La dualidad entre lo apolíneo y lo dionisíaco se condensa a la perfección en el doble programa ofrecido por Les Grands Ballets Canadiens en el Teatro Arriaga de Bilbao, actuación con la que la compañía cerró su pequeña gira española que también le llevó al Auditorio de Tenerife y al Museo Universidad de Navarra. La belleza, la perfección de las formas, la serenidad y el equilibrio serían atributos predicables de Apolo, deidad protectora de la poesía y las artes en la mitología griega. Por su parte, su hermano Dioniso era el dios de la vendimia y representaba lo terrenal, la sensualidad desatada, el desenfreno de los sentidos, el éxtasis. De esta manera, la formación liderada por Ivan Cavallari mostró su versatilidad al moverse con solidez dentro de esta dicotomía filosófica: desde la belleza apolínea de la “Sinfonía nº 7” coreografiada por Uwe Scholz hasta la vibrante mediterraneidad de “Cantata”, firmada por Mauro Bigonzetti.
En el vigésimo aniversario del temprano fallecimiento de Uwe Scholz (1958-2004), la obra del coreógrafo alemán continúa ganando espacio en los repertorios de las grandes compañías internacionales. En su corta y prolífica vida, el talento de Scholz despuntó en los denominados ballets sinfónicos, representando esta “Sinfonía nº 7” (1991) una de sus magnas creaciones. La partitura que Ludwig van Beethoven compuso en honor al conde Moritz von Fries entre 1811 y 1812 y que le llevaría a su colega Richard Wagner a tildarla de “la apoteosis de la danza”, sirvió a Scholz para crear una obra monumental para el Stuttgart Ballet, compañía en la que desarrolló su corta carrera como bailarín y en la que realizó su ópera prima en la faceta de coreógrafo.
Los cuatro movimientos de la sinfonía estructuran la pieza, cuya escritura coreográfica emplea con soltura un refinado lenguaje neoclásico, el gusto por las líneas y el empleo de las frases en canon. En cierta manera, la coreografía de Scholz se asemejaría a una especie de polifonía del movimiento, ya que el trabajo del elenco de bailarines podría identificarse con cada nota o matiz musical. Majestuosidad y monumentalidad son el resultado de una correcta ejecución de los treinta intérpretes en escena, siendo los momentos corales en los que la coreografía de Scholz mejor ejemplifica ambas cualidades, aunque también los solos y los dúos destilan gran calidad. Pese a la complejidad de mover en un escenario a un grupo de tales dimensiones, la buena labor de los bailarines de Les Grands Ballets Canadiens sublimó la belleza apolínea de la obra de Scholz.
Después de descalzarse las zapatillas de punta, el contrapunto de la velada vino de la mano de “Cantata” (2001), creación de Mauro Bigonzetti para el extinto Ballet Gulbenkian de Portugal. Si “Sinfonía nº 7” había sido un canto a la armonía, la pieza del coreógrafo italiano puso el acento en la vitalidad, el colorido y la visceralidad de la cultura mediterránea. Inspirada en la tradicional musical italiana dieciochesca y decimonónica, la obra de lenguaje contemporáneo aborda diversas facetas de las relaciones entre hombres y mujeres -desde la pasión, a la seducción, los celos y las peleas-, en un ambiente festivo de cualquier plaza de un pueblo del sur de Italia. La interpretación de la música en directo –voz, acordeón y pandero- contribuye a dotar de mayor autenticidad al conjunto de escenas populares interpretadas por una decena de parejas. La coreografía de Bigonzetti toma su impulso y energía de los pies desnudos y enraizados en el suelo para fluir de forma intensa, pasional y un tanto abrupta en ocasiones. Considerada una obra de referencia dentro de la creación del coreógrafo romano, cercana a cumplir un cuarto de siglo, “Cantata” sigue manteniendo su autenticidad y ese espíritu festivo contagioso que anima al espectador del cualquier punto del planeta.
Buena elección de programa de Ivan Cavallari, gracias a la cual la compañía demostró la complementariedad de los polos opuestos coreográficos –neoclásico de Scholz frente a contemporáneo de Bigonzetti- y satisfizo al numeroso público que llenó el Teatro Arriaga de Bilbao en las dos funciones ofrecidas por Les Grands Ballets Canadiens.