Una década después de su primera visita al Teatro Arriaga de Bilbao, la compañía alemana Gauthier Dance retornó al emblemático escenario de la capital vizcaína para ofrecer un triple programa que obtuvo el aplauso unánime del entusiasmado público. Fundada en 2007 por ex solista de Stuttgart Ballet, Eric Gauthier, la compañía residente del Theaterhaus de la ciudad germana se caracteriza por apostar por un repertorio versátil con trabajos de los coreógrafos contemporáneos más destacados de la actualidad. Y estas dos actuaciones en Bilbao dieron la oportunidad para disfrutar de piezas de los renombrados Marie Chouinard, Hofesh Shechter y Ohad Naharin.
En 2021, Eric Gauthier invitó a cuatro reputados coreógrafos para que crearan sendas piezas de veinte minutos de duración, partiendo del clásico inmortal de “El lago de los cisnes”. El resultado fue un cuadríptico con las poliédricas lecturas de Marie Chouinard, Marco Goecke, Hofesh Shechter y Cayetano Soto. Para la actuación en el Teatro Arriaga de Bilbao, el director canadiense se decantó por las obras de Chouinard y Shechter, con dos planteamientos muy diferenciados.
En “Le chant du cygne: Le lac”, la coreógrafa Marie Chouinard imagina a una bandada de cisnes oprimidos que se rebela contra el heteropatriarcado. Ante un ciclorama compuesto por un mar de llamas, un octeto de ánades se arrastra lastimosamente, probablemente subyugado por el poder del maléfico Rothbart. No faltan ni el tutú ni las zapatillas de punta, pero tampoco las rodilleras, los maillots en tono nude y las pelucas de color blanco en sustitución de los tradicionales tocados de plumas. Singular e imaginativo resulta el empleo de las puntas: una calza un pie de cada una de las intérpretes y la otra cubre la mano, que junto al antebrazo dibuja figuras que terminan recordando la cabeza y cuello del cisne, como si fuera un juego infantil de imitar una sombra chinesca. La coreografía se centra en subrayar la parte animal y la sumisión de la pléyade de ánades, hasta que éstas deciden enfrentarse y reclamar su voz con la letra de “Un violador en tu camino” (2019), una performance del colectivo chileno LASTESIS para denunciar los feminicidios y la violencia sexual contras las mujeres. Apaciguado el fuego de la protesta en un mar en calma en la proyección, las empoderadas intérpretes danzan en libertad en este aplaudido alegato feminista de la coreógrafa canadiense.
Bajo el título de “Swan Cake”, el coreógrafo y compositor Hofesh Shechter construye una pieza que se asemeja a una fiesta rave y aparentemente con nulos puntos en común con el clásico de Petipa e Ivanov. Sin embargo, lo que se percibe con claridad es su característico estilo terrenal, rotundo y lleno de trepidante acción. Ataviado con ropa informal, el elenco sobresale en una especie de caótica celebración, inspirada quizás en los festejos del cumpleaños del príncipe Siegfried del original decimonónico. El israelí contrapone en su coreografía las calidades individualidades con el grupo, presentado como una masa en movimiento constante y enérgico, mientras que la banda sonora cita esporádicamente algún breve fragmento de la música de Tchaikovsky, como si fuera casi un jingle publicitario para recordar que la pieza parte del encargo basado en “El lago de los cisnes”.
La segunda parte estuvo protagonizada por “Minus 16”, emblemática obra de Ohad Naharin estrenada por Nederlands Dans Theater 2 en el Lucent Danstheater de La Haya, el 11 de noviembre de 1999. A punto de celebrar sus bodas de plata, esta obra se ha convertido en un referente obligado de la creación Naharin y su éxito le ha llevado a formar parte del repertorio de numerosas compañías internacionales. En el entreacto, un bailarín trajeado empieza a improvisar para desconcierto de los espectadores que han aprovechado el intermedio para salir del patio de butacas. En un momento determinado, comienzan a aparecer en escena los restantes intérpretes también trajeados y tocados con sombreros. A partir de ahí, el creador israelí engarza varias escenas musicalmente diferentes -“Echad Mi Yodea” en versión del grupo de rock The Tractor’s Revenge, “Stabat Mater” de Antonio Vivaldi, un solitario metrónomo y una versión tecno de “Over The Rainbow”-, pero coreográficamente bajo un estilo o lenguaje denominado Gaga.
A raíz de una lesión de espalda, Ohad Naharin se vio obligado a cambiar sus patrones de movimiento y así investigó cómo encontrar nuevas sensaciones. El resultado fue un lenguaje que potencia la ductilidad del cuerpo, con extremidades muy flexibles, y sorprende al espectador con enérgicas explosiones de movimiento alternadas con aparentes momentos de sosiego. El mejor ejemplo de ello fue la primera escena de la obra, ejecutada bajo la letra de la canción tradicional de la Pascua hebrea “Echad Mi Yodea” (¿Quién conoce a uno?). Sentados en un semicírculo conformado por sillas plegables, los dieciséis bailarines comienzan cabizbajos hasta que se produce ese estallido de energía, coreográficamente traducido en un canon y que finaliza con la caída al suelo de uno de ellos. Más convencional, un dúo sobre música de Vivaldi da paso a una divertida escena a ritmo de chachachá y con sorpresa final, para deleite del público.
Durante los minutos que mediaron entre la primera y la segunda pieza, Eric Gauthier no dudó en dirigir unas palabras a los asistentes, explicando el programa que presentaba su compañía y lo emocionado que estaba por la segunda visita de Gauthier Dance al Teatro Arriaga de Bilbao, después presentar en aquella primera ocasión un catálogo de creaciones titulado “Future 6”: “Burning Bridges” de Jiří Bubeníček, “Cherry Pink and Apple Blossom White” de Itzik Galili, “Malasangre” de Cayetano Soto, “Takuto” de Eric Gauthier, “I Found A Fox” de Marco Goecke y “Bolero” de Stephan Thoss. Con una duración cercana a las dos horas, el díptico “Swan Lakes” con piezas de Chouinard y Shechter, unido a las buenas sensaciones que contagia “Minus 16” de Naharin, dejó nuevamente un fantástico sabor de boca en el numeroso público congregado en el Teatro Arriaga de Bilbao, que no dudó en gratificar el extraordinario trabajo de Gauthier Dance con una entregada salva de aplausos, deseando que no vuelva a pasar un decenio para disfrutar de nuevo de la compañía alemana en el escenario bilbaíno.
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