Las temporadas precedentes -producidas tras superar los “picos” sanitarios de la duradera pandemia del Coronavirus-, hicieron evidentes las intenciones de la nueva dirección artística de la mayor compañía clásica cubana, bajo la égida de la estelar bailarina Viengsay Valdés: renovar repertorios y, por ende, los elencos. El objetivo primordial: potenciar los talentos para la creación coreográfica y los sectores juveniles de su cuerpo de baile. Los títulos elegidos para la actual temporada primaveral confirman los aires de renovación que soplan, y sin asomo de retroceso.
Aprovechar la afortunada contribución de la Asociación londinense British Friends of the National Ballet of Cuba, ha sido el punto para la presencia creativa del coreógrafo James Kelly, con el objetivo de reponer su pieza “Sinfonía para nueve hombres”, estrenada por el BNC en La Habana en 2014. Igualmente, la llegada de la joven creadora Gemma Bond, con un ambicioso proyecto bajo el título enigmático de “La hora novena”, inspirada en los textos evangélicos de La Pasión según San Mateo, obra monumental barroca de Johann Sebastian Bach, BW244.
El programa se iniciaba con otra reposición, “La forma del Rojo”, pieza en un acto creada para la compañía por una de sus talentosas solistas, Ely Regina, sobre música de Ezio Bosso, imbricada con inteligentes intervenciones audiovisuales de Jenny Sanz y Fermín Vega, con brillantes diseños unisex romántico de Salvador Fernández.
Según Regina, es ballet sin argumento y abierto a todas lecturas posibles, con el subrayado por la propia autora: quiero resaltar el trabajo coral del grupo al integrarse como un solo cuerpo y una sola intención. A partir de mis intereses por el rojo, como forma apasionada del amor, que incluye matices de ira, de agresividad; todo sin “encasillamientos”, y aunque no lo creas -apunta-, ¿“el rojo me da paz?”.
Es evidente su intención primaria: que el espectador se sumerja en esta atmósfera, como un “ámbito onírico”. Lo que pudiera lindar en la puerilidad, está lejos de ello. La pasión y virtuosismo de los intérpretes nos permite disfrutar de impactantes metáforas visuales en rojo.
A continuación ingresamos, merced al coreógrafo invitado James Kerry, en el mundo de las masculinidades, a partir de la irrupción escénica del atletismo exhibido con dinamismo armónico por las huestes viriles del más juvenil cuerpo de baile del BNC, organizado con pericia estructural por el estadounidense Kerry en su “Sinfonía para Nueve Hombres”(estrenada en Cuba en 2004), para la reposición con un nuevo elenco de fornida “fisicalidad” evidente en imberbes torsos desnudos, formados en la escuela cubana de ballet, capaces de tensar las cuerdas de la danza contemporánea al límite de la competitividad acrobática, estimulada por las estridencias metálicas del conjunto musical Apocalyctica.
Finalmente, como plato fuerte del programa, el anunciado estreno mundial de “La hora novena”, de la joven coreógrafa británica Gemma Bond, calificado como “un ballet abstracto inspirado en el texto de la Pasión según San Mateo, BW244, del genial J. S.Bach”, que se benefició con una compacta y minimalista producción, apoyada con recursos foráneos, que permitió originales diseños escénicos por Reid and Harriet y de luces por Serena Wong. La música de Bach fue entregada en vivo con aceptable rigor por la interpretación vocal de dos corales y cuatro solistas locales de probada profesionalidad, y en el foso la orquesta sinfónica del Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso, bajo la eficaz dirección de la maestra invitada Idalgel Marquetti. Apoyada en el clave por Keren Rodríguez Gallo.
Enfoquémonos, pues, en la coreografía y el baile ¿cómo fue traducido en movimiento este monumento universal de la música? La creadora británica eligió la revisión última de la partitura, de 1736, realizada por el propio J.S. Bach, según el libreto traducido por Martín Lutero, basado por una parte en los capítulos 26 y 27 del Evangelio de Mateo, y, por la otra en poesías debidas al colaborador de Bach en Leipzig conocido como Picander, donde se relata el juicio y crucifixión de Cristo desglosado en 12 escenas, tras una introducción; donde se observa una estructura casi operística, “una innovación bacchiana” que convierte la obra en grandiosa, a la vez musical y espiritual.
La posibilidad de contar con un palco escénico de vastas dimensiones, como el de la Sala Avellaneda del Teatro Nacional de Cuba, facilitó a la creadora una adecuada instalación de su coreografía en medio de dos masas corales y sus respectivos solistas a ambos lados del proscenio, y la orquesta en las profundidades del foso. (La sonorización amplificada no resultó las más afortunada de las soluciones, en cuanto a su equalización). Con respecto al vocabulario técnico y las formas estilísticas elegidas por Gemma Bond para diseñar los movimientos corporales, observamos que sigue apegada a los cánones del ballet, si bien trató siempre de apartarse de las ortodoxias, y permitió que los bailarines expresaran con total libertad los impulsos provocados por las intensidades bacchianas. Las interpretaciones grupales fueron diversas, según los corales, arias, o recitativos de la partitura, con una diversidad dinámica y armónica de solos, cuartetos, tríos o dúos, todos entregados con sobria belleza, que destacaron con ejecuciones virtuosas y expresivas, en el transcurso de toda la obra. Hubo meritorias contribuciones del vestuario y las luces, sin embargo, debo señalar, igualmente, el loable trabajo de la maestra Linett González, como asistente del montaje con los dos talentosos elencos del cuerpo de baile, algunos en franco ascenso a rangos superiores.