San Francisco Ballet

El retorno de la directora pródiga

Tamara Rojo trajo a la compañía al Teatro Real de Madrid con el clásico “El lago de los cisnes” en la versión de Helgi Tomasson. Esta fue su primera gira internacional desde que está en el cargo y también, la primera visita de esta formación a la capital de España, donde realizó ocho funciones.

Deja un comentario Por () | 27/10/2024

El San Francisco Ballet ofreció ocho funciones de "El lago de los cisnes" en el Teatro Real de Madrid. © Javier del Real | Cortesía del Teatro Real de Madrid.

El San Francisco Ballet ofreció ocho funciones de “El lago de los cisnes” en el Teatro Real de Madrid. Foto: Javier del Real. Gentileza Teatro Real de Madrid.

La primera gira internacional del San Francisco Ballet desde la incorporación de la española Tamara Rojo a la dirección no pudo haber tenido mejor escenario que el Teatro Real de Madrid. Había mucha expectación por el retorno de Rojo al frente de la compañía de ballet más antigua de los Estados Unidos, ya que sus dos últimas visitas se produjeron en su prodigiosa década (2012-2022), encabezando el English National Ballet.

Si bien en sus anteriores presentaciones la artista madrileña había mostrado su talento y osadía al apostar por la versión moderna de Akram Khan sobre el ballet romántico “Giselle” (2019) o sus primeros coqueteos con la coreografía en “Raymonda” (2023), en esta ocasión, Rojo se inclinó por uno de los títulos de excelencia del gran repertorio clásico, “El lago de los cisnes” (Marius Petipa y Lev Ivanov, 1895), en la versión remozada de su predecesor en la dirección del San Francisco Ballet, Helgi Tomasson (1985-2022). Precisamente, “El lago de los cisnes” fue el primer ballet que el islandés coreografió para el San Francisco Ballet en 1988, actualizó esta versión primigenia en 2009, y fue la obra que escogió para su despedida de la compañía.

Sabedora de la escasez de ballet clásico en la programación en España, quizás ése fuera el argumento de Rojo para decantarse por un título tradicional para deleite de los balletómanos de su país. En la actualidad y más aún después de los tiempos pandémicos, cada vez se prodigan menos las grandes compañías internacionales en giras, entre otros motivos, por la nueva conciencia ecológica que busca minimizar la huella de carbono y sabido es que la producción de un clásico conlleva decenas de bailarines en escena, amén del cuerpo técnico detrás, con sus consabidos desplazamientos. Sumando la sequía de espectáculos clásicos en la programación, con la poca posibilidad de disfrutar de grandes compañías internacionales fuera de sus respectivos teatros, lo cierto es que las ocho actuaciones del San Francisco Ballet en el Teatro Real se vivieron como un auténtico acontecimiento en Madrid.

Además, se trató de la primera visita de la veterana compañía estadounidense a la capital española, aunque no la primera al país, porque casualmente el luctuoso 11-S pilló al San Francisco Ballet actuando en el Gran Teatre del Liceu de Barcelona, donde ofrecieron “El lago de los cisnes” -cuyo el estreno protagonizó la bailarina vasca Lucía Lacarra- (4-9 de septiembre de 2001) y un programa mixto Tomasson/Robbins/Forsythe/Morris (13-16 de septiembre de 2001).

La solidez de la técnica del San Francisco Ballet destacó en "El lago de los cisnes" © Javier del Real | Cortesía del Teatro Real de Madrid.

La solidez de la técnica del San Francisco Ballet destacó en “El lago de los cisnes”. Foto: Javier del Real. Gentileza Teatro Real de Madrid.

Cisnes balanchinianos

La versión de Helgi Tomasson se estructura en cuatro actos, precedidos de un prólogo sobre el hechizo que el malvado Rothbart lanza a la princesa Odette. El primer acto se sitúa en las afueras del palacio y se centra en el cumpleaños del príncipe Siegfried, interpretado en la segunda función de forma muy correcta por el bailarín principal chino Wei Wang, y en él sobresale el pas de trois -Cavan Conley, Isabella DeVivo y Julia Rowe-. Además, participan un grupo infantil de estudiantes de danza del Conservatorio Profesional ‘Carmen Amaya’ de Madrid.

Durante el segundo acto y acuciado por el imperativo de tener que contraer matrimonio, el príncipe se interna en los bosques con la ballesta que le ha regalado su madre y se topa con la bandada de cisnes comandada por Odette, encarnada por la bailarina principal coreana Wona Park. Esta parte recoge algunos de los fragmentos más memorables de “El lago de los cisnes”, como el célebre pas de deux denominado el ‘Cisne Blanco’ o el paso de los ‘Cuatro Pequeños Cisnes’. Quizás lo que más llama la atención en toda la versión de Tomasson es lo fuertemente influida que está por el espíritu balanchiniano y en los actos blancos se percibe sobre todo en la mayor velocidad de ejecución de los pasos, en contraste con otras versiones europeas que tienden más hacia el lirismo y la suspensión de los pasos.

Paso de los 'Cuatro Pequeños Cisnes'. San Francisco Ballet. © Javier del Real | Cortesía del Teatro Real de Madrid.

Paso de los ‘Cuatro Pequeños Cisnes’. San Francisco Ballet. Foto: Javier del Real. Gentileza Teatro Real de Madrid.

Dadas las características de la escuela americana de ballet, no sorprende la rapidez y limpieza de las danzas de carácter del tercer acto -española, húngara, napolitana y rusa-, aunque la danza española responde más al cliché de lo que se entiende por español en el extranjero, que a una verdadera danza española. Y llegó el momento cumbre de esta parte, el pas de deux del ‘Cisne Negro’, en el que Park demostró sus mimbres como Odile. Apoyada en su técnica, pareció sentirse más cómoda en el papel de la sosias malvada de la obra -y en su consabida tanda de 32 fouettés-, que como princesa Odette. Y con un brevísimo entreacto sin descanso, el acto final transportó al espectador de nuevo al lago, con el decisivo combate entre Rothbart y Siegfried. En definitiva, la lucha entre el bien y el mal, en medio de una pléyade de cisnes. Dentro del abanico de posibles finales, Tomasson se decanta por unir a los amantes en el más allá, después de haber vencido al hechicero, encarnado por Jakub Groot.

Con una duración que rondó las tres horas, “El lago de los cisnes” ofreció una imagen excelente del San Francisco Ballet, una compañía con una fuerte impronta de la escuela americana, con una técnica muy sólida y una ejecución limpia, aderezada con algunos saltos de aire balanchiniano, no en vano George Balanchine fue el padre del ballet en los Estados Unidos. En un ballet con todos sus ingredientes no debe faltar la música en directo, en esta ocasión la Orquesta Titular del Teatro Real interpretó la partitura de Tchaikovsky, bajo la batuta de Martin West. La escenografía y vestuario de Jonathan Fensom buscaron crear la magia del clásico, ayudados por la iluminación de Jennifer Tipton. En sus nueve décadas de existencia, la primera visita a Madrid del San Francisco Ballet no pudo ser más exitosa, a la vista de la calurosa recepción del público, que brindó una larga salva de aplausos a la compañía cuyo destino dirige actualmente la prestigiosa Tamara Rojo, primera bailarina española en obtener el Premio Príncipe de Asturias hace casi veinte años.

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