En el cálido mes de las flores, la compañía Lizt Alfonso Dance Cuba sorprende con el estreno absoluto de una espectacular producción bajo el genérico título de “Habana Fénix”, en el hermosamente remozado coliseo habanero Teatro Martí, después de una extensa parálisis escénica provocada por los rigores sanitarios aplicados durante la pandemia de Covid 19.
Esta pieza de apenas una hora de duración es el resultado físico de la continuidad sostenida por los procesos creativos en los fueros internos de esta agrupación. Desde 2019, se comenzó a gestar este proyecto de “gran magnitud”, cual ambicioso espectáculo de toda una noche que se fue enriqueciendo con los aportes del “imaginario coreográfico” de bailarinas y maestras formadas en la propia compañía, entre ellas Yadira Hernández, Diana Fernández, Claudia Valdivia, Laura Abreu, Daira Jay y Yohara García, así como de la propia mentora y fundadora, Lizt Alfonso.
En un previo encuentro con la prensa especializada, la maestra Alfonso caracterizó el estreno de “Habana Fénix”: “es emotivo, sensorial, conmovedor, el cual muestra el eterno sueño de ser o no ser: la resiliencia del hombre que vive abriéndose paso desde la célula hasta el infinito, desde que se levanta hasta que se acuesta, día a día. Es un canto entonado desde La Habana, mi ciudad, nuestra ciudad, hacia el universo”.
El principal motivo en la génesis inspiradora de esta creación fue una frase pronunciada por el ilustre y siempre recordado historiador de la ciudad, Eusebio Leal Spengler, dedicada a Alfonso: “Yo la he visto salir de las ruinas y levantarse como Ave Fénix”. Esta obra se ha mantenido a teatro lleno todo el mes de mayo con una desbordada acogida del público al final de cada función.
Para la realización de esta costosa producción -en tiempos de crisis económica que sufre el país-, donde intervienen poco más de 50 efectivos entre personal artístico, técnicos y músicos, contaron con las contribuciones de varias instituciones y empresas estatales, emprendimientos, patrocinadores locales y foráneos.
Una mención especial merece el soporte musical de HF, con la banda sonora ejecutada esplendorosamente en vivo dentro del angosto foso del coliseo, y sus partituras provienen de una selección de compositores de diversos grupos etarios, con una marcada impronta en la cultura nacional como Amadeo Roldán, Sindo Garay, Guido López-Gavilán, Gerardo Alfonso, Lucía Huergo o Roberto Valera, entre otros, resultante de una “madeja entretejida” por la joven musicóloga Carmen Souto junto al laureado músico cubano Edesio Alejandro (en la génesis del proyecto), consiguieron entregarnos un “sound track” cinematográfico.
El vestuario y la escenografía fue realizado por tres diseñadores, los cuales aportaron figurines coloridos y minimalistas y funcionales ajustados a las necesidades dinámicas y rítmicas medulares en este espectáculo fusión. Desde el punto visual son atractivos aunque perfectibles para ulteriores puestas en escena.
Sobre la coreografía y las interpretaciones
En “Habana Fénix”, el discurso coreográfico ha sido establecido con una intención marcadamente dialógica, inclusiva y diversa, según lo desvela una columna vertebral sustentada en el sello estilístico definido por la maestra Alfonso: “nosotros hacemos un particular estilo fusión”. De ahí parte la estructura del espectáculo; en ocho secciones algunas de ellas subdivididas en dos o tres cuadros o escenas variopintas según los temas tratados: lirismo o humorismo, que desarrollarán sus danzas a partir de un soporte musical inteligentemente seleccionado para las verdades estéticas como expresiones intrínsecas de la cubanía, despojadas del lastre de un folclorismo a ultranza, evitando las pinceladas ideologizantes. Cualquier coqueteo con ello es pura subjetividad.
Las interpretaciones de los solistas y del cuerpo de baile, ora sean miembros de la compañía o los discípulos avanzados de la escuela adjunta, exhiben una entrega coral, si bien los solistas muestran sus talentos sin desbordamientos, por consiguiente no distorsionan la belleza de sus dinámicas (siempre con un lenguaje fluido) sin temor a utilizar un vocabulario pedestre al mostrar con intencionalidad sus vínculos más raigales de la cultura, nacional.
Desde su primera sección, denominada “Ilusión”, hasta el eufórico final, etiquetado “Fénix”, con el efecto interactivo entre artistas y público, la potencial abulia con los “déjá vu” nunca emergió.