El Ballet Nacional de Cuba (BNC), patrimonio cultural de la nación, a pocos días del retorno a la mayor de las Antillas después de una extenuante gira por tierras portuguesas y españolas, sorprendió a su audiencia nacional con una creación foránea “Lucile”, realizada especialmente para la compañía por el coreógrafo danés Johan Kobborg. En este recorrido holístico de una cartelera diversa e inclusiva, la compañía llevó a escena obras de su repertorio activo, recientes estrenos, y la reposición del ballet en un acto “Celeste” (2014), de la colombo-belga Annabelle López-Ochoa.
Personalmente invitado por la bailarina y directora general del BNC, Viengsay Valdés, para la realización de una obra para su compañía, el primer bailarín danés Johan Kobborg obtuvo el auspicio de una entusiasta asociación inglesa, la British Friends of the National Ballet of Cuba. Un apoyo que sirvió para celebrar dos décadas de una colaboración que “ha propiciado la incorporación de obras de coreógrafos de fama mundial al repertorio de la compañía” cubana. Todo comenzó en 2004, cuando los British Friends crearon, junto con entidades estatales cubanas, un pequeño salón de clases y ensayos que Alicia Alonso decidió nombrar “Anton Dolin”, el notable bailarín y coreógrafo inglés que bailó con ella su primera Giselle.
El estreno absoluto de “Lucile”, de Kobborg, aconteció el 6 de julio en la sala Avellaneda del Teatro Nacional de Cuba (a teatro lleno en cada función), con la propia Viengsay Valdés en el rol protagonista.
Completó el cartel “Celeste”, una obra también favorecida con la participación logística de los British Friends del BNC en 2014, con música en vivo de P. I. Tchaikovsky, creada para un cuerpo de baile de diez juveniles chicos y tres parejas mixtas de primeros bailarines y solistas. En esta pieza la motivación coreográfica emergió cuando López-Ochoa escuchó el “Concierto en Re mayor para violín y orquesta” del compositor ruso, y empezó a soñar con “Celeste”, una estrella “que brilla moldeada en las frágiles siluetas de tres bailarinas que danzan en un cielo oscurecido por la noche, representado por las viriles figuras de la decena de portentosos bailarines”.
El éxodo de bailarines ocurrido en los últimos años se manifiesta aquí con evidencia; un 20% de los danzantes en la premier han sido remplazados con los más jóvenes egresados de la Escuela Nacional de ballet. La bisoñez de estos talentosos prospectos de profesionales -algunos con sorprendentes demostraciones técnicas-, fue conducida hacia un futuro promisorio por un equipo de maitres y profesores poseedores de los saberes necesarios para conseguir la excelencia.
Después de “Celeste”, la colaboración con los British Friends permitió otras creaciones con mayor o menor éxito. Vino “Oscurio” en 2016, también de López Ochoa; “Próspera” de Cathy Marston en 2018; “La hora novena”, de Gemma Bond en 2022, y el estreno en Cuba de la espléndida bethoveniana “Séptima Sinfonía” en 2021, del malogrado Uwe Scholz.
Sobre Lucile, la otra bailarina danesa
La anunciada “Lucile”, con coreografía de Kobborg, 51 años, ocurrió tras una breve pausa, cuando todavía la audiencia no podía recuperarse de la brillante escritura abstracta con reminiscencias balanchinianas de “Celeste”. Una obra que transita por los entresijos de una comedia dramática bailada sobre músicas de Jules Massenet -nada de su partitura para la ópera “Manon”-, arregladas por el compositor Gavin Sutherland, a partir de las Suites Orquestales.
La idea de hacer “Lucile”, revela el propio Kobborg, le surgió en la década de 1990, cuando todavía era bailarín del Ballet Real Danés y durante una larga rehabilitación de una grave lesión en la espalda, sin la certeza de volver a la escena y se cuestionaba su futuro en el ballet. Felizmente pudo retornar a las tablas -recientemente ya como primer bailarín bailó con su esposa la afamada Alina Cojocaru-, en una pieza homenaje a Federico Fellini, “La Strada”.
Motivado por “La sílfide” de Bournonville, en cuyo ballet debutó como James en 1994, decidió llamar su creación “Lucile”, en honor a la célebre bailarina danesa Lucile Grahn (1819-1907), la primera Sílfide de Bournonville devenida en icono mundial de la Era Romántica del ballet.