Este primer maridaje de la danza y el jazz -en todas sus modalidades-, aconteció en la Habana en enero durante la celebración del macro Festival internacional jazz-Plaza, en su trigésima novena edición. Un hito para los apasionados aficionados del género jazzístico de la Mayor de las Antillas y de muchos, más allá de sus fronteras.
El público consumidor habitual de este tipo de convocatorias musicales pluridisciplinarias fue testigo de tres impactantes entregas creativas generadas por talentosos coreógrafos con formación en la danza contemporánea, a partir del crisol que le aporta la joven compañía Malpaso y, por otra parte, el Ballet Nacional de Cuba, con una brillante veteranía de 75 años. Las producciones contaron, afortunadamente, con el soporte musical en vivo ejecutado por el conjunto instrumental Cubadentro, beneficiado con dos pianistas de excelencia, Alejandro Falcón y el neoyorkino de origen cubano Arturo O’Farrill, con la participación del virtuoso saxofonista estadounidense Ted Nash.
Mientras que, en el estreno absoluto por el BNC, el protagonista musical fue el electrizante tecladista y compositor Roberto Fonseca, director artístico del evento internacional (activas 12 sedes, con 184 espectáculos en la capital y 74 en Santiago de Cuba, con participación de invitados de 17 países de tres continentes, de China por primera vez).
Estas mencionadas agrupaciones de danza de renombre defendieron con brío y emotividad los honores de inaugurar el evento. Malpaso en el elegante y acogedor Teatro Martí, y el BNC en la gran sala modernista Avellaneda del Teatro Nacional de Cuba, con sus directores artísticos respectivos en escena: Osnel Delgado y Viengsay Valdés, para beneplácito de las multitudinarias audiencias.
Malpaso regaló tres piezas de su catálogo, entre ellas “A dancing Island”, de Osnel Delgado, como estreno en Cuba, pues su premier mundial -siempre con música en vivo- fue en Filadelfia el pasado año. Luego se presentó en la sede neoyorkina de la compañía, el Joyce Theater, al cual están asociados hace varios años.
Igualmente, tuvimos ahora la oportunidad de apreciar “Vértigo”, la más reciente creación de la exbailarina española Susana Pous, afincada en Cuba hace varias décadas. Agradecemos la reposición revisitada de la miniatura coreográfica de la bailarina y directora Daile Carrazana, “Nana para un insomnio”, estrenada con éxito de la crítica especializada hace dos años, sobre música instrumental original de Jordi Sabatés, con arreglos de temas del gran músico cubano Bola de Nieve (Ignacio Villa), ejecutada en vivo al piano por O’Farrill. Es un solo para Osnel Delgado, que nos entregó una estupenda demostración de virtuosismo técnico e interpretativo, para situarlo entre los mejores de su generación,
Estreno de “A Dancing Island”
Como ha desvelado recientemente a la prensa Delgado, por once años líder de Malpaso, “A Dancing Island” proviene “de una verdad de pueblo, de un barrio, de una tonada o tumbao”, es “cada vez más importante tomar de las raíces, beber de esa agua”.
Y no es menos cierto que lo mostrado en escena por los atléticos bailarines de ambos sexos con un desenfado de autenticidad sincera que confirma su aseveración: “La danza no es más que una recreación simbólica de la vida, y cada baile es una estilización de cómo nos movemos de manera ordinaria”. El coreógrafo realiza pues un repaso de su herencia transcultural al pasar de la rumba al chachachá, al mambo, al son, la conga, al bolero o la salsa, en un flujo y reflujo; acentuada por elementos provenientes de las vivencias de los propios intérpretes.
También ha sido necesario conocer como influyó en las improvisaciones iniciales la visita a las obras del más eminente artista plástico nacional, Wifredo Lam, que atesora el Museo Nacional de Bellas Artes. En esta creación ha sido fundamental la participación del afamado pianista de jazz y compositor Arturo O’Farrill, que contribuyó en la integración del proyecto al pianista Alejandro Falcón y Cubadentro. La música, esta vez, fue creada exclusivamente para “A Dancing Island”, donde escuchamos una amalgama de géneros cubanos bailables y con raíces afros, fusionados con el jazz y la improvisación. Según O’Farrill, esta oportunidad “era un motivo para salir de las zonas de confort y ser un músico un poco más completo”.
La dirección artística tuvo el buen tino de elegir para abrir el espectáculo con la pieza “Vértigo”, de la coreógrafa española afincada en la isla hace décadas, Susana Pous, con formación primera en la danza académica. Su discurso coreográfico minimalista nos hace penetrar en las zonas más íntimas de la “poética del vivir”, emocionantes sus intérpretes mixtos. Con el apoyo de un ingenioso empleo de las iluminaciones con sus correspondientes artefactos escénicos aéreos manipulados por los bailarines, con austero vestuario monocromático que contribuye a la atmósfera dramática sugerente por el soporte musical del compositor Boris Kovac. El público demoró unos segundos antes de estallar en un largo aplauso cerrado.
El 28 de enero (coincidente con el natalicio José Martí) concluyó esta edición del macro festival anual de jazz, con el habitual concierto que ofrece el pianista y director artístico del evento Roberto Fonseca, y esta vez con la participación especial del Ballet Nacional de Cuba. Con esta invitación, el Festival Jazz Plaza aprovecha la ocasión para rendir homenaje la compañía por sus 75 años de fundación (por Alicia, Fernando y Alberto Alonso en 1948).
Por tal motivo se produjo el estreno absoluto de la obra “Apparatus”, -diez minutos intensos para 21 bailarines mixtos de la sección más joven del conjunto-, creada por el bailarín y coreógrafo de Acosta Danza, Raúl Reinoso. Se confiesa el coreógrafo como un creador del movimiento a partir de la música. La danza, después, según creaba el icónico Balanchine. En este caso se ha inspirado en una elogiada pieza de jazz de Fonseca, “Contradanza del espíritu” (el autor y su ensemble los interpretan en escena), para crear este “ballet” coral donde lúdicamente deconstruye las poses y gestualidades de los grandes clásicos decimonónicos empleando diagonales y círculos, con retadoras cargadas de chicas en tutú ruso. Y llega hasta sorprendernos con un guiño a la inclusividad de los géneros: un joven bailarín sale de la fila y se coloca un tutú, para ejecutar una deslumbrante variación y coda. Finalmente, hace un fugaz mutis.
Igualmente, Fonseca acompañó al piano el pas de deux que cerró la gala, “Love, Fear, Loss”, un homenaje a Edith Piaff por el coreógrafo brasileño Ricardo Amarante con música de Charles Dumont. Este tercer tema de la pieza se benefició con una vibrante interpretación de la primera bailarina y directora general del BNC, Viengsay Valdés, acompañada con eficacia y atletismo por el juvenil solista principal Anyelo Montero. Varios minutos duraron los saludos de cortina con ovaciones en pie por más de tres mil espectadores.