El 22 de julio, bajo las obligadas medidas sanitarias establecidas para evitar contagios de la Covid 19, la Universidad de las Artes de La Habana (conocida como ISA) logró llevar a cabo de forma austera su decimonovena graduación, donde se entregaron en doble ceremonia académica los correspondientes 59 títulos de licenciatura en artes.
La ceremonia académica matutina fue destinada a la entrega de los títulos conseguidos por los 36 estudiantes en la carrera (de 4 años lectivos) de licenciados en Artes Escénicas, según los perfiles cursados: en ballet; danza contemporánea; artes visuales; artes teatrales y comunicaciones artísticas (facultad, esta última, conocida como FANCA). En horas vespertinas, se entregaron los títulos a los 23 licenciados por la facultad de música.
Este evento estival adquirió un elevado interés mediático debido al anuncio de que, en esta ocasión, tres de primeras bailarinas del Ballet Nacional de Cuba (BNC), con grandes reconocimientos internacionales, habían logrado culminar exitosamente la carrera, y obtenido el codiciado “Título de Oro” que otorga la máxima institución docente de las artes en el archipiélago cubano.
En esta ocasión, resultaron distinguidas con esta calificación, Sadaise Arencibia, Anette Delgado y Gretell Morejón. En una edición anterior le correspondió a la primera bailarina Viengsay Valdés, actualmente directora artística del BNC.
El profesor Alexis Seijo, Rector de la Universidad de las Artes, tuvo a su cargo el discurso de apertura, en el cual destacó “las nuevas e inéditas etapas a las que se enfrentaron estos talentosos estudiantes después del 11 de marzo, cuando el gobierno cubano, con urgencia y pertinencia aplicó las medidas extremas necesarias para hacerle frente a la pandemia del Coronavirus. Tuvieron que asumir acompañamientos virtuales para continuar sus materias, con el objetivo de dominar un arte interdisciplinario, que el estudiante de la educación superior debe poseer.
Por otra parte, fue el doctor Ismael Albelo, profesor de la cátedra de ballet y danza, quien entregó el discurso medular de la graduación, por encargo del claustro científico de este “atípico” curso -como lo calificó el profesor-, pues fue “casi un semestre en cuarentena”, como lo ha sido en toda la educación superior del país.
Las bailarinas diplomadas conversaron separadamente con la prensa. Para su tesis de grado la licenciada Delgado eligió investigar una obra crucial para cualquier bailarina clásica: “Giselle”, que muchos críticos consideran “el Hamlet del ballet”, pues “con ella se es o no se es”, según refieren las intérpretes.
La primera bailarina fundamentó la necesidad de realizar un trabajo de mesa previo a las funciones y documentó su propia vivencia, a partir del anuncio del debut, cuando su ensayadora Josefina Méndez (notable intérprete de este personaje) eligió mostrarle por escrito las intenciones de cada personaje en las escenas principales. Además, la maestra le presentó a una actriz muy destacada, Alina Rodríguez, para que le explicara sentidos y maneras de encauzar la gestualidad y, aquel proceso, marcó para siempre a la distinguida bailarina que, pese a los años de experiencia y buenas críticas, asegura que aún hoy investiga más antes de asumir un espectáculo de “Giselle”.
El trabajo de mesa es importante antes de encarnar cualquier rol y en cualquier ballet, eso felizmente ahora se está rescatando, subrayó Delgado en un panel convocado a inicios de este año por la propia Universidad de las Artes.
Mientras que Arencibia abordó en su tesis dos obras que dieron un aire nuevo al Ballet Nacional, en un momento de monotonía en su repertorio: “Celeste” y “Oscurio”, creaciones de la coreógrafa colombo-belga Annabelle López-Ochoa, especialmente para el BNC.
“Como no tuve que bailarlos, pude apreciar las piezas desde afuera, aplicando todo el arsenal académico adquirido en la carrera e intenté valorar el significado de ambas con un trabajo analítico”, apuntó la bailarina.
Por su parte, Morejón profundizó en el ideario del padre de la “escuela cubana de ballet”, Fernando Alonso, quien fuera su maestro y ensayador en la Escuela Nacional de Ballet, que ahora lleva su nombre.
Del eminente pedagogo, en el mismo panel del ISA, la artista resaltó su paciencia para contar historias relacionadas con la obra a bailar, antes de comenzar a pulir los pasos en los ensayos; el distanciamiento del dogmatismo, la habilidad para explicar cada movimiento de las coreografías y razonarlos en función de un relato, una expresión o la anatomía del cuerpo.
Igualmente, Fernando Alonso fue un defensor de la identidad peculiar del bailarín en escena, le gustaba que el artista reflejara su alma y no se entregara a ser una mera copia de nadie, afirmó.
Las tres primeras bailarinas ahora graduadas y diplomadas poseen amplia experiencia internacional y un sello propio en escena que las distingue como intérpretes únicas.