estatus de estrellas, tanto los foráneos como los locales, así como aquellos jóvenes bailarines cubanos que desarrollan sus carreras en el exterior y que mostraron su deseo de volver a brindar su arte en los escenarios donde debutaron.
Hemos apreciado, evidentemente, las interpretaciones de los artistas de la danza consagrados por su quehacer riguroso, con una hoja de ruta pletórica de lauros. Las menciones podrían encabezarlas Marcelo Gomes, Joaquín de Luz, Elisa Carrillo, Semyon Chudin, Daniil Simkin, y una constelación de bailarines del archipiélago cubano, tales como la propia Valdés, Dani Hernández, Grettel Morejón, Anette Delgado, Ernesto Díaz, Yankiel Vázquez, y los talentos ascendentes como Anyelo Montero, Gabriela Druyet, Alianed Moreno o Luis Fernández. (Los cinco “Lagos…” bailados y gratificados con aplausos en pie, sirvieron de vitrina para desvelar los talentos formados por la escuela cubana de ballet que han decidido probarse en su país, ante el éxodo de otros egresados). La presencia y entrega del bailarín portugués Antonio Casalinho, laureado en cuanto concurso ha podido participar, mostró que es un fruto de la “escuela cubana de ballet”, egresado de una Academia de su natal Lérida que imparte la metodología del maestro cubano Fernando Alonso. Dos bailarines con firme desarrollo artístico, en los primeros rangos de las agrupaciones foráneas donde fijaron su futuro, fueron Patricio Revé y Esnel Ramos.
Con positiva sorpresa, este observador regular por décadas de las producciones en la isla, ha apreciado la respuesta favorable del público muy aficionado a la danza académica con respecto a las entregas de obras contemporáneas, algunas con discursos provocadores en sus dramaturgias como es el caso de títulos por Susana Pous, Osnel Delgado, Norge Cedeño o los foráneos de Uwe Scholz, Peter Quanz, Juliano Nunes, José Carlos Martínez, Cathy Marston, Elisa Carrillo, Patricia Donn, Kaenia Ovsyanick o el propio de Luz.
Estrenos y Reposiciones
Como momentos cimeros entre las obras clasificadas como estrenos se me ocurre situar la pieza “Faun(E)” del inglés David Dawson, “Mondo” de Susana Pous de origen española; “Multiplicidad” del ibérico Nacho Duato; “Ara” de Osnel Delgado; “Ritual Garden” del tándem Norge Cedeño-Gavilondo. Memorable resultó el homenaje al gran bailarín argentino Julio Bocca como preámbulo a la serie de “Lagos…” y la reposición del balle “Carmen” de Alberto Alonso, con Viengsay Valdés y Marcelo Gomes. A su vez, el estreno de “Gitanerías”, para la gala de clausura, con su coreógrafo e intérprete Joaquín de Luz y Valdés, sobre música cubana ejecutada en vivo por dos pianistas notables: Marcos Madrigal y Aldo López Gavilán.
La ejecutoría, en la realización de esta edición 28 del FIBH AA, de la bailarina y directora general del BNC, Viengsay Valdés, puede ser calificada de titánica -difícil llegar a la plenitud con las condiciones actuales difíciles del país-, y con un equipo de colaboradores dirigido por Heriberto Cabezas, veterano en estas lides. Y no olvido las participaciones -con notables prestaciones-, de Valdés, en cuatro títulos exigentes, con diversos estilos y temáticas. No por dejar los agradecimientos al final, menos merecidos al trabajo ingente y concienzudo de los maestros de danza y profesores, y los “coaches”, bajo la coordinación de la maestra Svetlana Ballester, y los valiosos aportes artísticos por parte de afamadas personalidades tales como Maina Gielgud, Azari Plisétski, José Manuel Careño, Johan Kobborg o Victor Gilí.