La audiencia del 5 de octubre llenó dos tercios del Presidio Theater para una de las producciones de flamenco más increíbles, conmovedoras y efectivas que he visto. Gracias al October in Dance del Dancers’ Group, asistí al estreno de “Tattooed” que se presentó del 3 al 5 de octubre en el recientemente renovado Presidio Theater, con Fanny Ara, Marina Elana y la artista invitada Yaelisa. La presentación inaugural de Sintonia Dance fue tal, que podría haber visto las tres noches y presionar por más.
Presidio Theater es la antigua sala de cine de la única base del ejército de los Estados Unidos, remodelada con un subsidio de $ 30.000.000 del del Margaret Haas Fund. Deshabitado desde 1995, la renovación del teatro de 600 asientos ofrece tanto un ambiente cálido como instalaciones técnicas de vanguardia.
“Tattooed” fue el evento adecuado para sus programas inaugurales de otoño. Cualquier arrepentimiento albergado es el de un amante de la danza frustrado y monolingüe.
Facilitando esta notable hazaña teatral estuvieron el director de escena José Maldonado y cuatro músicos, Matías López, “El Mati” (cantante); David Chupete, percusión; Ernesto Briceño, violín, Gonzalo Grau en piano y teclados, con dirección musical del cuarteto.
Con los músicos enmascarados detrás de un cañamazo, solo iluminados en momentos clave, los tres artistas usaron todo el frente del escenario, un área detrás del escenario para bailar historias de desolación, angustia e ira. El trío apareció antes de comenzar sus solos; Elana, pequeña, frágil; Ara, esbelta, melancólica; Yaelisa, escultural, pensativa.
Elana, se lanzó al escenario de derecha a izquierda, frenéticamente tratando de escapar, con los brazos a veces desgarrándose, a veces agarrando su cuerpo, completamente inmóvil donde su taconeo sonó abruptamente, insistentemente, deteniéndose a veces. Se despojó de su abrigo verde oliva y continuó su furia con pugnacidad. Sus respuestas precipitadas fueron afirmaciones apasionadas de dignas protestas, al igual que su danza flamenca, sus brazos y su taconeo demostraron excelentes ejemplos de lo mejor del estilo.
Ara, con túnica y pantalones negros, con el pelo ensombreciendo su cara, fue recibida en el centro del escenario por Matias López, “El Mati”, quien cantó mientras sus frases terminaban con su talón derecho golpeando las tablas del escenario. Ara se encogió, tumbada en el escenario, su cuerpo convulsionado por la voz de El Mati y el énfasis estridente del talón.
Es allí cuando Elana y Yaelisa llegan a escena, y ayudan a Ara a ponerse de pie. Elana coloca una flor roja en el cabello de Ara, Yaelisa cubre con un paño oblongo alrededor de sus caderas y luego Elana coloca un abanico en la mano derecha, desplegándolo y levantando el brazo derecho de Ara quien se balancea, se estabiliza, se anima. Esboza una sonrisa, da algunos pasos convencionales en esta postura convencional antes de colapsar. Las dos mujeres recogen a Ara del suelo e intentan recomponerla. Ara baila un poco y arroja todos los accesorios lejos de ella, haciendo que sus acompañantes de retiren.
Extiende su cuerpo en el suelo, sola, y, lentamente, se levanta, procediendo a emitir una atronadora cacofonía de protesta. Recoge los accesorios desechados.
Yaelisa, con un vestido largo hasta el suelo, en tonalidades de amarillos y marrones para crear un énfasis terroso, acuna una tela casi negra como si fuera una criatura amada, un niño, una mascota, ya que su rostro responde a los movimientos de la criatura invisible. Lo acuna, se lo lleva a la cara, se acuesta en el suelo con él a su lado, protectoramente. Entonces la ansiedad impregna la cara de Yaelisa. Sacude ligeramente a la criatura, la sostiene con cuidado, con cautela mirándola hasta que se da cuenta de que ya no existe y, en un gesto devastador, sacude la tela hasta su forma oblonga. Su taconeo es mínimo en comparación con Ara y Elana, pero aún así, definitivo, transmitiendo luto en su sonido.
Ara y Elana salen del escenario para consolar a Yaelisa. Hay un breve pero profundo reconocimiento de los tres; se paran frente al público, mientras las luces oscurecen progresivamente al trío. Fatídica presencia.
La ovación fue inmediata, de pie, vociferante, prolongada. Los bailarines trajeron a los músicos. Encontré a Carlos Carvajal, que había encontrado un asiento en la platea central, llorando.