El confinamiento domiciliario del año pasado regaló un valioso tiempo a Lucía Lacarra para hacer un alto en el frenético ritmo de su carrera de treinta años sobre los escenarios y poder plantearse un reto adicional. De esta manera, la bailarina vasca y su actual partenaire, el también primer bailarín Matthew Golding, dieron un paso más al iniciarse en la senda de la producción de sus propios espectáculos. Así surgió “Fordlandia” (2020), una obra onírica con la intención de plasmar ese distanciamiento que estaban viviendo como pareja artística y en la vida real: ella pasó el encierro en su localidad natal, Zumaia, y él en Ámsterdam. Otra de las claves residió en la feliz conjunción de coreografías de nueva creación –a excepción del pas de deux de “After The Rain” de Christopher Wheeldon-, música y arte visual. El espectáculo despuntó desde su estreno en Dortmund en septiembre del año pasado y supuso el impulso necesario para que Lacarra y Golding decidieran continuar por ese camino.
Con la intención de repetir la fórmula que tan buenos réditos les había dado, ambos artistas asumieron una mayor responsabilidad en su segunda producción, “In The Still of The Night”, cuyo título procede del conocido tema que el grupo The Five Satins grabó en 1956. En esta ocasión, el bailarín canadiense firma también la coreografía, toda vez que se responsabiliza del concepto, puesta en escena y dirección cinematográfica de los sucesivos vídeos que trufan la propuesta de sesenta minutos de duración. En ese ámbito de decisiones propias de la producción, la elección del título de la obra da una seria pista acerca de dónde va a estar situada la pieza, corroborada por gran parte de la banda sonora -The Righteous Brothers, Ben E. King & The Drifters, The Ronettes-. Según estos indicios, la trama se desarrollaría en una carretera indeterminada de América en la década de los 50-60, por donde circula un Mustang descapotable con una pareja de enamorados, que decide hacer un alto en el camino. Tumbado en su cama, la constante pesadilla de un enigmático suceso tortura al protagonista a quien se le aparece la imagen espectral de su amada, quien porta una fotografía o algo similar en sus manos.
La narración de “In The Still of The Night” se apoya en dos tipos de recursos: de una parte, la historia de cómo se conoce la pareja, se enamora y el viaje en coche, a través de diversos vídeos; y de otra, los pasos a dos interpretados en escena por Lacarra y Golding, y ahí es donde se despliega toda la magia del ballet. La diferencia entre una buena bailarina y una bailarina única radica en una interpretación capaz de conmover al espectador en su butaca, y en ese campo, la maestría de Lacarra es tan superlativa que se ha visto reconocida con los galardones más prestigiosos del mundo de la danza como el Premio Nijinsky, el Benois de la Danse o el reconocimiento como ‘Bailarina de la Década’.
En esta ocasión, la artista vasca opaca a su partenaire en unos pas de deux destinados a sacar brillo a la excelencia de sus cualidades. Los brazos de Golding responden solícitos a la necesidad de volar de Lacarra, en unos ‘portés’ de acrobacias a veces casi imposibles. Pero más allá de esa técnica impecable e incluso de la trama en sí misma, lo que convierte en único un espectáculo de Lucía Lacarra es su capacidad de emocionar al público y no sólo por el hecho de que “In The Still of The Night” sea un lacrimógeno drama. El pasado domingo, la “première” española de la obra en el Teatro Arriaga de Bilbao reunió a un numeroso público que extasiado con la propuesta, respondió con cinco minutos de aplausos. A todas luces, los protagonistas han hallado la fórmula magistral del éxito y todo apunta a que después de la ciudad utópica que soñó Henry Ford (“Fordlandia”) y de la conmovedora tragedia ambientada en los años 60 (“In The Still of The Night”), el dúo Lacarra-Golding tiene más cuerda que ‘Unchained Melody’ de los Righteous Brothers.