A punto de casarse, Sophie, sueña con que su padre, a quien no conoce, la acompañe al altar. Luego de hurgar en un viejo diario de su madre descubre a los tres posibles candidatos. Y los invita, en secreto, a su boda, con la esperanza de descubrir una verdad que había permanecido oculta por 21 años. Cuando los tres aparecen, justo un día antes del casamiento, se desata el caos y la intriga permanece hasta el final.
“Mamma Mia!”, uno de esos musicales que ha hecho historia, está de vuelta, ahora en el escenario del Opera House del Kennedy Center de Washington DC hasta el 1 de septiembre. Esta vez, se celebra el 25 aniversario de su estreno en el West End de Londres. A Broadway llegó en 2001, y en el cine, se estrenó en 2008 con un elenco indiscutible: Meryl Streep, Pierce Brosnan, Colin Firth y Stellan Skarsgård.
En esta trama de equívocos y contradicciones, los personajes van transitando una historia que apunta, esencialmente, a las emociones. Un encuentro con el pasado, el presente y el futuro que invita a reflexionar. Nada pierde vigencia cuando se habla de sentimientos.
Con dirección de Phyllida Lloyd y coreografía de Anthony Van Laast, sobre un libro de Catherine Johnson, “Mamma Mia!” propone un escenario casi minimalista, con módulos que se adaptan y van delineando diferentes espacios que transitan desde la playa hasta el dormitorio de Donna. La iluminación de Howard Harrison genera matices y climas que acompañan a los protagonistas y dan entidad a cada una de las escenas.
Todo se hace mágico, y al mismo tiempo real. La puesta y los intérpretes colaboran magníficamente para lograrlo. Y es tal la intensidad de las secuencias que el espectador se siente testigo y parte.
La madre de Sophie, Donna, un rol clave interpretado por Christine Sherrill, logra conmover hasta lo más profundo del alma. Su espléndida voz, con un amplio registro y particular sutileza, van delineando las emociones y los miedos por los que transita su personaje. Donna, que ha salido adelante como madre soltera y regentea una taberna en las colinas de una isla griega, no cree que Sophie necesite casarse siendo tan joven. Tampoco le interesa que su hija sepa quién es su padre. Ella enfrentó al mundo sin regirse por las normas establecidas por una sociedad cargada de prejuicios.
Sherrill le da a Donna la personalidad que se supone debe proyectar como una mujer fuerte e independiente, pero también deja entrever las grietas de esa fachada, exponiendo su vulnerabilidad y sus emociones. La calidad y calidez de su voz despiertan los sentimientos más profundos.
La historia y los personajes se refuerzan con un elenco impecable e imperdible. Alisa Melendez es deliciosa como Sophie, con una excelente vos, potente y clara, y con una gran destreza como bailarina. Su ternura al comienzo del espectáculo con “I Have a Dream”, abre las puertas a esa magia que mantiene su personaje durante toda la obra. Sus dúos con Sherrill, son decididamente conmovedores, así como lo es su solo del final.
Carly Sakolove y Jalynn Steele como Rosie y Tanya, las amigas de Donna, se destacan con sus voces y su histrionismo. Ambas hacen una dupla fabulosa. Por otra parte, cada uno de los tres hombres, Sam Carmichael (Victor Wallace), Bill Austin (Jim Newman) y Harry Bright (Rob Marnell), que interpretan a los posibles padres de Sophie, se adaptan a esta comedia de confusiones con una enorme ductilidad y, sin duda, son dueños de muy buenas voces y una sólida formación actoral.
El resto del elenco hace un excelente trabajo en cada una de las secuencias y escenas en las que el ritmo nunca se pierde, tampoco la dinámica entre los personajes y los bailarines durante los constantes cambios de escenario. A su vez, se hacen cargo de una maravillosa coreografía, especialmente cuando todos están en el escenario.
Y en el momento en que parece que la historia llega a su fin, comienza una nueva: los saludos del final. Un desopilante despliegue de talento e imaginación. Un momento para bailar y observar los brillantes y coloridos trajes al mejor estilo ABBA. Un musical divertido, pero que, al mismo tiempo, incita a una profunda reflexión sobre el amor en todos sus aspectos. Y mucho más aún para los nostálgicos, ansiosos por volver a visitar esas inolvidables canciones de ABBA. Una fiesta para el alma y para el espíritu.